Farándula y Espectáculos

Tachirenses en el Mundo // Obra de inspiración y arraigo por Venezuela

8 de mayo de 2021

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Norma Pérez


Recuerdos de la infancia, noches de serenata con su padre, los maestros que trazaron su carrera, venturas y desventuras, fueron la urdimbre propicia para la creación de la Suite Venezolana, nuevo trabajo musical del violinista y compositor tachirense, de fama internacional, Jhonny Mendoza.

Hace 22 años dejó atrás sus querencias para abrirse paso en otros horizontes. Hoy demuestra que cuando se llevan muy profundo en el corazón a su terruño y a su gente, las distancias y el tiempo se convierten en un instante.

“Esta obra tiene un gran significado para mí, fue una labor de años, que exigió mucho cuidado y atención. Verla terminada es similar a cuando nace un niño, una emoción indescriptible, pero también un momento de aflicción, porque finalizó el proceso de creación de un proyecto muy bonito”.

Manifiesta que es una mezcla de tristeza, alegría y satisfacción. Todavía revisa cada detalle, con el apego de quien siente un gran afecto por lo que hace: “La Suite no es mía, es un obsequio para mi país y siempre la escucho con mucho amor, el mismo que siento por la tierra que me vio nacer”.

Siete valses, dos pasodobles y seis preludios integran esta magistral obra de inspiración y arraigo por Venezuela.

Un rumbo diferente

El 4 de septiembre de 1999, Jhonny Mendoza llegó a Miami. Se desempeñó en diversos trabajos como músico, en un proceso que cataloga de adaptación y que duró varios años. En el 2012 abre la Academia del Violín, donde comienza a dar clases a estudiantes de diferentes nacionalidades.

“En este proceso de enseñanza-aprendizaje comencé a aplicar los conocimientos adquiridos en el sistema de orquestas y de la academia europea, pilares fundamentales de mi formación. Después fue necesario crear un modelo más acorde a la cultura norteamericana, pues los estudiantes no pueden acudir todos los días a clases, debido a sus ocupaciones, y disponen de muy poco tiempo”.

A manera de complemento, diseñó cinco libros, de veinte lecciones cada uno; lenguaje musical, violín, piano, violonchelo y guitarra; como no hay orquesta, realizó las transcripciones de acompañamiento para solistas. Además de clases de arreglos orquestales y de cuatro venezolano.

“La bendición de Dios siempre ha caído sobre nosotros, y es muy valioso para mí poder transmitir los conocimientos a niños, jóvenes y adultos que llegan con entusiasmo y quieren aprender a tocar un instrumento, o como el caso de personas que estudian canto y son compositores.

Es un trabajo exigente, al que dedica la mayor parte de su tiempo, pero dice que lo hace con gusto, ya que para él es muy grato ver los progresos de sus alumnos, aun cuando considera que en Estados Unidos no hay una cultura musical tan arraigada como en Venezuela, donde existe el sistema de orquestas, una escuela diseminada por todo el país, que brinda la oportunidad de aprender desde muy corta edad y continuar preparándose, hasta ser un músico profesional.

Tiempo de pandemia

Durante un año se dedicó a este proyecto

Al iniciar la pandemia ocasionada por el coronavirus, cerraron la ciudad y la gente debió quedarse en sus casas. Ante estas circunstancias, tuvo que enfrentar una situación nueva e imprevista: “Comenzó una lucha apresurada para incorporarnos a las clases en línea, empecé a escribir música y a prepararme, pero en ese momento poner una partitura para que el estudiante la viera, dar instrucciones, y que el mensaje llegara, fue muy difícil, ya que no era lo cotidiano”.

Seguía con su trabajo en la academia, pero sin estudiantes; estaba completamente solo, ante un panorama incierto que limitaba su accionar. Pero había que continuar.

“Fueron como dos semanas de adaptación, de estar todo el día frente a un computador dictando clases a los estudiantes en sus casas. El pánico era general, y apenas si salían a hacer las compras de alimentos”.

