Un grupo de comerciantes, que por temor a represalias pidió omitir sus identidades, denunciaron que lo que parece ser una pandilla, conformada por niños y adultos, mantiene en constante zozobra al gremio, sobre todo a los que se ubican en las adyacencias de la plaza Los Mangos.

Entre estos presuntos vándalos, explicaron, destaca un menor de entre 12 a 14 años, quien de manera ambulante vende dulces y que en reiteradas oportunidades ha tenido conflictos serios con al menos dos vigilantes, de igual número de centros comerciales, una vez que no le permitieron ingresar a las instalaciones para vender chucherías.

De él dijeron que en una oportunidad, en venganza porque un vigilante evitó su ingreso a un centro comercial, el muchacho le lanzó una botella y minutos después arribaron dos hombres para amenazar de muerte al trabajador que tuvo el impasse con el jovencito.

Suponen que el menor les contó a los desconocidos lo que había pasado y estos reaccionaron de esta manera.

Estiman los denunciantes que al menos una mujer -con niños de corta edad-,  que también de manera informal vende dulces en la zona, y dos o tres hombres más, algunos de los cuales cuidan carros en la vía pública, serían parte de la banda.

Aseguraron que se dedican, además, a abrir vehículos, hurtan baterías y retrovisores, sin descartar la venta y distribución de droga al menudeo. También podrían ser quienes, en horas de la noche y madrugada, cometen hurtos en los establecimientos comerciales.

Los denunciantes dijeron estar preocupados, exigiendo mayor presencia de las autoridades policiales en la zona, antes que pueda ocurrir algo que lamentar.

Contaron que hace unos meses, un hombre que cuidaba carros y que de alguna manera alertaba a los comerciantes cuando percibía que había algún peligro cerca, fue atacado con un arma blanca, mientras dormía a las puertas de una iglesia de Barrio Obrero. Estuvo a punto de morir y, luego de recuperarse, prefirió irse del sector.

Creen los denunciantes que el hombre pudo haber sido víctima de este grupo de personas, en represalia por “cantarles la zona” a los comerciantes; de manera que el temor que sienten no es en vano, pues asumen que podrían ser peligrosos cuando se sientan amenazados. (MB)