Padre no es el que engendra sino el que cría, pues son muchas las familias en las que un hermano, un tío o como el caso de José Luis Rivera, en Lobatera, quien es el abuelo del pequeño Yeiker, forman como hijos a esos niños que por varias razones, una de ellas la migración, los han separado de sus progenitores
Por Juan José Contreras C.
Especial/La Nación
El amor de un padre por los hijos, cuando es genuino y abnegado, puede ser una de las fuerzas más grandes que impulsan a un ser humano. Ahora, cuando se trata de los nietos, se dice que este amor es aún más fuerte. ¿Hasta dónde puede llegar un abuelo por el bienestar de ese pequeño ser querido?, bueno, en el caso de José Luis Rivera, su día a día está enfocado a una única prioridad: el cuidado y bienestar de un niñito de sonrisa pícara, que es la luz de su vida.
Con tres años de edad recién cumplidos este pasado mes de mayo, Yeiker Lionel es vivaz y lleno de energía, con dinamismo va de un lado al otro de la sala, y es atentamente vigilado por José Luis Rivera, su abuelo, título singular a sus 43 años, pero siendo un hombre de fe, sabe que Dios obra de maneras misteriosas, y cuenta con su bendición.
Cuando su hija dio a luz, la vida de José Luis Rivera cambió radicalmente, la llegada del bebé, Yeiker, representó una inmensa alegría. Pasado un año del alumbramiento, la joven tuvo que migrar en búsqueda de mejores oportunidades para ella y su retoño, partió inicialmente a Colombia junto a su madre. José Luis no solo ha cuidado a su nieto desde que llegó al mundo, sino que en los últimos años han estado solo él y el niño, toda su voluntad está direccionada en cuidados y atenciones para esta personita.
Día a día
José Luis Rivera es el portero de la Escuela Bolivariana Ciudad de Carúpano, en Lobatera, al centro del estado Táchira. Desde la madrugada, él se levanta a hacer el desayuno, el almuerzo y la merienda de su nieto; si tiene que ir a abrir el recinto escolar, aunque solo sea por un rato, lo deja en el de cuidado diario, pues por la pandemia, todos los días él niño está a su cargo. La casa es el espacio de los dos, y con regocijo ve cómo el pequeño Yeiker crece y aprende cada vez más.
“Él está en el Maternal del preescolar de Lobatera, lo que le manden en la escuela de tarea lo hacemos, nos ponemos a dibujar, pintar… así yo no sepa, me adapto, hago todo el esfuerzo por mi nieto, lo adoro”, comentó visiblemente alegre el orgulloso abuelo.
“No me dice abuelo, ni nono, sino papá. Hace casi un año le dio al niño una leve parálisis facial, se le torció la carita; yo pensé que me iba a morir de la angustia. fuimos al médico, pero se reestableció completamente con las terapias y todo el tratamiento, gracias a Dios”, recordó afligido Rivera.
Motivación
José Luis Rivera destacó la responsabilidad y el cariño para con su nieto. El resguardo por la pandemia ha hecho que la interacción con otros miembros de la familia sea limitada por la bioseguridad y el cuidado ante la covid-19. Su sobrina, madrina del niño, es una de las que han estado cerca, ayudando con el pequeño Yeiker.
“En los momentos difíciles, mi nieto me da esperanza, pienso que tengo que salir adelante por él; si estoy desanimado, me vuelvo a levantar otra vez, para trabajar por su bienestar”, explicó Rivera. Sobre el eventual reencuentro del niño con su madre, que ahora está Chile, comentó con cierta melancolía: “Ni sé cómo me preparo. Ya ella me dijo: ‘papá, yo quiero que me traiga al niño y que él se quede aquí’. Por ahora, por la situación, estará otro poquito conmigo. Yo sé que algún día se lo tengo que entregar a mi hija, pero no quiero pensar en eso, vivo un día a la vez, disfrutando de la alegría de mi nieto”.
A los padres
Finalmente, José Luis Rivera dio un mensaje a las figuras paternas: “para los que están comprometidos, así como yo, que lo sigan haciendo de todo corazón, con todo el amor del mundo, cada día con más cariño, para que las cosas salgan bien, y que sepan formar y educar a sus niños. Y para los que no lo hacen, que se pongan la mano en el corazón y tomen conciencia de sus hijos, porque algún día ellos van a crecer y se van a dar cuenta de que no los ayudaron. Yo creo en la justicia divina, y tarde o temprano le pasan la factura a uno, y ese día nadie queda debiendo nada en esta tierra”.