Néstor Melani
Cuando se arriba a la ciudad de Pereira, en Colombia, es impresionante la majestuosidad de Simón Bolívar, desnudo, remontando los siglos en su caballo, obra del escultor Arenas Betancourt, con toda la más sublime esencia del bronce y la más pura originalidad que de allí parten los misterios de la más inmensa leyenda sobre “Los caballos de Bolívar”. Aromas de los siglos guardan los hechos más importantes de la emancipación, que un hombre único recorrió valles, montañas llanuras en un grito de libertad. En las riberas del Sena, en París, una imponente escultura de bronce florentino abre los espacios de la majestad del héroe a caballo. En Caracas, Lima, Quito, Buenos Aires, hasta en la presencia de un acto ingenuo y sagrado de un artesano. Entonces, meditamos sobre los corceles del Padre Libertador.
Desde aquel potro de la hacienda de San Mateo, legado de la herencia del coronel Juan Vicente Bolívar, al que doña María Concepción mandaba a cuidar con esmero para el niño Simón…Y Juan de Dios, el niño esclavo, hijo de Hipólita, en las noches de luna se atrevía a montar para adivinar las estrellas.
Contaron los viejos hacedores de Pamplona la nueva del caballo negro que le brindaron en su llegada a San José de Cúcuta, en 1813, con este mismo corcel abrió la entrada triunfal a la ciudad de Mérida, donde don Cristóbal Mendoza, en un canto de pueblo junto a los vecinos de la ciudad de las nieves, y frente a la casa consistorial, lo aclamaron por vez primera Libertador de la patria. Este es el mismo caballo que se cubrió de sombra en el samán de güere. De las sabanas del Apure, un cacique del Arauca le regaló un blanco caballo descendiente de los viejos sementales árabes que trajeron los andaluces, moro como las leyendas antiguas; este se convirtió en el legendario símbolo de la libertad, al que Carmelo Fernández describió en el Escudo Nacional.
Dijo Aurelio Ferrero Tamayo, en sus historias, que la Junta de San Antonio del Táchira, donde Bolívar dictó su primera proclama de guerra al invadir a Venezuela en 1813, le regaló caballos a la gesta de la libertad. Pero en Llanitos, el joven Brigadier General recibió de Manuela Briceño de Altuve un precioso potro que sirvió para llevar a la joven india de aquella comuna de Rancherías hasta la gloria de Caracas, mujer que pidió el general que le acompañase en tan inmensa misión.
Don Rafael María Rosales dedicó páginas a la memoria de doña María del Carmen Ramírez. Mujer tachirense que, unida a los ideales de Antonio Nariño, se unió a las marchas clandestinas por la libertad. Frecuentó los caminos de San Antonio en compañía de los aguerridos comuneros. Y el 16 de abril de 1813, en San Cristóbal, le obsequió a Simon Bolívar un hermoso caballo en su llegada frente a la esquina de Filisco. Es cuando el joven brigadier le ofrenda su espada redentora. Y allí en La Grita, el día 17, Sábado Santo, en la ciudad antigua de los Humogrías y para ese entonces Capital Política de provincia, junto a su Estado Mayor planificó la contienda Admirable en tierras venezolanas. Y le describió al Dr. Camilo Torres, presidente del Congreso de Nueva Granada, el interés por la inmensa lucha y le habló de … “los detractores, más la posibilidad de un decreto de “Guerra a Muerte” y el importante hecho que le vieran como su libertador”… El padre Fernando García de Hevia le apoyó con dos caballos de fuerza y un caballo pintado, más un baúl lleno de duros de oro, para seguir el camino a Mérida.
Aquel 19 de mayo de 1813, en las cuadras de don Antonio Velandria en Bailadores. se apertrecharon de caballos los soldados del ejército de la Unión y Bolívar, muy joven, agradeció los servicios a la causa más grande de los siglos de América. Juan Agapito Araque, soldado de la independencia, muy anciano contó en las montañas de La Grita, ciudad del Espíritu Santo, de esas realidades y hechos en las historias de los caballos de Simón Bolívar.
Don Tulio Febres Cordero, en sus leyendas históricas narraba sobre Casilda Buendía, quien en Santa Rosa de Viterbo, Tunja, le regaló el potro blanco. Ella había soñado que aquel potro, que pariría la yegua blanca grande de la hacienda sería para el libertador de los macabeos. El Libertador le nombró “Blanco Palomo” en recuerdo al corcel de su tío, el Marqués del Toro. Es este el mismo caballo que describe don Vicente Lecuna para que Tito Salas pintase en el interesante testimonio de la Emigración a Oriente.
