Reportajes y Especiales
Un colegio convertido en embajada de venezolanos
14 de junio de 2021
El colegio solo tiene de frontera su nombre, una vez que se ingresa en él, toda discriminación, estigma o xenofobia desaparecen
Por Rosalinda Hernández C.
En la comunidad colombiana más cercana a la frontera venezolana, el corregimiento La Parada, municipio Villa del Rosario del departamento colombiano Norte de Santander, a pocos metros del puente internacional Simón Bolívar, se establece la Unidad Educativa Frontera, mejor conocida como el “Mega Colegio”, institución que se ha convertido es “la embajada de Venezuela” en la localidad, comenta con una sonrisa el rector del colegio Germán Eduardo Berbesi.
El colegio solo tiene de frontera su nombre, una vez que se ingresa en él, toda discriminación, estigma o xenofobia desaparecen. “Aquí no se distingue quien es el venezolano y quien es el colombiano. Ambos hablan y razonan parecido y hasta poseen los mismos gustos”, explica el rector de la institución con 55 años de funcionamiento.
La transculturización que se genera en la forma de comunicarse, dentro del colegio ha transcendido hasta el personal docente, “uno como docente termina utilizando los términos venezolanos, dice el liceo, la escuela, educación básica, etapa inicial, zona educativa, términos que no se emplean en Colombia”, agrega el profesor Berbesi.
El colegio Frontera tiene una matrícula de 1600 estudiantes de los cuales el 80% (1400) son jóvenes de origen venezolano. “Son venezolanos netos o hijos de padres colombianos que les han dado la nacionalidad”.
Alrededor de unos 1200 alumnos activos de la institución viven en la población venezolana de San Antonio del Táchira y cuando hay clases presenciales cruzan a diario la frontera por ahora se hacen de manera virtual a raíz de la pandemia.
Cultura de frontera
En los últimos tres años, con la migración de los venezolanos, la nómina de estudiantes ha empezado a crecer, la mayoría llegan procedentes de Caracas, Maracaibo, Valencia, y otros estados de Venezuela.
“Hace tres años el 40% de la población era venezolana, pero ninguno de los alumnos era venezolano neto, eran muchachos con doble nacionalidad y estaban regularizados. Hijos de colombianos que migraron y se quedaron en el estado Táchira y al nacer sus hijos solicitaron la nacionalidad colombiana también”.
La cultura aplicada dentro de la institución educativa colombiana es de cero xenofobia a pesar de estar instalados en una zona (La Parada), en la que los venezolanos y colombianos luchan por sobrevivir.
“Aquí los muchachos no se sienten ni venezolanos, ni colombianos, se sientes personas propias de la zona y en el colegio se abriga esa idea y se lucha por erradicar cualquier rasgo de xenofobia”.
El decano de la institución precisó que están preparados para enfrentar cualquier acción xenofóbica que pudiera surgir en el seno del colegio para cortarla de raíz, a través de la instalación de un comité de convivencia donde se conversa con los padres de familia y orientan a los niños involucrados en la acción.
Los docentes están preparados y no se permiten maltratos ni humillaciones por ningún motivo. “Aquí no se tratan como colombianos o venezolanos, se tratan todos como amigos. Es más fácil encontrar aquí xenofobia de los venezolanos hacia los colombianos porque existen aulas en las que, de un total de 40 alumnos, 39 son venezolanos y un solo colombiano”.
El rector de la Unidad Educativa Frontera, comentó que las políticas que manejan están orientadas a evitar la xenófoba. A la hora de realizar matriculas, si solo se dispone de ocho cupos, los mismos son otorgarlos a quienes lleguen primero a solicitarlos, sin discriminar si se trata de estudiantes de nacionalidad venezolana o colombiana.
“Nos basamos en una circular emitida por el Estado colombiano (Migración Colombia y el Ministerio de Educación) en el 2016, donde explica las condiciones para recibir a la población venezolana. El no tener legalizado su estatus migratorio no es motivo para que se le niegue un cupo para estudiar. Al contrario, se le debe orientar para que se regularicen y ofrecer lapsos de tiempo prudenciales para que entregue la documentación requerida, además de invitarnos a darles buen trato”.
Desnutrición
La desnutrición estudiantil es uno de los problemas con los que se tiene que lidiar en el colegio Frontera, y representa una situación que la institución no puede determinar por si sola pues carecen de programas del Estado colombiano que midan la problemática.
Por parte del gobierno colombiano existe el programa de alimentación PAE, generado para brindar alimentación a los estudiantes y crear permanencia en las escuelas, pero no hace una medición en la salud del niño, precisó el director de la institución.
La organización Comparte por una Vida Colombia, no solo ofrece una asistencia, sino que ha ido más allá, para descubrir ¿qué es lo que necesita los estudiantes? Y a partir de ahí se ha enfocado en realizar mediciones a los niños, análisis biométrico, cómo está su estado de salud y a partir de estas pruebas han determinado obesidad y desnutrición en la población estudiantil.
Los niños y jóvenes que presentan estos problemas pasan a formar parte del programa de Comparte Una Vida, y se les otorgan mensualmente suplementos nutricionales, un mercado normal de alimentos, también se realiza un seguimiento mensual durante un año hasta que los van recuperando y se les da de alta.
“Comparte Una Vida no solo realiza está acción con la población migrante, ellos miden a venezolanos y colombianos retornados por igual y si los encuentran en estado de desnutrición los apoyan, independientemente si reciben o no el programa PAE de alimentación del Estado”, dijo el rector.
