Hace un poco más de ocho años, la memoria de Ángela Marina, conocida como Mina, comenzó a volar. Quiere regresar a la casa de su infancia. Recuerda a sus padres y sus hermanos. A veces no reconoce a su esposo, ni la casa donde vive. El alzhéimer se alojó en su mente…
María Teresa Amaya
Desde hace aproximadamente un poco más de ocho años, Mina comenzó a olvidar muchas cosas. Tenía 76 años.
Ocurría cada vez con mayor frecuencia, pero siempre había una excusa. Ella decía: “¡Eso pasa!, hay que memorizar hasta que uno se acuerda”. Esa era una de las frases reiterativas para saldar el olvido. También repetía, “El almanaque no perdona”, frase que aún frecuenta.
¡No es fácil! No es nada fácil cuando ves cómo lentamente se pierden las agilidades de un ser humano. Una condición que aparece en un momento de la vida y sorprende a todos. En un instante se cruza en tu camino, sin distinción de edad y sexo. Es una enfermedad progresiva, causa problemas, pérdida de la memoria, pensamientos y comportamiento, es el mal de Alzheimer.
Hay historias y situaciones infinitas, vivencias de esas personas y sus cuidadores. Una de esas historias es la de Ángela Marina, Mina, quien en noviembre próximo cumplirá 85 años. Ella es una mujer noble, con mucho amor en su corazón. Profesional de la educación, graduada en Castellano y Literatura, taquígrafa, mecanógrafa y con la letra “Palmer”, uno de sus dones más admirado por quienes durante años han gozado de su alegría, su fraternidad, su don de gente bella. Definitivamente, una mujer bendecida por Dios.
Cuando el núcleo familiar está viviendo junto se nota, en cualquier momento, cómo ese ser querido insiste en la repetición de cuentos, en las ausencias de memoria o el estar perdido en su propia casa. Y se hace común otra frase: ¿y yo, qué era lo qué estaba haciendo?
En Mina ha sido distinta la evolución de la enfermedad de Alzheimer. Con su personalidad tan agradable, sus carcajadas al ver que no recordaba algo y, al mismo tiempo, su inteligencia para disimular lo que ya se hacía frecuente, en algunos momentos pasó desapercibido en la familia, era tomado como una simple distracción.
Pero llegó el momento en que esa acción de la memoria la preocupó a ella misma y a su familia. El médico indicaría el destino. Fue a un primer neurólogo, quien le alertó que algo pasaba en su memoria. Le colocó tratamiento y los parches transdérmicos de rivastigmina que se usan, en algunos casos, para tratar esos trastornos del olvido.
Mina obligó a que su familia se involucrara en su enfermedad. Su esposo, sus dos hijos, su nuera y su nieto comenzaron a seguir sus pasos, su rutina, a verla más de cerca. Un apoyo fundamental.
Otros familiares y muchos amigos se iban dando cuenta de su mal durante las conversaciones en sus visitas a la casa. Todos, desde un primer momento, mostraron su solidaridad con la querida Mina, formadora de muchos profesionales hoy día.
Los cuidadores
Aunque se aparentaba que la vida de Mina seguía normal, cocinando, atendiendo a la familia, yendo a leer en la iglesia, pues se consagró como lectora al ser una católica practicante, con devoción, todo comenzó a ser diferente.
Los olvidos se fueron incrementando cada día. Preparaba más comida de la necesaria, o se le olvidaba echarle sal. Repetía sus historias, y comenzó a concentrarse más en su pasado, sin recordar que sus padres habían fallecido.
Por ello, la familia decide buscar otra opción y ella, como noble mujer, acepta y se viste elegante. Como siempre, se perfuma y sonríe para ir a otro médico neurólogo. En el consultorio, el doctor le hace un test (pregunta y respuesta), la examina y le manda a hacerse exámenes, para luego, al traer los resultados, enviarle tratamiento. “Todo es importante, los medicamentos, su cumplimiento y el trato familiar, el amor y la comprensión, no contradecir”, les dijo. La mente de Mina comienza a viajar en el tiempo. No hay vuelta atrás.
El médico recomienda e insiste en la participación en la Fundación Alzheimer de Venezuela capítulo Táchira, tanto para el paciente como para uno de sus familiares o varios, y así poder entender la importancia del mal de Alzheimer, los cambios en la paciente y, por consiguiente, en su núcleo familiar.
Un paréntesis se sintió en esas primeras consultas, y las reacciones familiares. Hay que aprender definitivamente a aceptar este nuevo habitante del hogar, que llega y se queda para siempre.