En 1820, el general Pablo Morillo le envió como presente, ante la Gran Orden de Hermandad de la Santísima Trinidad de la Gran Logia, un caballo llamado “Regalado”, antes de partir a España. Como también después del saludo de honor en Santa Ana de Trujillo.
Con Blanco Palomo, Bolívar dirige el Estado Mayor en Carabobo, descripción importante que hace el presidente y general Guzmán Blanco a Martín Tovar y Tovar para el gran mural del Salón Elíptico del Capitolio Nacional. Según versiones narradas por el general J.A. Páez, con este hermoso caballo Bolívar hace la entrada triunfal a Caracas, donde lleno de alegría y admiración por la gloria conseguida en la Campaña Admirable, el 6 de agosto de 1813, y en el esplendor de las multitudes que lo aclamaban, de repente desmonta e impresiona al pueblo de Caracas, por ir a venerar y besar las manos de su segunda madre, la Negra Hipólita, a quien vio oculta entre la multitud del pueblo. De quien Rufino Blanco Fombona contó cuando en sus andares describió la adoración por el general del tiempo. El maestro Fidel Orozco relató a “Trueno”, un caballo de fuerzas inmensas que le ayudó a cruzar el páramo del Pisba, “El Paso de los Andes”, para dar la libertad a Colombia, en Boyacá. El mismo caballo de las Queseras del Medio. En 1822, Rafael Urdaneta le ofreció a su gloria de libertad un caballo, en la centuria de Maracaibo, allí en una de las noches de luna de los Puertos de Altagracia.
En Bogotá, don Andrés de Quintero le regaló a “Tormenta”, una yegua muy ágil y veloz. En Quito, llevando a “Palomo”, Manuela Sáenz le envió una guirnalda de flores desde un balcón cuando cruzaba la calle de los reyes Incas, después de la gloria de Pichincha. El Mariscal Andrés de la Santa Cruz pidió al Libertador le regalase a “Palomo”, este fue entregado al Mariscal, el cual murió pocos meses después de tristeza. Y en la gloria de Ayacucho, el ayuntamiento de Lima le ofrendó una espada sagrada con oro del Perú en 1826 y la Universidad de San Marcos de Lima le concedió el título de Doctor en Leyes. Más junto a un brioso caballo negro el triunfo de América. Simon Rodríguez lo cuenta en su anecdotario de sus vivencias bolivarianas.
José de San Martín envió a Bolívar de regalo un fusil, de chispa de piedra, dos pistolas y un brioso caballo de las pampas del Sur. Con este semental subió al Potosí, Alto Perú, y fue a Pucará, donde José Domingo Choquecuanca pronuncio la arenga en la lengua quechua. La más sublime invocación descrita a los guerreros del mundo. Hermoso significado de la gloria de Simon Bolívar en la lengua originaria de los incas…quien en las horas de meditación en el viejo Palacio de la Magdalena de Lima invocó de amor la gracia de sus caballos.
Camino de Santa Marta le fue legado un caballo “Pinto” para que acompañara los pasos del insigne Libertador, en la caravana que lo llevaría a la muerte. Camino de un exilio eterno. Y la inmortalidad. El caballo fue utilizado días después por don Joaquín de Mier en San Pedro Alejandrino para llevar al reverendo Hermenegildo Barranco, “El cura de Mamatoco”, a la presencia del Libertador, y rindiera su extremaunción al enfermo ilustre y traicionado. De quien su edecán y mayordomo, José Palacios, conservó por muchos años.
En la gloria de América y del mundo jamás había existido hombre que hubiese cabalgado tanto en leguas a caballo; se describió que debajo de sus partes íntimas, en sus dos piernas, tenía callos inmensos por tanta marcha en la contienda del nuevo mundo.
Ahora este legado de la manumisión está en los encantos de la Patria, en los caballos que circundan la America, desde el Perú glorioso, Bolivia, Ecuador, Panamá, Colombia, hasta la Venezuela de llanos inmensos, desde las Pampas de Argentina hasta la voz de los Mayas, los Incas y los negros bravíos, sangre de los hortelanos, en el mestizaje de los pueblos y en la estampida más legendaria de los siglos.
Aún los caballos galopan en los horizontes en busca de la libertad y de la gloria sagrada de Bolívar…
Claro de Luna, mayo 2021.-
(*)CRONISTA DE LA GRITA
MIEMBRO HONORARIO SOCIEDAD BOLIVARIANA DE NEW YORK.
PREMIO INTERNACIONAL DE DIBUJO “JOAN MIRO”-1987. BARCELONA. ESPAÑA.
MAESTRO HONORARIO.
DOCTOR EN ARTE.
Néstor Melani Orozco (*)