Regional
Deslizamientos de tierra en El Bosque agrietan y hunden una veintena de casas
24 de septiembre de 2021
Freddy Omar Durán
En pequeña o gran medida, las viviendas del sector Zorca-El Bosque se han visto afectadas por los deslizamientos del terreno, que en algunos casos se hacen manifiestos en grietas que cruzan pisos y trepan paredes, y en otros han puesto en jaque la permanencia allí de sus moradores.
¿Nacientes, tuberías rotas, falla tectónica? Los habitantes de Zorca-El Bosque requieren respuestas técnicas, exactas y oportunas, mas no especulaciones, en tanto una veintena de casas están sufriendo grietas y desacomodamientos en su estructura, poniendo a algunas en riesgo de prácticamente obligarse el desalojo.
Y quieren aclaratorias inmediatas, pues ya sea de manera particular o colectiva, necesitan soluciones por propia cuenta, ante el desamparado a que los estamentos públicos les han llevado.
—Nosotros queremos que vengan expertos y nos den la explicación, nos digan de qué problema se trata —afirmó María Trinidad González Mendoza, quien con 36 años de residencia en el lugar no había visto un proceso destructivo tan acelerado, que en unos meses ha tomado máximos bríos.
Lo que sucede en el hogar de la señora Mendoza, en pequeña o menor escala, se replica en los predios de sus vecinos y ha conllevado muchas veces refacciones, como la que hizo en su baño, condenadas a repetirse muchas veces. En su caso, la mayor preocupación fue un bote de agua que ha incidido en su baño, a punto de quedar fuera de servicio.
De hecho, indagando montaña arriba, en terrenos aún propiedad de la naturaleza, pero sobre los que pasan sistemas de acueducto cloacas, descubrieron daños en las tuberías de aguas blancas, y para arreglarlos ya se está en el trámite de adquirir la manguera de dos pulgadas necesaria, algo por supuesto no suficiente, pues se requeriría, de parte de la alcaldía de Capacho Nuevo o de cualquier ente regional y nacional, una ayuda adicional, con mano de obra y otros detalles.
Pero decir que esa vendría a ser la solución definitiva a un terreno cuyos movimientos bajo el urbanismo, construido en inclinado terreno, solo lo podría arrojar un estudio a profundidad, pues hay “signos” y factores que podrían darle vuelta al asunto. Si bien Zorca-El Bosque no resultó tan afectado por los estragos de la vaguada de 2020, sí ha tenido que vivir su propio calvario con un desbarrancamiento en proceso, que sus habitantes ruegan no los agarre desprevenidos en el momento en el que la naturaleza guste de meter sus sustos.
Extraños signos
Al hogar de Xiomara Artigas y Luis Ortiz poco le falta para lo peor. Más que ladearse hacia la dirección que marca el desplazamiento de la tierra, da más señales de un hundimiento, que pareciera presiona desde el centro mismo de la edificación.
En un intento desesperado para que el muro perimetral no se abalance sobre la pared de la casa, unas vigas metálicas, antiguos bolsillos de las barandas de un camión, separan ambas estructuras. Qué tan efectivo sea este recurso para evitar una desgracia, no se sabe, pero lo que sí ellos no quieren es marcharse de allí, pues ninguna alternativa de mudanza tienen, por lo menos a corto plazo.
La fachada, escandalosamente cuarteada hasta la médula, y un cuarto donde parte del zócalo se reventó, mostrando un desprendimiento desde la base, del cual brota una grieta, hacen inutilizable esa área…y la habitación colindante va para las mismas. Al interior, en el límite entre la sala con otros espacios, una profunda brecha, por la que cabe una larga cabilla, pone a pensar en que el origen no sea tan superficial.
—El deterioro grave de la casa ha sido este año, porque ella no estaba así; ahora es que se ve cómo las columnas han cedido tanto, casi como que se van al piso. Y una columna partió uno de los cuartos a la entrada y tuvimos que desocuparlo por completo. Ya el piso se levantó, poco a poco se van abriendo más las grietas. Estamos claros en que vivimos en una vivienda en riesgo, pero adónde más se traslada uno. De alguna u otra manera, hay como veinte casas afectadas por grietas así, algunas más, algunas menos. Pero nosotros, aquí, somos unos de los más afectados—subrayó la señora Artigas.
Una inspección hizo el personal de Protección Civil, pero el motivo fue la vaguada del mes de noviembre, tomando nota de lo delicado del asunto. Desde hace 18 años cuentan con esa propiedad y durante todo ese tiempo no pensaron en que, casi de un momento a otro, estarían a un paso de quedarse en la calle.
—Cuenta la leyenda –refiere Artigas- que por toda esta zona montañosa había muchos “ojitos”, nacientes; pero también dice la gente, la que lleva más tiempo viviendo aquí, que cuando poblaron más arriba –lo que actualmente se considera parte de Zorca-Campo C-, a las cañerías les metieron tubos de drenaje y por ahí se cuela mucha agua—intervino Luis Ortiz.
