Con un sencillo acto en la Sala Estable Freddy Pereira, la actual dirección de la Escuela Regional de Teatro cerró su gestión, más que con añoranzas, con esperanzas de que esta institución siga siendo la casa de todos aquellos apasionados por el mundo del arte dramático en la región.
Fue, también, un gesto simbólico a través del cual la directora de Cultura, Ilia Sierra, se despedía de su gestión, manifestando su satisfacción por lo logrado estos años y poniendo de ejemplo de esos resultados la recuperación física de las instalaciones y de su actividad académica, paralizada por la pandemia.
—Me voy satisfecha por la gestión de cultura, a pesar de las dificultades, de la pandemia. Hicimos cosas muy buenas en los campos de la plástica y la música, donde hemos dado apoyo a más de 300 intérpretes. Estoy segura de que el personal que permanece en la Escuela Regional de Teatro va a seguir defendiendo a la institución, va a defender el teatro y va seguir llevando esa formación a niños, niñas, adolescentes y adultos. Yo sí pido, a la gestión en cultura que llegue, que cuide estas instalaciones, que recuerde que esto es patrimonio cultural, pero que está apto para cumplir las funciones. También es necesario tomar en cuenta que esta escuela debe tener dos directores, y no un coordinador, tanto administrativo como docente, para que siga trabajando con esta nómina que, a pesar de lo poco que gana, ama y siente la cultura— afirmó Sierra.
Anterior al acto en el que todo el personal contó con su momento para manifestar su afecto por lo que representa el gran legado en pie del maestro Freddy Pereira, y agradecer la oportunidad de ser incluido en la continuidad y engrandecimiento del mismo, Hugo Arenas sintetizó las principales preocupaciones que lo abordaron en sus dos años de gestión.
—Yo recibo la Escuela Regional de Teatro, aproximadamente, hace dos años, de manos de Linda Parada, y nuestro objetivo se enfocó en un principio en el rescate y mantenimiento de la infraestructura de la escuela, la cual venía presentado una serie de complicaciones, que si no se corregían a tiempo se iban a profundizar y eso iba a repercutir negativamente en el aspecto académico y administrativo. Afortunadamente, se rescató la segunda planta, que sufría de serios problemas de filtración, y se permeabilizó y quedó totalmente habilitada. Yo considero que en estos momentos necesita pintura, algo que le dé realce estético; por lo demás, los espacios se entregan adaptados para dar clases y celebrar funciones. También se habilitó una sala alternativa, experimental y polivalente, en otra área que cuenta con sus telones y así prestar una mejor atención, como corresponde al número de inscritos — expresó.
Otro reto lo constituyó el mantener una nómina de alumnos, que fue puesta a prueba con las rigideces de la pandemia. Una estrategia para recuperar la misma lo constituyó la celebración de master class durante el presente mes, a cargo de personal docente, del que forman parte Iliana Sánchez, Nilka Vélez, Jorge Luis Dávila, William Leal, Alberto Maldonado y María Eugenia Silva.
—Otro objetivo era estimular la participación de los alumnos y alumnas, y demás personas interesadas en la actividad teatral, de tal modo que consolidamos una matrícula que pasó de los 20 alumnos a los 120 alumnos, en diferentes niveles, desde el infantil, e incluso se implementó una categoría para adulto mayor. Tratamos, de una u otra manera, de experimentar nuevas perspectivas en lo académico para abrir la escuela hacia la sociedad en general, sin excluir a nadie. Anteriormente la escuela se enfocaba a una población joven y adulta, hasta los 45 años, y nosotros llegamos a tener inscritos a partir de los 70 años. En el 2020 nos sorprende la situación de la pandemia, que nos obligó a paralizar las actividades, y solo retornamos a ellas a partir del mes de febrero, cuando ya estaban dadas las condiciones mínimas para hacerlo y con las medidas de bioseguridad, a través de talleres.
Al margen de la provisionalidad administrativa, el hecho de que la Escuela Regional de Teatro sea ante todo la casa del arte dramático, y que las parcialidades propias de la sociedad en nuestros tiempos no deberían quebrantar a la gran familia que es el mundo cultural tachirense.
—La institución no solo estuvo abierta al público en general, sino a las diferentes agrupaciones que hacen vida cultural en el estado, colocando al servicio de ellas los recursos de infraestructura, así como los materiales con que cuenta, para que los teatristas pudieran hacer uso de los mismos. La Escuela Regional de Teatro le pertenece a todo el movimiento artístico teatral de la región, y no puede parcializarse en ningún momento, y yo creo que ese fue el mensaje que dimos. Ya quedará a discreción y gestión del nuevo director o directora cómo va a manejar los espacios, cómo va a continuar con una política para estimular las inscripciones. Es necesario que a la Escuela Regional de Teatro se le dé el debido reconocimiento y tenga una proyección permanente en el estado— acotó Arenas.
Durante su discurso de cierre de gestión, Hugo Arenas volvió sobre sus pasos, hasta el momento en el que un joven recién llegado al Táchira, y con otras perspectivas de existencia, cae atrapado por la pasión por el teatro, permitiéndose descubrir y enriquecerse espiritualmente junto a un grupo de personalidades que han engrandecido ese arte en la región.
Como gesto de agradecimiento, Arenas hizo una donación a la Escuela Regional de Teatro de un total de 147 libros de arte y material académico, recopilado a lo largo de sus 20 años de trayectoria, lo cual viene a enriquecer el inventario ya disponible de la biblioteca especializada en teatro “Ciro Medina”. Así mismo, entregó una tarima metálica multifuncional, 22 telones para el aforo de salas y un banco de dimmer artesanal, con el respectivo cableado, para un total de 18 reflectores de larga extensión.
Freddy Omar Durán