«Cuidado con el barro en las trochas, se pueden caer”, es la advertencia que hace el dueño de un estacionamiento, ubicado cerca de los caminos verdes, en San Antonio del Táchira, a un grupo de clientes que dejaron sus carros en las instalaciones privadas, mientras realizan sus diligencias en el vecino país, Colombia.
Era martes 24 de agosto, y la ruta por los puentes no oficiales, las trochas, se hallaba enlodada como consecuencia de las fuertes precipitaciones de las últimas horas. El escenario, sin embargo, no frenó el ir y venir de ciudadanos, pues el caudal del río Táchira se mantuvo en un nivel medio.
La Platanera, una de las trochas más usadas por los venezolanos, mantuvo sus puentes improvisados. Sin embargo, en Las Pampas, el último tramo estuvo sin puente a causa de la fuerza del afluente.
“Pasé por La Platanera, porque trabajo en Colombia y se me hace difícil faltar”, dijo Luz Estela Dávila, para luego asegurar que el fango era insoportable. “Estuve a punto de caerme en tres oportunidades; mis zapatos terminaron cubiertos de barro”, subrayó esta ciudadana de 36 años.
Dávila trabaja en un local de venta de comida en el centro de Cúcuta, departamento Norte de Santander, en Colombia. “Me pagan por horas laboradas; no haber ido hoy hubiese significado menos dinero para mí”, indicó al ser consultada vía WhatsApp.
Peracal despejado
El punto de control de Peracal, en el municipio Bolívar, lucía despejado cerca de las 9:00 a.m. de ayer. Pocos vehículos entraban o salían a esa hora, cuya imagen contrastaba con los días de la última semana flexible, cuando las colas registradas, a esa altura, resultaban interminables.
Ya en la avenida Venezuela, cerca de las vallas metálicas, la situación era parecida. Poco flujo de personas, con récipe en mano, hacia la aduana principal de la ciudad fronteriza, donde está el primer filtro para acceder al puente internacional Simón Bolívar.
“Si los puentes estuvieran abiertos para todos, uno no tuviera que pasar estos inconvenientes cuando llueve”, recalcó finalmente Luz Estela Dávila.
Jonathan Maldonado