Shanghái, China | AFP | “Déjame cortarte el pelo, monada”, dice con cariño Zhi Xiang a un perro callejero de pelaje largo y enmarañado por la lluvia que acaba de recoger en la perrera de Shanghái.
Zhi Xiang (se pronuncia Djeu Siang) es un amante de los animales que ha puesto el budismo al servicio del mejor amigo del hombre.
Dos veces por semana acude a la perrera, donde la policía amontona a los perros callejeros. El monje se los lleva a todos, o sea un centenar de supervivientes más de cada vez.
Cuida a casi 8.000 perros en su templo y en un refugio de los suburbios de la ciudad más grande de China, donde el cambio del estilo de vida trae aparejado el abandono de animales.