Los problemas de salud de la población estudiantil se han ido subsanando gracias a la continuidad que durante tres años ha brindado el programa de Comparte Una Vida. Está acción permite que los niveles de deserción disminuyan, ubicándose en un 30% y constatando que se producen porque las familias no consiguieron un trabajo estable y deciden migrar a otro país o retornar al de origen.
Antes del confinamiento por pandemia el 100% de los estudiantes del mega colegio se beneficiaban de los programas ofrecidos por los organismos internacionales, fundaciones y el PAE. Luego de la pandemia algunas ayudas provenientes de instituciones internacionales han sido suspendidas hasta no retornar a la normalidad.
Población vulnerable
La mayoría de los estudiantes que llegan con las familias al corregimiento colombiano de La Parada y aspiran ingresar a la Unidad Educativa Frontera, son personas vulnerables que vienen huyendo de la problemática social y falta de oportunidades que se vive en Venezuela, señaló Germán Berbesi.
“Cuando uno les pregunta por qué migran, ellos dicen: no hay nada que hacer allá, los alimentos son inaccesibles, las propiedades no tienen valor y no hay una moneda de curso legal con la que se pueda tranzar, debe usarse el dólar. Aquí llegan buscando fortuna sin tomar en cuenta que no es sencillo ingresar a un país donde no hay empleo y las cosas tampoco son fáciles”.
En los conjuntos residenciales adyacentes al mega colegio que pertenecen a un estatus tres, pueden vivir acinadas entre tres y cuatro unidades familiares.
“Ofrecemos a las familias un apoyo que, si bien no es psicológico, es un apoyo amoroso porque son personas que necesitan ser escuchadas, que se les mire a los ojos, que se les reconozca y nosotros lo hacemos porque sabemos que se trata de una población que ya viene vulnerada”, comentó el profesor Berbesi a Diario La Nación.
Lamentó el docente colombiano no poder atender la demanda del grueso de la migración que llega solicitando apoyo. En el 2017, se generaron 800 nuevos cupos para estudiantes migrantes de una demanda de 5000 jóvenes que lo solicitaron.
“Los estudiantes que no pudieron ingresar a nuestra institución tuvieron que buscar cupo en otras instituciones de Cúcuta o a Villa del Rosario, donde si los rechazan por ser venezolanos y le ponen inconvenientes en toda la documentación que traen…ellos lloran y piden ayuda, pero la cuestión de los cupos es algo que se escapa de nuestras manos”.
Para el flujo de migrante resulta mejor conseguir cupo en este colegio porque es más fácil vivir en la línea limítrofe y hacer una migración pendular que vivir en Cúcuta. “Es más sencillo venir aquí recibir educación, servicios, abastecimiento y regresar a Venezuela”.
Retos por superar
Regularizarse o poder tener un estatus legal migratorio es un de los mayores retos que presentan los jóvenes estudiantes al llegar a Colombia, de esta situación no escapan quienes se matriculan en el colegio Frontera.
“De no tener un padre, una madre colombianos que le puedan dar la nacionalidad no hay forma que puedan salir de promoción (obtener el título de bachiller). Lo que se les exige es una cédula de extranjería, visa de estudiante o Permiso Especial de Permanencia y quienes no tengan ninguno de estos documentos vigentes no pueden optar a la promoción de bachillerato o título hasta que no legalicen su situación migratoria”.
En todo el departamento Norte de Santander hay 111 jóvenes venezolanos que no han podido recibir sus diplomas porque no poseen un estatus legal migratorio, destacó el rector.
Otro de los mayores contratiempos que presentan los estudiantes venezolanos migrantes al llegar a Colombia es que no poseen documentos apostillados. “Es un problema recurrente y nos corresponde llevarlos al proceso de validación, en un lapso de tres años cerca de 800 estudiantes han sido llevados al proceso de validación para legalizar estudios porque desde Venezuela no pueden traer los documentos legalmente constituidos”.
El empalme o fusión de los planes de estudio venezolanos con los colombianos, representan otro reto a superar por la población estudiantil y los docentes.
En Colombia se ven nueve áreas formativas, mientras que en Venezuela solo cinco. Allá (Venezuela) no se ven materias como ética, religión, informática, ni inglés en las instituciones públicas.
Las materias relacionadas con las áreas sociales en Venezuela, tienen un enfoque más hacia las cátedras chavistas que hacía la ubicación espacial y por eso es que al llegar estos estudiantes solo pueden entrar a áreas como matemáticas, ciencias naturales, lengua y en Colombia corresponde acercarlos al inglés que no han visto, ni a la informática.
El estudiante venezolano sufre un choque académico cultural porque deben aprender de cero la parte geográfica de Colombia, sin conocer en algunos casos la geografía de su país de origen, pero poco a poco se van adentrando a ese conocimiento.
“Los venezolanos muestras más interés en la formación en las artes que en lo académico. Los muchachos llegan preguntando por cantos, coros y no los hay. Les cuesta adaptarse al sistema promocional que en Venezuela es del 1 al 20 y aquí del 1 al 5”, explicó el director de la institución.
Los niños de los municipios de la frontera tienen una cultura muy parecida a los de la frontera colombiana, pero quienes vienen del centro de Venezuela, no logran entender el pensamiento, ni la forma de alimentarse del colombiano, requieren adaptación.
El no poseer un trabajo estable ni el estudiante, ni la familia, es visto como otro de los retos que se tienen que enfrentar.
“Aquí tratamos que a través de fundaciones y organismos internacionales como ACNUR y Comparte por Una Vida, de apoyar a los muchachos a través de programas de alimentación, salud, asistencia. Hacemos un trabajo también desde el punto de vista humanitario que los alumnos perciben y agradecen”, puntualizó el rector de la institución de frontera.