Raúl Márquez
Entre la zona sur del Táchira y la población trujillana de Isnotú, donde nació el doctor José Gregorio Hernández, hay más de 450 kilómetros de vías que zigzaguean entre ‘la puerta del llano’ y los Andes venezolanos. Cada vez que debían cumplir una promesa o dar las gracias al Siervo de Dios por algún favor recibido, hacían ese viaje.
Olivo Márquez, junto a su familia, rememora aquellos años, cuando cada vez que adquirían un bus o lograban repararlo, realizaban la peregrinación a aquel pintoresco pueblo signado por la providencia para ser la cuna de quien el próximo 30 de abril de 2021 será beatificado.
Este hombre, de 71 años de edad y exsocio de una reconocida empresa de autobuses, recuerda que los viajes, que duraban más de 8 horas, se iniciaron a mediados de los años noventa.
—La devoción por el Dr. José Gregorio Hernández la tengo desde mi casa paterna. Mis padres eran muy devotos a él; por lo tanto, mis hermanos y yo crecimos creyendo en el Siervo de Dios; esa energía espiritual que la gente le profesaba nos tocó, al punto que también podemos decir que hemos recibido muchos de sus favores, a lo largo de nuestras vidas— comenta.
En este particular, hace énfasis en cómo la misericordia divina del llamado “Médico de los pobres” ayudó a familiares y amigos a salir adelante en momentos críticos y enfermedades. «En una oportunidad, una vecina estaba muy mal de un cáncer. De hecho, prácticamente, los médicos la habían desahuciado, pero se la encomendaron al Dr. José Gregorio Hernández y se curó, fuera de todo pronóstico. Meses después viajó con nosotros para celebrar una misa en Isnotú », precisa.
Con tono de confidencia, cuenta que en una ocasión visitó a sus padres en el sector de Guafitas, cerca de Puerto Vivas, y halló entre las plantas del jardín una estampita alusiva al Dr. José Gregorio Hernández, lo supo porque en su parte posterior tenía inscrita una oración a su nombre. La imagen estaba desteñida; sin embargo, la guardó.
Días después, decidió sacarla del bolso, encontrándose con la sorpresa de que la imagen lucía como si estuviera nueva. «Ese día lloré de la emoción y fue cuando comencé a hablarles a los demás de que debíamos creer más en él, y así fue. Desde entonces, esa imagen está colocada en un altar que construí para mis santos protectores».
“Bendecimos nuestros buses”
Además de Olivo Márquez, otros transportistas de toda la vida, oriundos del sur del estado Táchira, como Hermógenes Durán y Freddy Contreras, entre muchos más, algunos actualmente ya jubilados, coinciden en que emprendían sus viajes siempre rezándole al Dr. José Gregorio Hernández, de modo que la travesía se llevara a cabo sin contratiempos ni peligros.
—Cada vez que alguno de los socios adquiría un bus nuevo, casi siempre el primer viaje que hacía era al estado Trujillo. El viaje se hacía en caravana. Cómo no, había momentos de comicidad, de chistes, pero al llegar al panteón-casa de nuestro querido doctor, era otra cosa. Luego, tras las misas, los rezos y las bendiciones respectivas, retornábamos a casa con la certeza de que su aura santa nos cobijaba— apunta Márquez.
“La recuperación de mi hijo se la debo a él”
Hermógenes Durán es un reconocido transportista del municipio Fernández Feo que durante muchos años viajó por las principales rutas del país, como conductor para varias empresas.
Al igual que Olivo Márquez, de quien fue compañero, viajó muchas veces a Isnotú y fue testigo de la fe que muchos de sus pasajeros le profesaban al Dr. José Gregorio Hernández. Dejándose llevar, rezaba y asistía a las celebraciones, arrastrado por la creencia ajena; luego la vida le puso una prueba y desde entonces es protagonista, al constatar en carne propia que, si se le pide con fe, el doctor no defrauda.
A partir de ese momento, no solo las rutas comerciales de Venezuela eran cuidadas por el Benemérito, sino la más importante, la ruta de su vida, de su destino.
La historia de fe y gratitud se remonta al 2002, cuando su esposa quedó embarazada y los médicos pronosticaron que se trataba de un caso de embarazo gemelar, una condición clínica que ponía en riesgo la vida de la madre y los niños, y que requería, por lo tanto, de cuidados especiales.
—Desde principios de los noventa, cuando trabajé en Expresos Los Llanos, comencé a viajar al pueblo del Dr. José Gregorio Hernández. Entonces nos íbamos en caravanas multicolores, con los socios que necesitaran bendecir algún vehículo o pagar sus promesas, y mucha gente cuya fe parecía crecer con el tiempo. Yo no cobraba, la gente llevaba sus alimentos o comía allá. Sin saberlo, estaba pagando una promesa con antelación, pues años después, gracias al Siervo de Dios, mi hijo encara la vida, prácticamente, con normalidad— subraya.
Tras un arduo tratamiento en el Hospital Universitario de Caracas, con el apoyo de un grupo de médicos, que incluso se encargaron de los traslados en avión y gastos médicos, uno de los niños gemelos nació, pero con una situación neurológica especial, estrabismo y otras condiciones.
—Mientras los médicos hacían su trabajo, nosotros orábamos y le pedíamos mucho a Dios y al Dr. José Gregorio Hernández, el milagro: que, por lo menos, se salvara uno de los bebés. Así fue. Meses después, cuando nació mi hijo en San Cristóbal, y mi esposa se recuperaba, hicimos una promesa de llevarlo a Isnotú. Cuando tenía cuatro años lo hicimos, y su condición comenzó a mejorar milagrosamente— relata Durán, con emoción.
Actualmente, Carlos tiene 18 años, y con terapias y tratamientos afronta el día a día. “Incluso hasta juega”, añade Hermógenes, esta vez sonriendo.
Coinciden los transportistas en que, debido a la crisis económica, los viajes a Isnotú, así como a la Basílica de la Virgen de Coromoto, en Portuguesa, han mermado. Esperan pronto tener la oportunidad de volver a retomarlos, pues, de hecho, comentan, muchos de sus familiares, vecinos y ellos mismos, deben pagar algunas promesas.