Néstor Melani Orozco
Había rosas blancas y la iglesia poseía aromas e inciensos. La caravana libertadora emprendió el camino de los páramos, pues aquel 13 de abril de 1813 los patriotas habían derrotado al español Ramón Correa en la Angostura del Cobre. Bolívar, al saber la heroica escaramuza del coronel Manuel del Castillo, avanzó hacia San Antonio, Capacho y San Cristóbal, sin el permiso del Congreso de la Nueva Granada. Hizo el testimonio de la libertad.
La heroína de Táriba, doña Maeia del Carmen Ramírez de Briceño, lo recibe el 16 de abril en la cuesta de Filisco de San Cristóbal y desde sus honores de comandante de los Ejércitos de la Unión, le narra los milagros y las virtudes de una Virgen en Táriba, grabada en una tabla y hecha majestad de la madre de Dios con la fuerza originaria de los nativos que imploraban al río rojo venido de las montañas.
El padre Eloy Emilio Pineda, español de Granada y prestado por el vicario de Pamplona a San Cristóbal, hizo oraciones, aun sabiendo que la guerra era contra el reino de Aranjuez.
El poderoso ejército de la Campaña Admirable se detuvo. Y María del Carmen Ramírez nuevamente le describió al General la grandeza de la madre de Dios. Las puertas de la iglesia se abrieron y el prioste, Aurelio García de Méndez, descubrió la tabla franciscana, rugieron los caballos y el padre Pineda dio una oración inmensa. Mientras el Libertador contempló la obra impresa por lo divino y creada por la escuela del agustino fraile Francisco de Orellana.
Sonó el corneta y los ojos del General invocaron desde su honor y su devoción, y recordó el altar de San Mateo y los símbolos de amor a la Virgen de los cristianos.
Entonces José Palacios, su mayordomo, le trajo entre sus reliquias una diadema de plata que Flora Tristán le regaló en París, y dejándola a los pies de María de Consolación invocó la gloria de Colombia. El reverendo padre rezó en latín y los visionarios ojos del tío José Félix Ribas, en exclamación, las glorias de la emancipación.
¡Cantaron los gallos!
Y el humo del incienso se elevó como el vuelo circular de las golondrinas.
La marcha continuó en la vía a la vieja Lobatera, donde había que remontar el Páramo del Zumbador y cruzar a San Bartolomé del Cobre, y esa tarde del 17 de abril arribar a la ciudad del Espíritu Santo de La Grita, capital política de los Andes…
La Virgen de la Consolación de Táriba es el milagro de los sueños benditos desde 1560. Matrona de los tachirenses y testimonio de la evangelización.
Obra del manierismo pictórico y milagro de Dios en las aguas rojas del río gigante.
Quien de amor el Libertador ofrendó la eternidad de los gritos de la patria y la gracia de sus oraciones.
Hace varios años, en una visita a la casona del ilustre maestro don Tirso Sánchez Noguera, logré revivir esta apreciación histórica de la Campaña Admirable y saber aún más del sacerdote español, testigo de Bolívar creyente y de amor libertador y de gracia político.
Donde cada 15 de agosto los peregrinos caminan a Táriba, la «Perla del Torbes», para adorar a la Virgen de la tabla sagrada de la escuela de arte de los agustinos…
¡Gloria al infinito!
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Para mi libro
LOS VIAJEROS DEL TIEMPO