Regional
“Dios nos dará fuerza para hacer realidad la liberación de nuestro pueblo”
21 de enero de 2018
«Llamo a los cristianos a construir puentes y no muros; nos toca defender la verdad y no la mentira o las componendas… eso supone el riesgo de ser perseguidos, malentendidos y hasta aniquilados. Pero somos servidores de la verdad, la única que libera al hombre de toda opresión”.
“Junto con el pan y el vino se han hecho presentes nuestros trabajos y afanes, nuestras esperanzas y compromisos. El Señor se ha hecho presente de modo sacramental y a nosotros nos dará la fuerza para hacer realidad la necesaria liberación de nuestro pueblo. Que esta celebración de hoy nos llene de entusiasmo para seguir luchando con las armas de la luz y de la verdad, y buscar que en Venezuela se siga haciendo real el reino de Dios”, así lo expresó monseñor Mario del Valle Moronta, obispo de la Diócesis de San Cristóbal, en la misa pontifical en honor a San Sebastián, celebrada este sábado en la Catedral, donde los fieles rindieron tributo al patrono de la ciudad.
A la misa asistieron: el alcalde capitalino, Gustavo Delgado, junto con el presidente del Concejo Municipal de San Cristóbal, Jesús Salcedo; el presidente del Iamfiss, Miguel Reyes; así como representantes del Ejecutivo regional y legisladores municipales, nacionales y representantes de las universidades.
Durante la homilía, monseñor Moronta manifestó que: “La palabra de Dios nos indica cómo hemos de asumir la situación que hoy vive el pueblo, al cual pertenecemos; la imagen del cristiano martirizado y flechado por quienes incluso habían sido sus súbditos, nos ayuda a concluir algunos compromisos urgentes en la hora presente”.
—El dolor de la inmensa mayoría de nuestra gente hoy es grande y se manifiesta de muchas maneras; sentimos una gran indefensión, un menosprecio a nuestra dignidad de hijos de Dios y un irrespeto a lo más grande que el mismo Dios nos ha dado, es decir, la vida; frente a ello, existen las tentaciones a la desesperanza y la resignación, al conformismo y a la desolación, esto sin dejar a un lado otras situaciones que señalan caminos que no se deben transitar: la corrupción, la especulación, el ansia de poder y de tener, el creernos que somos más que los demás y el aprovechamiento de la situación para especular, contrabandear, bachaquear y dejarnos llevar por los criterios crematísticos del mundo -acentuó-.
Citó al papa Francisco y señaló que: “El predicador necesita también poner un oído en el pueblo para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar; un predicador es un contemplativo de la palabra y del pueblo, que procura afianzar el compromiso evangelizador de todos en la edificación del reino de Dios, de justicia y de paz”.
—No es ningún secreto y tampoco una incitación al odio -como algunos pretenden-, reconocer que vivimos un momento dramático, el hambre que golpea la salud física y espiritual de muchos hermanos, la falta de medicamentos y de otros insumos necesarios, la lamentable migración de numerosos venezolanos a otros países en busca de mejores condiciones, así como otras situaciones que hablan del dolor del pueblo -subrayó la autoridad eclesiástica, a lo que los presentes respondieron con aplausos-.
De allí que manifestó: “Hoy se siguen disparando flechas o dardos mortales, como los que hirieron a Sebastián. Son dirigidos hacia quienes buscan su verdadera felicidad, no la que da el mundo y sus encantos; sino la que viene del Señor Jesús, que nos ha propuesto un ideal de vida en la enseñanza de las bienaventuranzas. Quienes buscamos esa felicidad auténtica, al seguir el camino del Señor y tomar su cruz, sencillamente corremos el riesgo de ser flechados. Son bastantes las flechas que se lanzan”.
Una primera flecha -enfatizó el prelado- “va contra el derecho fundamental de todo ser humano, el de la vida. Desde la naciente en el vientre materno, hasta la que está por pasar a la eternidad. Todo ser humano tiene el derecho a vivir con dignidad y a que se le respete su propia vida. Lo que más se está atacando en nuestro país es el derecho a la vida: se siente en las consecuencias del hambre, de la miseria en que muchos están cayendo…”.
—La vida que se irrespeta cuando se aplican leyes marciales sin el legítimo proceso, aun sabiendo que en Venezuela no existe la pena de muerte; la vida que no se atiende en hospitales o porque no se fortalece la atención a la salud; la vida que tampoco se cuida cuando se responde con más violencia en barricadas o en actos delictivos o en sicariatos. Es la flecha que pretende callar a quienes defienden sus derechos humanos -afirmó monseñor Moronta-.
Otra flecha -continuó- “es lanzada por quienes se sienten dueños de los demás: los acaparadores y especuladores, los que contrabandean y buscan dinero fácil; los narcotraficantes con su comercio de muerte; los que rompen las ilusiones de tantos niños y adolescentes con la pornografía. Es la flecha lanzada por las mafias que se aprovechan de la situación para hacer sus fechorías y negocios amorales e inhumanos”.
Recalcó además que: “No podemos dejar de mencionar las mafias dedicadas al tráfico de personas y de órganos, y las que roban a tantos migrantes aprovechándose de las condiciones en que llegan a nuestra frontera. También nos topamos con las mafias que se están especializando en buscar, contratar y oprimir a tantos adolescentes y jóvenes, hombres y mujeres, para llevarlos a la prostitución”.
