Abdulrazak Gurnah, escritor de origen tanzano galardonado este jueves con el premio Nobel de Literatura, ha sido un agudo observador de los efectos del colonialismo y la inmigración durante una carrera de 35 años aclamada por la crítica.
«Solo quiero escribir con la mayor veracidad posible y tratar de decir ‘algo noble'», explicó en una entrevista concedida en Alemania en 2016 este autor nacido en Zanzíbar en 1948 que comenzó a escribir tras trasladarse al Reino Unido a finales de los años 1960 para estudiar.
«Fue en los primeros años de vivir en Inglaterra, cuando tenía unos 21 años, cuando empecé a escribir», explicó en una ocasión al diario británico The Guardian.
«En cierto sentido, fue algo con lo que tropecé por accidente más que el cumplimiento de un plan», reconocía. «En gran medida, tuvo que ver con la abrumadora sensación de extrañeza y diferencia que sentí allí», recordaba.
Pasaron casi otros 20 años hasta que publicó su primera novela, «Memory of Departure», en 1987. Le siguieron «Pilgrims Way» un año después y «Dottie» en 1990.
Las tres exploraban las experiencias de los inmigrantes en el Reino Unido de aquella época.
El reconocimiento de la crítica le llegó gracias a su cuarta novela, «Paradise» (1994), ambientada en el África Oriental colonial durante la Primera Guerra Mundial y que le valió un puesto en la lista de finalistas al prestigioso Booker Prize británico.
Su obra de 1996 «Admiring Silence» narra la historia de un joven que regresa a Zanzíbar 20 años después de marcharse a Inglaterra, donde se casó con una británica y trabajó como profesor.
Inmigrantes «con talento y energía»
En su primera entrevista concedida a la Fundación Nobel, el galardonado hizo un llamamiento a Europa para que cambie su visión de los refugiados de África y reconozca «que tienen algo que aportar».
«No vienen con las manos vacías», afirmó el escritor, subrayando que son «personas con talento y energía».
«Me doy cuenta de que la academia (sueca) ha elegido destacar estos temas que están presentes en toda mi obra, es importante abordarlos y hablar de ellos», dijo también a la agencia de noticias británica PA, asegurando estar «muy orgulloso» de su premio.
Las obras de Gurnah están «dominadas por las cuestiones de la identidad y el desplazamiento, y cómo éstas son moldeadas por los legados del colonialismo y la esclavitud», escribió sobre él el académico Luca Prono en la página web del British Council, organismo público que promueve la cultura británica.
«Todos los relatos de Gurnah se basan en el impacto que emigrar a un nuevo contexto geográfico y social tiene en la identidad de sus personajes», subrayó.
«Las cuestiones que planteo no son nuevas», reconoció el escritor a The Guardian sobre su propio trabajo. «Pero si no son nuevas, están firmemente influenciadas por lo particular, por el imperialismo, por la dislocación, por las realidades de nuestro tiempo», consideraba.
«Y una de las realidades de nuestro tiempo es el desplazamiento de tantos extranjeros hacia Europa», añadía.
«Identidad poscolonial»
En 2001, con «By the Sea», Gurnah volvió a tratar el tema mediante la historia de Saleh Omar, un solicitante de asilo que acaba de llegar al Reino Unido.
Sus últimas obras incluyen «Desertion», de 2005, preseleccionada para el premio de escritores de la Commonwealth de 2006, y «The Last Gift» (2011), que la revista Publishers Weekly describió como una «novela inquietante» que contiene «una trama sólida con poderosas reflexiones sobre la mortalidad, el peso de la memoria y la lucha por establecer una identidad poscolonial».
La última novela de Gurnah, «Afterlives», salió a la venta el año pasado y cuenta la historia de un niño que fue vendido a las tropas coloniales alemanas.
El escritor, que vive en el sur de Inglaterra, se jubiló recientemente como profesor de Literatura Inglesa y Postcolonial en la Universidad de Kent.
Bashir Abu-Manneh, jefe del departamento de Literatura Inglesa, destacó el jueves su «lucha por la voz individual, por la justicia, por sentirse en casa en un mundo siempre cambiante».
«Nadie que escriba hoy en día ha articulado tan bien los dolores del exilio y las recompensas de la pertenencia. Canterbury y Kent son a la vez su exilio y su hogar», agregó.
AFP-