El maestro Jhonny Mendoza debió aprender sobre la marcha a transmitir los conocimientos a distancia con la misma efectividad de una clase presencial. Muchos alumnos se retiraron, y el plan para el año 2020, de realizar varios conciertos, debió cancelarse”.

“Mientras la gente estaba en sus hogares, me quedaba en la sede de la escuela, escribiendo y preparando las clases; así pasaron seis meses. Se tornó en hábito, y a la fecha hay alumnos que siguen en línea. Es una lucha, aun cuando hay una gran cantidad de población que ha recibido la vacuna. Pero todavía las personas siguen cuidándose y tratan de salir lo menos posible de sus casas”.

Raíces y esencia

Durante una reunión con el maestro de violín Iosif Scengery, surgió la idea de hacer la Suite Venezolana; Jhonny Mendoza rememora este momento:

Mi maestro rumano, Iosif Scengery, demostró gran interés por la belleza de la música de nuestro país, y me enseñó a valorarla. Me asignó como tarea que hiciera una suite con los valses venezolanos. Ahora, cuando está hecha, me dice que sembró en tierra fértil”.

En el año 2010, ante la invitación del Rotary Club de San Cristóbal para que participara en una noche de debutantes, inició esta obra, compuesta por siete valses, dos pasodobles y seis preludios, estos últimos sirven para hacer la transición de una interpretación a otra, que se combine todo y sea una sola canción. El evento no se concretó, pero el proyecto de la Suite prosiguió.

Fue un trabajo arduo, compás por compás, al que le dedicó el tiempo libre de un año completo: “primero fue la introducción, para poder integrar las canciones, que escuché desde mi infancia, interpretadas en serenatas y noches de fiesta por Luis Lara, Rufo Pérez Salomón, Mario Zambrano, Domingo Moret, Pedro Colina, Édgar Moreno, Pedro Ángel y William Capacho, entre muchos otros.

Así se enlazaron Pasillaneando, Luna sobre Maracaibo, Ansiedad, Preciosa merideña, Juliana, Andreína, Evocando a mi pueblo, y los pasodobles Daniela María y El Gato Montés.

“Cada paso de la suite se crea con armónicos; en un comienzo pensé hacerla con orquesta de cuerdas, pero después fui incorporando otros instrumentos: corno, flauta, oboe, clarinete, fagot, dos saxofones, dos trompetas y un arpa. Entonces se volvió sinfónica”.

La grabación se hizo con músicos de Estados Unidos y Venezuela. Carlos Vivas, flauta; Elly Saull Guerrero, oboe; Mario Zambrano, clarinete. El fagot lo ejecuta Claude Garnier; el saxofón alto y tenor, Roilán Vásquez; Jhonny Maldonado, cornos; Julio Díaz, trompeta; en la percusión Carlomagno Araya; Jaimie Ousley, contrabajo; Gabriel Saientz, piano; Konstantin Litvinenko, violoncello, y Jhonny Mendoza en violín concertino, violines I y II y violas.

“Es un arreglo que no tiene errores armónicos ni melódicos. La partitura del director tiene 272 páginas. No sé cómo pude lograr algo tan maravilloso. Le doy gracias a Dios por darme la oportunidad de crear algo tan hermoso”.

Este trabajo musical tiene excelentes comentarios de directores de la talla de Carlos Riazuelo y Eduardo Marturet. Todavía no se ha estrenado, pero hay una solicitud por parte de la Orquesta Sinfónica del estado Mérida, que dirige el maestro Jesús Pérez, para hacer un concierto con esta singular obra que ahora forma parte del repertorio de música de nuestro país.

“La Suite Venezolana rompe con los esquemas establecidos, pues a diferencia de los valses vieneses, pasea por todas las tonalidades. Es la belleza de nuestra música en todo su esplendor”.

Jhonny Mendoza agradece a Dios por el talento y la paciencia para completar un trabajo que anheló hacer durante años y ahora es una realidad. También manifiesta su gratitud al Creador por su corazón, “porque siempre debemos ser humildes y sencillos”. Esa es la grandeza de este maestro. La Suite Venezolana es melodía y ritmo de su sentir. Sus raíces y esencia hechas música.

 

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