Carlos Casanova Leal
Esto en razón a la circunstancia en la que actualmente se encuentran los venezolanos dentro del país, en estado de indefensión, padeciendo sobre sus hombros una crisis humanitaria compleja que los mantiene en la profunda pobreza, y los que por efectos de las mismas políticas comunistas emigraron, donde están atravesando por una reducción de su dignidad humana, sometidos a esclavitud moderna, explotación sexual, desaparición forzada, tráfico de órganos, entre otras formas de indignidad.
La condición del migrante en el marco de una recesión mundial, producto del disparo del PCCH a la economía mundial, lo pone en desventaja, toda vez que las oportunidades de empleo se reducen en una tercera parte, por lo que los países prefieren apoyar a sus connacionales.
La decisión de migrar es personal, pero también es cierto que se han constituido mafias que ofrecen trabajo seguro y terminan en manos de los que los esclavizarán; los datos que aporta el informe del 13-08-2021 del Centro de Derechos Humanos de la UCAB son alarmantes.
Así, encontramos que: “21 % de los migrantes en Trinidad y Tobago, Panamá, República Dominicana, Costa Rica y Guyana, han trabajado sin recibir ninguna remuneración o fueron retenidos contra su voluntad desde que salieron de Venezuela”.
Se destaca que en “San Cristóbal y Ureña, ciudades venezolanas en la frontera con Colombia, las mujeres son captadas mediante ofertas engañosas de redes criminales transnacionales. Les dicen que las contratarán para labores agrícolas o tareas domésticas, para fincas y barequeo o en minas de oro. Sin embargo, una vez llegan al lugar de destino, son prostituidas en negocios controlados por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y otros grupos armados”.
Además, el informe revela que “en el Norte de Santander se determinó que el 90 % de las trabajadoras sexuales son de nacionalidad venezolana. También se cuenta con registro de hombres de nacionalidad colombiana que ofrecen ayuda a mujeres venezolanas con niños, a cambio de situaciones que implican servidumbre doméstica y esclavitud sexual”.
El mantener las trochas abiertas facilita que, “en los cruces fronterizos irregulares desde Venezuela a Colombia, fuerzan a las mujeres que no tienen dinero para los grupos armados a pagar con sexo. En algunos casos, reclutan a los menores de edad por estos grupos insurgentes”.
El CDH de la UCAB “registró que, en Trinidad y Tobago, captan a la mayoría de las víctimas con ofertas engañosas de empleo. Al llegar al destino, las obligan a prostituirse. En junio del 2021 se conoció que, una vez las víctimas se encuentran en Trinidad y Tobago, deben pagar hasta 2.000 dólares por su libertad a los líderes de las bandas organizadas de trata”.
A todo este drama, los venezolanos son sometidos a la brutal xenofobia que pone en riesgo sus vidas y pocos bienes, así como sus lugares de habitación.
En Venezuela, la crisis no tiene precedentes, si hablamos dentro de la crisis humanitaria compleja del colapso del sector salud, con una grave incidencia en desatención traducida en un derecho a la salud que el ciudadano no tiene revelado en muertes que pudieron haberse evitado.
Para esta involución revolucionaria que ofreció medicina socializada, gratuita, integral endógena, universal, solidaria, comunitaria y otros epítetos vacíos de contenido, terminó en la salud paga, la atención de las personas en el sector público pasa por el hecho de que el paciente pague por los insumos, medicamentos; en definitiva, por todo, si no tiene, ya sabe qué sucederá.
Los venezolanos, donde nos encontremos, vivimos una tragedia, producto del comunismo en el poder.
Dios nos bendice.