Regional

“A mí me encanta vivir en Puente Real”

29 de mayo de 2021

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Puente Real es una barriada de San Cristóbal que cuenta con una infraestructura industrial, deportiva, educativa y cultural, que otras comunidades sancristobalenses envidiarían. Pero también ha tenido una historia de oscuras y gloriosas páginas escritas por una población en permanente lucha por la supervivencia


Por Freddy Omar Durán

Cantera de empresas, deportistas, músicos y gente echada para delante ante cualquier reto productivo que se imponga, se unen en Puente Real, populosa barriada de la capital tachirense que cuenta con el “paquete completo” para ser una de las comunidades más prósperas de San Cristóbal.

Sin embargo, muchos de los proyectos bandera que han inspirado los sueños de esa comunidad, enmarcada desde el pasaje Cumaná hasta la avenida Simón Bolívar, que todos llaman Marginal del Torbes, y desde la calle 16 hasta la calle 6 de San Cristóbal, han sido frenados por la crisis económica del país, lo cual no significa que sus habitantes se hayan quedado de brazos cruzados.

“Este es uno de los mejores barrios de Venezuela y el mundo -afirmó el líder comunal José Gregorio Martínez-. Aquí tenemos todo, tenemos un liceo, una zona industrial, un estadio de fútbol, un ambulatorio, un polideportivo, un comando de la guardia y una iglesia”.

Es toda una infraestructura educativa, productiva, asistencial, deportiva y cultural, que se extiende por varias cuadras a lo largo de los pasajes Barcelona y Cumanacoa, y a la que se podrían sumar la Escuela de Música, paralizada por la pandemia, la migración a otros países de su personal docente y daños en su edificación, especialmente en su techo, donde antes funcionaba un comando policial.

Recuperando espacios

Pero, con todo y sus logros, al contar con una comunidad en lucha para que sus representativos inmuebles de uso común e industrial no caigan en decadencia, ha tenido momentos difíciles, muchos de los cuales han sido superados y se espera no regresen más, como la arremetida del sicariato hacia finales del siglo pasado y principios del presente.

—Hubo una época de muchos asesinatos, pero por lo general los cometía gente que no era de acá; pero ya podemos decir que esos tiempos se han ido. Ya nos sentimos más seguros -sostiene Pablo Emilio Carrero-.

Como dirigente deportivo, Carrero afirma que gracias al deporte gran parte de la juventud se ha salvado de la delincuencia, y por eso hay el deseo de recuperar las instalaciones, que antiguamente pertenecían al Consejo Nacional del Niño.

—Queremos ver si, de una u otra manera, podemos recuperar la piscina y las demás instalaciones deportivas, lo más que se pueda. La Asociación de Triatlón del Táchira nos está orientando y echando la mano en todo lo que ella pueda. No queremos que esto se eche a perder y se dañe; la piscina está verde y solo es un criadero de mosquitos. Desde el año pasado no ha estado en funcionamiento. Antes contaba con dos motores, que por obra y gracia del Espíritu Santo ya no existen. No hay llave para las puertas, y los baños están en lamentable estado -resume-.

Agrega que recuperaron la cancha de fútbol, que querían usar de estacionamiento. “Allí tenemos una escuela deportiva, y hay la intención de recuperar otro espacio para construir la tribuna y los camerinos. Hemos conversado con la capitana Torres, de la GNB, y los consejos comunales, y ellos están ganados a la idea, pues no podemos hacer nuestro aporte si no estamos autorizados”, dice.

En su vecindad se levanta la Gran Base de Misiones, bajo la coordinación del Movimiento por la Paz y la Vida, un complejo deportivo de varios pisos, del que difícilmente se encuentra otro en el Táchira, donde además de practicarse disciplinas como el boxeo, el kickboxing, el karate, el kendo, la esgrima, el tenis de mesa, también se desarrollan diversas actividades culturales y comunicacionales.

Manuel Peñaloza fue uno de esas estrellas profesionales que fueron reclutadas, mientras técnicos de equipos del Táchira y de otras partes del país veían entrenar a las jóvenes promesas, especialmente en el estadio Claudio Gabino Uribe, “El Cuadro”, antiguamente una “caimanera” que los propios habitantes ayudaron a construir en 1958, recibiendo algunos aportes oficiales, durante la gestión del alcalde William Méndez.

Su nombre curiosamente viene de un beisbolista que murió allí al recibir un pelotazo. Para los años setenta sería la migración colombiana la que contribuiría a que el balompié prevaleciese como la disciplina principal, y sitio para muchas justas interbarrios e interempresas, así como los entrenamientos del Deportivo Táchira, incluso equipos internacionales.

—Aquí hay buenos jugadores, pero no hay ahora quién se acerque a descubrirlos. Antes venían mucho por acá, incluso técnicos de otras ciudades de Venezuela. A mí me descubrió eRamón “Pocho” Echenausi, quien dijo: ´ese tiene sangre de toro´, y me mandó para el Portuguesa. Por acá se acercaban Estefan Veracochea, Carlos Ignacio Moreno, César Semidey. De Puente Real son ‘Kike’ Sanabria, Marlon García y Osvaldo Contreras, entre otros.

Gente buena

—Contamos con gente muy buena, hay gente que hay que agradecerle su colaboración, porque se han dado cuenta de que no es Gobierno todo, que independientemente de la clase política, hay que buscar la manera de que nosotros, como ciudadanos, demos un aporte y en beneficio para nosotros mismos, y que de alguna u otra manera se terminará beneficiado de aquello a lo que ha ayudado a sostener— subraya Pablo Emilio Carrero.

