El acueducto “La Zancuda”, en La Reforma, requiere de un trabajo macro en cuanto a la sustitución de la tubería de asbesto, lo que sería la solución inmediata; sin embrago, aunque se vislumbran otros proyectos, ello supone una gran inversión
La lluvia no solo es sinónimo de ríos desbordados y calles anegadas, para los habitantes del sur del Táchira; para muchos, es una posibilidad de oro para llenar pipotes y tobos de agua, con lo que pueden mitigar la escasez del preciado líquido en sectores de La Morita, Naranjales y Los Manguitos, poblaciones pertenecientes a la parroquia Alberto Adriani del municipio Fernández Feo.
Apenas se escuchan las primeras gotas de lluvia, al golpear los techos de zinc o acerolit, las familias colocan una hilera de ollas bajo los bajantes de los techos o los tubos de las canales, de ser el caso. De esta manera, obtienen unos cuantos litros de agua que utilizan para preparar los alimentos, fregar la loza y asearse.
«En los últimos meses, en muchas ocasiones, hemos estado sin agua en nuestros hogares, algo que dificulta, de gran manera, nuestro quehacer diario, sobre todo si tenemos niños pequeños y personas de la tercera edad. Asimismo, con la pandemia, el agua es indispensable para mantener las casas desinfectadas», indica una habitante de Los Manguitos.
Además de aprovechar el periodo de lluvias en el país, los vecinos afectados buscan el apoyo de familiares y amigos que cuentan con puntillos; mientras que otros, la minoría, adquieren el agua a camiones cisternas que prestan el servicio, lo que constituye un gasto que oscila entre los diez mil y veinte mil pesos colombianos.
Acueducto requiere macroproyecto
El acueducto, que no solo abastece a la citada parroquia del municipio Fernández Feo, sino también a su capital, San Rafael de El Piñal, entre otras poblaciones como Isla de Betancourt, se llama «La Zancuda» y está ubicado a una hora, aproximadamente, de La Morita, en el sector La Reforma, cerca de Cuite.
Vale recordar que la tubería fue instalada hace más de 40 años y ya dio su vida útil, por tratarse de tubos de asbesto; por lo tanto, presenta roturas constantes, lo que genera la contingencia.
Ante esta circunstancia, a finales del año pasado se iniciaron trabajos de sustitución de una parte de los tramos que presentan las fallas, por parte del equipo de Hidrosuroeste de la localidad, que contó con el apoyo de vecinos de las comunidades afectadas y una cuadrilla de la alcaldía de Fernández Feo, pero, al parecer, el objetivo no se logró por la falta de maquinaria y gasoil.
Para muchos vecinos y líderes comunitarios, más allá de solucionar estas averías, es preciso que se lleven a cabo estudios y se propongan proyectos de envergadura, de tal modo que, más allá de «pañitos de agua tibia» se concrete una solución a mediano y largo plazo con referencia a este importante servicio.
Puntillos como alternativa
Desde hace unos 25 años, con el advenimiento de nuevos sectores en Naranjales, como el 27 de Febrero, Teteo I y La Paz, el uso de puntillos comenzó a tener un auge importante. Por ello, muchas familias no dependen del referido acueducto, pues entonces lograron instalar este tipo de mecanismo de perforación vertical.
Actualmente, esta alternativa es muy costosa, por lo que muy pocas familias cuentan con la posibilidad de instalarla. De hecho, se estima que la compra de los materiales y el pago de mano de obra pueden rozar el millón de pesos.
Por otra parte, un técnico que labora en la oficina del Ministerio del Ambiente de Naranjales precisa que estudios relativos al tema indicarían que el uso desproporcionado de este modo de extracción de agua acarrea daños al ambiente. «Además, debería estudiarse con regularidad el agua extraída con puntillos, para verificar que es totalmente potable», advierte.
En definitiva, las familias afectadas exhortan a la empresa Hidrosuroeste, al gobierno local, a la Gobernación del Táchira y al Gobierno nacional, a unir esfuerzos, con el fin de iniciar los trabajos necesarios, que pongan punto final a la pesadilla que implica el no contar con este vital servicio en medio de la pandemia.
Raúl Márquez