Opinión

Volver al café

12 de enero de 2018

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Los tachirenses estamos a tiempo, y con más fuerza, el sector privado y los inversionistas, para organizar un vasto movimiento tendente a promover la reactivación de  la producción de rubros que en el pasado fueron artículos importantes y suplieron suficientemente la despensa de la familia nativa, más cuando estamos viviendo una etapa crucial  en lo económico y político, por los desacertados planes que desde los órganos que deben promover riqueza y bienestar no lo hacen.

Creo que no podemos cansarnos  de recordar los viejos y buenos tiempos de nuestra producción agropecuaria, cuando nuestros antecesores de forma quijotesca dedicaban vida y esfuerzo a sacarle provecho a la privilegiada y feraz tierra con la que dotó Dios al estado. El pasado 14/10/17, en este mismo diario, escribí unas líneas sobre la agricultura local, con las que pretendía animar a la gobernadora Laidy Gómez a encabezar ese movimiento. Señalábamos que los aborígenes, en un ambiente  inhóspito y sin orientación científica o técnica, cuando  la guerra de independencia y de grupos partidistas convulsionaba al país, cosechaban productos fundamentales para la alimentación y el comercio. Uno de ellos, el café, una vez llegó al estado en el siglo XIX,  siendo junto con  la caña de azúcar, el trigo y otros frutos, renglón de primer orden, hasta el punto que fue primer productor  y atrajo comerciantes alemanes e italianos y a muchos venezolanos de otras zonas del territorio, lo cual nos motiva a sugerir que volvamos al café, a través de un plan de siembra y estímulo.

El café dominó el poder económico y político de la época, “suplantando al cacao, como otro elemento de cultivo tradicional”, lo que se puede realizar aplicando mecanismos técnicos, humanos y el apoyo oficial, para volver a ser, si no un productor de primer orden, sí  mejorar la producción, que sin duda contribuirá a generar empleo y mayor  ingreso al torrente económico local y fortalecer  el autoabastecimiento. Recuerdo que existían en el Táchira, y en otras zonas venezolanas,  escuelas donde se formaba el recurso humano para el sector café; igualmente  se destinaba financiamiento para la siembra de nuevas plantas, renovación y apoyo al productor.

En la actualidad existen fincas cafetaleras abandonadas por diversos factores, entre otros, la inseguridad, en áreas de Rubio y Córdoba, así como por ausencia de apoyo gubernamental. Los conocimientos técnicos, unidos a la privilegiada tierra de que disponemos, así como la demanda, son elementos que respaldan cualquier plan  a la hora de convocar a quienes  tienen vocación cafetalera, con lo que, por lo demás, se enfrenta el reto que plantea la merma del precio del petróleo, que hace más de cien años irrumpió  como soporte importante del ingreso fiscal y golpeó fuertemente la actividad agropecuaria-agroalimentaria del país.

Cuando se revisa la historia de la economía tachirense, se observa que para 1968 el Táchira integraba la lista de tierras de mayor concentración de cultivo del café. Disponía de más del 18 % de plantaciones del país, con 16 % de la superficie  total nacional y con un 22 % de la producción. Éramos, junto con los estados Mérida y Trujillo, ciudades del café (San Cristóbal y Rubio). Numerosas familias vivían de esta actividad. Era exportador con gran receptividad en los mercados mundiales. Entre  los años 1950 y 1960, el café  tachirense tuvo importante aceptación en el mercado de Estados Unidos, pero la bonanza petrolera lo afectó.

Para el mismo año 1968, existían en el Táchira 15.629  fincas, lo que propició la instalación de 37 plantas de beneficio, a consecuencia de lo cual se  revalorizaron; y a nivel nacional, para el año 1972 había 58.946 fincas cafetaleras, cifra que ha caído sustancialmente.

Los investigadores revelan que la época de mayor florecimiento de la caficultura se ubica entre 1830 y 1926, que constituyó un importante aporte al producto nacional (PIB).

El ilustre tachirense Alberto Adriani escribió en 1946 que Venezuela exportaba, entre 1786 y 1790, 708 sacos, creciendo hasta la década de 1830-35 a 850.000. En 1924, el Táchira pasó a ser el primer productor nacional, con el 28,73 %, seguido por Lara.

Se hizo en esa época, ¿no se puede hacer hoy?, preguntamos.

Según reveló el hasta hace poco ministro de Producción Agrícola y Tierras, Wilman Castro Soteldo, la producción de café en Venezuela se ubica en 3 millones 230 mil 586 quintales y coloca el consumo  en 1 millón 617 mil 391 quintales al año. Lara ocupa el primer lugar como productor, mientras el tercer lugar lo tiene el Táchira, con 260 mil 260 quintales. Sindicalistas del sector denunciaron que  la merma de la producción nacional de café es de 80 %. La importación está cubriendo el déficit.

Con la vocación y experiencia que tenemos en el Táchira, podemos volver a ser una zona productora de ese aromático rubro, si se “ponen manos a la obra” y dejamos de lado los pleitos intestinos que están destruyendo las bases sobre las cuales debe construirse el futuro del país, y en especial del Táchira, tan afectado por la crisis socioeconómica que hoy nos golpea de forma dramática. (Marcelino Valero R.)   

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