—Llama la atención poderosamente cómo existen muchos puestos de control en las carreteras y otros lugares: allí sufren los transportistas de alimentos y de otros insumos, los viajeros de unidades de transporte… para ellos hay controles excesivos y discriminantes y muchas veces acompañados del “matraqueo”. Pero, curiosamente, ¿por qué no existen controles en los lugares donde funcionan esas mafias? -cuestionó el obispo Moronta-.
Otro dardo, “altamente dañino” -aseguró-, “proviene de quienes en vez de dar soluciones a los graves problemas de la gente, los cargan con más cosas o les ofrecen falsas esperanzas, o los manipulan con dádivas que buscan comprometer sus actuaciones”.
—Es el dardo que provoca indefensión, desconsuelo, desesperanza y resignación. El dolor causado por ese dardo no se sana con bolsas de alimentos o con ofertas de dinero, o con planes de una patria herida en lo más profundo de su ser… Es el dardo que quiere ser evitado de muchas maneras: una de ellas, muy patente para nosotros, las migraciones de jóvenes, de familias, hacia otros países en búsqueda de mejores condiciones de vida. Los responsables de lanzar esos dardos tendrán que vérselas algún día con la justicia divina
-vaticinó el prelado-.
Y -prosiguió Monseñor Moronta- “sabiendo que hay otros más, queremos mencionar un dardo que produce tanto o más dolor como los antes señalados: es muy peligroso porque es lanzado por quienes creen tener la consciencia tranquila. Es el dardo de la indiferencia de quienes o no han tomado conciencia de la gravedad de la situación, o se han encerrado en un conformismo al renunciar a ejercer su vocación de sujeto social; o de quienes están aguardando que sean otros quienes vengan a dar soluciones o esperan que ellas llegarán desde fuera, como por arte de magia.
“Y, lo más grave del asunto, es que en este grupo de personas se encuentran muchos miembros de la Iglesia: son los que no se sienten comprometidos desde su fe y todo lo quieren reducir a actividades pietistas; prefieren seguir amparándose en un “clericalismo” trasnochado y antievangélico; o los que pretenden que la Iglesia se reduzca a las sacristías… Es el dardo de quienes quieren una Iglesia con una pastoral de conservación y no en salida, pobre y para los pobres”, expresó el obispo.
Por eso, acentuó, “debemos tomar una posición y reafirmar nuestro compromiso. El compromiso nacido del seguimiento de Jesús con la ayuda del Espíritu Santo y tendiente a edificar el reino de justicia y de paz, la civilización del amor. Vamos a proponer tres actitudes que hemos de seguir asumiendo y que se sintetizan en una sola idea, que responde a la interrogante que continuamente se nos hace sobre qué debe hacer la Iglesia: sencilla y claramente, ser Iglesia”.
—Como nos enseña Pablo, es ministerio propio de toda la Iglesia: la reconciliación. Estamos sumergidos en una sociedad donde existe mucho odio, rencor y deseo de venganza o revanchismo. Nuestra sociedad necesita la reconciliación, que es consecuencia del amor misericordioso de Dios. Sin esto no se podrá ni reconstruir la nación y tampoco se superarán las brechas abismales. La Iglesia, reconciliada y reconciliadora, es la que necesitamos seguir promoviendo -afirmó el obispo de la Diócesis de San Cristóbal-.
“Pido que se destine 60 % de ganancias de los espectáculos de la Fiss a la caridad”
Durante la homilía, monseñor Mario del Valle Moronta, en nombre de los médicos, familiares, pero sobre todo de Dios, pidió y propuso que 60 % del dinero recabado por concepto de espectáculos celebrados en el marco de la Feria, como evento religioso, sean invertidos en caridad, específicamente en el Hospital Psiquiátrico de Peribeca.
—Muchos teníamos la ilusa pretensión de que este año no habría feria, pero predominó el interés particular, el afán de distraer el hambre y las necesidades y elevar, lamentablemente, el estatus de sentir que esta es la Feria Gigante de Venezuela y de América. No hay dinero para recoger la basura, ni para arreglar carreteras y calles, ni para conseguir insumos o para la salud, pero sí lo hay para la Vuelta al Táchira y otros espectáculos y demás actividades; eso no tiene justificación, aunque haya miles de explicaciones, en una ciudad que se preste ante su cristianismo, no podemos decir que sea evangélico que los católicos promuevan esto -acentuó-.
Se preguntó monseñor Moronta: “¿Por qué celebrar unas ferias en honor de San Sebastián con gastos que no se justifican y con programaciones reñidas con la situación concreta que se vive en nuestra ciudad, en nuestra región y país. ¡Ya basta de tanto pan y circo! –exclamó- ¿Acaso no es inmoral que se inviertan sumas en torneos deportivos, aunque sean de importancia, en fiestas de bailantas en clubes y otros sitios con precios exorbitantes, que se tengan espectáculos con participantes extranjeros, a quienes se les debe pagar en divisas, cuando en nuestros barrios hay gente que pasa hambre, cuando los enfermos y necesitados de atención no consiguen medicamentos, cuando los anaqueles de nuestros abastos están vacíos o los precios son exagerados?”, refutó.
Añadió que: “Ojalá lo que hoy propinemos sea un granito de arena para que todos nos entusiasmemos, porque somos corresponsables y estamos llamados a hacer realidad, con nuestra caridad y compromiso, lo que nos propone Jesús, una civilización del amor. ¡Que San Sebastián nos acompañe, con su intercesión desde el cielo, y que nosotros en el Táchira, San Cristóbal y en Venezuela podamos decirle al mundo que no tenemos miedo, que el Señor está con nosotros y la fuerza de su espíritu nos acompaña”.
Leidy Zafra