Fernanda Egaña
Muchas veces tendemos a analizar los problemas del conjunto nacional desde la posición particular de nuestra profesión o área de interés. Así, los economistas resaltan sus materias; los políticos, la dimensión del Estado y el poder; los juristas, las leyes; los militares, el control correspondiente; los educadores y sanitaristas, la cuestión social, y así, la lista se hace larga.
También, muchas veces, hay un tema central en las crisis nacionales. Sea político, jurídico, económico, social o militar. Si este tema central recibe el reconocimiento y el tratamiento adecuado, la situación general tiende a estabilizarse y las condiciones de vida a mejorar.
¿Pero, qué pasa en los tiempos de catástrofe, en los que se suman todas las principales facetas de una crisis, para devenir en una crisis integral, que hasta se podría denominar «existencial»? ¿Qué pasa?
Venezuela es una muestra trágica de lo que pasa. Se pierde la viabilidad misma de la nación para ofrecer una vida humana a la población. Y esta emigra, si lo consigue, o se resigna a sobrevivir en condiciones infrahumanas.
Es necesario identificar cuál es la causa de la catástrofe o crisis integral. En nuestro caso, no me cabe duda que es el proyecto de dominación o la hegemonía despótica, depredadora y envilecida.
Todo empeorará mientras la hegemonía continúe imperando. El objetivo de la lucha por un cambio positivo tiene, entonces, un requisito esencial: restituir los derechos democráticos del pueblo venezolano, tal y como lo exige la Constitución. La hegemonía es incompatible con ello. La superación de la crisis existencial implica que la hegemonía pase a la mala historia.
Fernando Luis Egaña