Carlos Orozco
Decía Mario Román, sabio popular en La Grita: -Los ríos no se le meten a la gente. Es la gente la que se le mete a los ríos, Carretico. Salvo fenómenos naturales que empujen lluvias torrenciales entre espacios que presten sus formas para formar unas crecientes devastadoras. Y tenía razón el amigo de la calle 3. Una cosa es construir viviendas en las vegas de los cauces, y otra es aguantar millones de litros en momenticos apenas. Tristes todos por la desgracia que ocurrió en el Valle del Mocotíes, señores. Ahí se va saliendo, con la ayuda de todos.
El gordo Sósimo está bravo con la tía Pulqueria. Ahora lo puso a encaramarse sobre un viejo budare torcido. -Hágame el favor, gordito, y se sube con cuidado, a ver si logramos enderezar este perol tan viejo. Casi se cae el pobre hombre. Claro, siempre anda con unas pantuflas viejas y se enreda, así el piso esté lisito. -Póngase zapatos, Sósimo, le decimos todos y nada que hace caso. Lo que son las cosas, amigos. El budare quedó como nuevo con el peso de nuestro amigo. Parece una oblea. De más está decir que las primeras arepas fueron para el gordito.
Seguimos en nuestros sueños del clasificatorio al Mundial de Qatar- 2022. Vamos en esta pelea que nos muestra colmillos diabólicos frente a otras selecciones y, lo que es más difícil, contra nuestros dirigentes y su mala gerencia. Ah, rigor.
El hombre no creía en cuestiones de rezos, conjuros y pócimas. Siempre se burlaba de estos recursos de emergencia que busca la gente al no encontrar alivio para el mal de ojo, descuajamiento, nuches y boberas. Dicen que fue un castigo eso de quedar con cara risueña ante todo. Podía ver cualquier situación que ameritara preocupación y su rostro siempre presentaba una sonrisa burlona. Esas cosas son delicadas, dice Melquiades.
El flaco Elpidio sigue con sus elucubraciones baratas al fondo de la casa grande del estanco. -Y si Dios nos hubiese hecho con un ojo en cada dedo de las manos, cavila y suelta la interrogante a los presentes. -Claro, amigos. En vez de un par de ojos, tendríamos diez para escudriñar todo lo que a veces se nos enconde por la limitación visual. Por ejemplo: Buscar una pantufla debajo de la cama; mirar por encima del cancel a ver qué hace una persona escondida; revisar debajo de los carros; sacar un dedo en cruce de calle a ver quién viene… – Este tipo me va a volver loca, grita, desesperada, la señora Marucha. Elpidio sonríe, socarrón.
Carlos Orozco Carrero