Eduardo Fernández
La Iglesia católica tiene una oración muy bella que dice: “Señor, danos sacerdotes, danos muchos sacerdotes, danos muchos santos sacerdotes”.
Tomo prestada esa oración para decir: “Señor, danos líderes, danos muchos líderes, danos muchos santos líderes”. La política, en nuestros días, está tremendamente devaluada. Las encuestas de opinión pública ponen de manifiesto que los venezolanos no tienen buena opinión de quienes se supone que son sus líderes. Esto es así, tanto en relación con los líderes del gobierno o del sector oficialista, como en relación con los líderes de la oposición o de los que deberían conformar la Alternativa Democrática.
El país necesita líderes democráticos e instituciones democráticas que sean apreciados y respetados por los ciudadanos. En este momento tan difícil de la vida nacional no los tenemos. No hay ninguna organización política-partidista que merezca un voto aprobatorio de la opinión pública. Tampoco prevalece un juicio positivo acerca del gobierno, ni de la Asamblea Nacional, ni de los gobiernos regionales o locales, ni de otras instituciones fundamentales como la Contraloría o la Fiscalía o la Defensoría del Pueblo o del Consejo Nacional Electoral.
La reconstrucción de la democracia venezolana pasa por la reconstrucción de sus instituciones: un gobierno que gobierne ajustado al estado de derecho; una Asamblea Nacional que legisle con autonomía e independencia y que controle la marcha de la Administración pública; un Poder Judicial que administre justicia, con apego a la Constitución y a la ley y que merezca la confianza de los ciudadanos, y un Poder Electoral que actúe con seriedad y apego a la justicia.
Se trata de la arquitectura institucional de la democracia. A ella hay que agregar los gobiernos regionales y municipales, a los cuales hay que transferir las competencias que les correspondan y los recursos económicos que les permitan cumplir con su deber de servicio a los ciudadanos.
Las elecciones de los gobiernos regionales y municipales es la ocasión propicia para el surgimiento de nuevos líderes. Líderes que sean representativos de sus comunidades, que no sean impuestos por cogollos partidistas de la capital de la República. Líderes que tengan solvencia moral y que no sean aventureros en busca de prebendas y de riqueza fácil, líderes que sean competentes para el desempeño de las funciones para las cuales van a ser electos.
Ojalá la providencia divina nos conceda el privilegio de contar con los líderes que necesita nuestra democracia.
Seguiremos conversando.