Esperanzas truncadas
Por su parte, la docente Keila Hevia ha tenido la esperanza de que la casa materna, cuya historia se remonta al siglo, sea su lugar de habitación por muchos años más; no obstante, esos planes ya literalmente se han “resquebrado”, así como los de adaptar el lugar para ofrecer tareas dirigidas a los niños de los alrededores. Las mejoras que se le hicieron tuvieron que ser derribadas, pues los daños que sufrieron solo las convertían en un peligro, y lo que estaba por hacerse se suspendió, con una cantidad considerable de material de construcción puesto en una dulce espera. Uno de los portones ya no puede cerrar, y ha querido aplicar trabajos de soldadura para cuadrarlo nuevamente, poniendo en duda que lo vaya a hacer, pues puede ser una inversión perdida.
Pero la velocidad del deterioro la pone a reflexionar mucho sobre las causas del mismo; para Hevia, todo se aceleró luego del alud que incomunicó a Zorca-San Joaquín y del extraño evento sísmico ocurrido hace tres meses.
—Yo sigo pensando en que una falla nos atraviesa. Aquí el piso sí se abría y uno le echaba cemento; pero después del temblor fuerte, meses atrás, repararlo es casi inútil. Cuando eso se escuchaba, que el piso hacía “paf, paf”, una pequeña fisura pasó a ser una abertura de más de un centímetro. Las paredes, que ya se habían levantado, decidimos tumbarlas, y con otra vamos a decidir lo mismo. Una de las vigas superiores se desprendió del techo y su columna, nadando en el aire, sin soporte. Hasta una culebra salió de una grieta grande del piso y fue cuando dije: no, esto es un peligro— contó Hevia.
Líderes comunales ya se han enterado de la situación y están de acuerdo con ella, en el sentido de que los expertos no pueden seguir indiferentes ante esta situación.
—Cuando tuvimos que levantar un pedazo de piso, descubrimos una hendidura muy pronunciada. Deberían geólogos apersonarse del asunto y darnos su opinión. Claro, entendemos que cloacas en mal estado, conductos de agua potable con averías o incluso una naciente mal canalizada muy cerca de aquí, contribuyan a todos estos inconvenientes, mojando la tierra y haciéndola más proclive a desplazarse. Vimos una grieta profunda, e incluso la señora Iris –lideresa comunal- gestionó para que venga un geólogo a apersonarse de la situación, porque esto es para ya; pensamos que esto tiene que ver con lo de San Joaquín –donde se produjo un derrumbe del cerro-; fíjese, todo lo que se ha desbarrancado por allá, y obvio, al ceder el terreno, las cloacas también sufren, se corren, y allá, la carretera por la escuela es mojada— agregó Hevia.
Como docente de la escuela Tarabay, ubicada en el mismo sector, reconoce la existencia allí de fallas producidas por los mismos deslizamientos, que incluso ocasionaron la caída de un pequeño muro.
Ante todo, servidor público
Como capitán de los bomberos de San Cristóbal, Alí Pacheco Reyes quisiera regresar a su hogar, solo para realizar las cosas que allí son propias, y también, por supuesto, para descansar de las duras faenas que como servidor público debe cumplir, en vez de enfrascarse en las labores de albañilería, a las que ha tenido que dedicarse dentro de una edificación donde los deslizamientos del terreno han quebrado sus cloacas y dislocado la estructura. En el momento en que nos abría las puertas de su morada, estaba recién llegado de la misión de proveer de agua potable a varias localidades donde se había suspendido el servicio, para lo cual incluso estuvo en funciones hasta altas horas de la noche.
Él, con gusto, se prestó a ser el guía de un recorrido, trazado por grietas expandiéndose por doquier. Recientemente se vio obligado a picar el piso, hasta encontrar una de las tuberías dañadas por el deslizamiento del terreno. Muy cerca de ella está la vía principal de El Bosque, por la que en muchas ocasiones un río baja cuando una de las tanquillas de las aguas servidas rebosa, y desde la cual toda clase de desechos sólidos y vegetales de gran tamaño han extraído.
—Mire aquí, mire allá, ¡y usted no lo ha visto todo!, mire cómo todo se está separando; aquí vivo junto a mi esposa y mi hija— dijo Reyes, señalando por doquier.
En su casa, la luz no entra solo por las ventanas, también por amplias rajaduras en las paredes e incluso en el piso.
—Mire el baño, del piso al nivel original de la casa hay como ocho centímetros— afirmó mientras señalaba un deslumbrante claro de luz en el piso. Ando buscando ayuda económica, o que me regalen materiales, como bolsas de cemento; mi hija consiguió dos, pero hacen falta como ocho pacas y bastante arena.