La vida cambia y aparece el verdadero amor
De estos 8 años y medio que han transcurrido se puede escribir un libro y contar cada 24 horas las vivencias de Mina y su memoria.
Su alegría no ha desmayado, porque ha sido su personalidad de buena hija, criada en un hogar tachirense humilde, con amor y formación entre hermanos que se han querido mucho. Es una excelente esposa, amante de su marido. Ella aún se levanta muy temprano y no falta un solo día en que diga a su hija en la cocina: “Mami, sírvame un café para llevarle a su papá”.
Desayuna enamorada de él, queriéndolo tener siempre a su lado. Vive con su hija y su nieto, a quienes bendice cada vez que se sirve cualquier comida del día.
Su otro hijo está fuera de Venezuela, con su esposa, y ambos respaldan a la familia. En el caso de Mina acordaron, en una videollamada, apoyar con una especialista en psicología, que va a la casa de lunes a viernes, en las tardes, y se compenetra con ella en varias actividades para su estimulación motora. Ambas realizan trabajos de neurorehabilitación cognitiva y física, arteterapia, musicoterapia del recuerdo, neuroplasticidad, conexión con el ser, la inteligencia emocional y memorias del ayer, son algunas de las actividades para su estimulación.
Mina madruga cada día. En las mañanas lee. Hay días en que se concentra, en otros no. Siempre habla de sus padres y hermanos; en algunas oportunidades quiere volver a su casa materna. Le gusta leer el periódico, comenta lo que lee y repite la acción.
Algunas oraciones de la Iglesia católica ya las olvida; pero por las noches, en familia, reza el santo rosario. Participa y le canta temas a la Virgen y a Jesús.
Su aseo personal para ella es indispensable, y ya es asistida para un mejor desenvolvimiento. No es recomendable dejarla cocinar sola, esa facultad ya no la tiene, pero ayuda, algunas veces, a picar verduras y servir la mesa.
Camina acompañada. En algún momento se deprime. Insiste en querer volver a su casa, al recordar a sus padres. Por las noches, a veces, desconoce a su esposo, pero al pasar unos minutos, distraída, dando una vuelta por su casa, la cual a veces también olvida, lo vuelve a recordar y sonríe feliz.
Esta mujer es muy amorosa con su esposo, sus hijos, nuera y su único nieto, a quien considera un caballero y fue quien le colocó ese apodo cuando era niño. Esa mujer, querida por sus familiares y amigos, inteligente, profesional, es un ejemplo a seguir, creativa y llena de amor, de cuyo testimonio conozco todos sus detalles, porque esa servidora a quien llaman Mina, es mi mamá.
¡Auxilio familiar!
Mina está medicada, sigue yendo a su neurólogo y forma parte de la Fundación Alzheimer de Venezuela capítulo Táchira, cuya presidenta es la ingeniera Zulay Pulido. También integra la Fundación Celm, presidida por el doctor Gerardo Lobo, dos instituciones sin fines de lucro que respaldan de una manera íntegra en orientación, con diversas actividades al aire libre o en un salón cerrado, tanto a los pacientes como a sus cuidadores.
Cada fundación tiene sus objetivos específicos; sin embargo, ambas coinciden en dar un respaldo especial al cuidador directo y orientación a la familia.
La presidenta de la Fundación Alzheimer de Venezuela, capítulo Táchira, manifestó que son unos 14 estados en el país donde se han organizado desde hace varios años para atender esta enfermedad mental progresiva, que afecta a un núcleo familiar en general, donde han tenido maravillosos resultados.
El doctor Óscar Gerardo Lobo, médico especialista en salud ocupacional, con la Fundación Celm, que es una institución nueva y que viene trabajando sin detenerse en San Cristóbal, también manifiesta que este año el tema central de la celebración del Mes de la enfermedad de Alzheimer es el “Diagnóstico oportuno y a tiempo”, por lo que es importante que las personas se conecten con estas fundaciones, donde recibirán el respaldo necesario.
Cualquier persona o familia que necesite apoyo para su paciente e información para el cuidador o cuidadores puede llamar a los siguientes números telefónicos: Fundación Alzheimar, capítulo Táchira (FAV-Táchira), Zulay Pulido, 0426-583 04 64.
Fundación Carlos Enrique Lobo Mujica (CELM), Óscar Gerardo Lobo, 0414- 975 78 65.
Esta enfermedad lleva el nombre del psiquiatra y neurólogo alemán Alois Alzheimer, que la describió por primera vez en 1906. Todos los 21 de septiembre se celebra el Día Mundial del Mal de Alzheimer.