Ese gran abrazo solidario alrededor de sus instituciones se ha visto especialmente reflejado en el ambulatorio de Puente Real, fundado a mediados de los años 70, que no solo atiende pacientes del sector sino de San Cristóbal y otros municipios. Muy pronto las buenas noticias vendrán para ese centro médico, cuando esté a disposición para algunas intervenciones quirúrgicas y se extienda el servicio de consulta.

—Se van a asistir partos –informa Gregorio Martínez- y se atenderán algunas especialidades; pero necesitamos urgentemente que le garanticen al ambulatorio el suministro continuo de energía. Cuando nos tocan los apagones, de hasta 6 horas, se tiene que recurrir a una planta eléctrica, que muchas veces debe apagarse.

Residente de Puente Real desde que nació, hace 61 años, Martínez reconoció el trabajo del padre Feliciano Emilio Díaz para que en los años 70 no solo se consolidaran ese ambulatorio, el liceo Rómulo Costa y la iglesia El Buen Pastor, sino para el saneamiento social, pues él mismo, en sus rondas nocturnas, se encargó de cerrar muchos prostíbulos y procuraba que la gente se fuera temprano a sus casas.

Fundada en los años 40, Puente Real ha sufrido muchas metamorfosis, desde que familias como la Fonterez abrieran negocios, como una alfarería ubicada en la calle 12 con pasajes Barcelona y Guasdualito.

Contribuyó en gran medida la construcción de la avenida Simón Bolívar –Marginal del Torbes-, en terrenos del barrio de invasión La Playa, que posteriormente serían los fundadores del barrio Genaro Méndez. Los más viejos aún creen ver recorrer por sus calles a personajes típicos como Joseíto y el Gago, encargados de hacer los mandados y ser las mascotas de los equipos de fútbol del barrio.

Parque industrial en crisis

A su zona industrial, Puente Real debe gran parte de su renombre. En sus buenas épocas estaban activos unos 80 galpones, hoy apenas una veintena y trabajando a media máquina, que resisten la crisis económica. Antaño, en esos terrenos se sembraba caña de azúcar, procesada por una vieja molienda.

—En la zona industrial había empleo para todo el mundo, y mucha mano de obra especializada venida de Colombia estuvo allí. Existían empresas dedicadas a los cromados, resortes, pañales para bebé y tendidos— repasa Manuel Peñaloza.

Hoy una economía hogareña prolifera por doquier, así como pequeños negocios dedicados a los víveres, panadería, licores y mecánica.

—Los vecinos se han aplicado mucho al comercio informal, porque no hay más nada que hacer. No hay fuentes de trabajo y entonces montan su propio negocio, donde viven. Algunos comenzaron colocando una mesita frente a su casa, sobre todo obligados por la pandemia, y ya tienen un puesto más grande y con más mercancía. Otros se dedican a ofrecerles a esos negocios productos para la venta. La cosa está difícil, pero la gente no se rinde. Nos acostumbramos a esto. Si usted vende al día 8 mil pesos, bueno, y si al otro ganamos 4 mil, nos conformamos.

Pero si las necesidades se debaten en el interior de los hogares, en las vías públicas son más que evidentes.

“Falta rayado en las calles. Un día dije en la alcaldía que necesitábamos pintar la señalización y me respondieron que yo pusiera la pintura y ellos los obreros A cada rato peleamos con los motorizados y automóviles para que paren y dejen pasar a los niños que salen de los centros educativos, muchos de los cuales andan solos —continuó Peñaloza—. Además, las calles están fatales, por ejemplo, vaya a los pasajes Yagual y Guasdualito, aunque realmente los huecos están por todos lados. Tuvimos un bote de agua que duró como 8 meses, y yo le dije a la alcaldía que con eso llenábamos todas las piscinas deportivas de la ciudad”.

Por su parte, María Castillo se preocupa más por la iluminación, pues en las noches, tanto el barrio como la avenida Simón Bolívar parecen bocas de lobo.

—Algunas personas han arreglado algunos puntos de luz, pero por cuenta de ellos, pero de todas maneras hay oscuridad. Yo me amaño mucho viviendo aquí. A mí me encanta Puente Real –acota Castillo-.

Sobre el servicio del aseo, la queja generalizada es que pasa muy rápido y algunas personas no alcanzan al camión compactador. Se deben devolver a sus casas con los desechos.

Por un tiempo, detrás de la zona industrial, se formó un botadero de basura, al sugerirle a la colectividad que lanzara sus bolsas en ese lugar, del cual surgía una nube de moscas. Afortunadamente, el sitio ya ha recuperado la limpieza.

Una escuela de música

La pandemia y la falta de personal docente han paralizado el proyecto de una escuela de música que con emoción se estaba impulsando desde hace varios años y que por un tiempo tenía por sede la iglesia El Buen Pastor.

—Yo no me cansaré de decir que en el barrio hay mucho diamante sin pulir, mucha gente que hay que prestarle atención y ayudarla a salir adelante, en diferentes áreas, sea el deporte o la cultura. En Puente Real han crecido familias de tradición musical en el estado y Venezuela, e incluso tenemos talentos que triunfan en Francia. Sería una gran pena que la escuela de música no se reactivara; pero estamos haciendo lo posible para que eso no suceda— finaliza Pablo Emilio Carrero, maestro de la percusión tachirense.

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