Regional
El deporte y la sanación lo llevaron a superar las dificultades personales
8 de enero de 2022
Freddy Omar Duran
Rafael Ángel Molina, tanto o más que ejemplo de superación, debe ser considerado como una demostración para los padres, en el sentido de que el hecho de nacer con una disfuncionalidad cognitiva, o adquirirla a temprana edad, no significa ser relegado de la sociedad.
Las llamadas limitaciones físicas y/o psicológicas corresponden a cánones que en nada pueden desmeritar la capacidad productiva de un ser humano, y muchos a quienes se les adjudican las mismas terminan siendo más productivos y útiles a la sociedad, en tanto se han convertido en depositarios de lecciones de vida, de las cuales todos podemos aprender.
Talento deportivo, sanador energético, docente, carpintero y asistente de veterinario, son algunos de los aspectos en la vida de Rafael Ángel Molina, en los cuales desarrolló sus habilidades, rompiendo todo pronóstico agorero inicial debido a su condición médica de microcefalia, asociada generalmente a retraso mental y dificultades para la socialización.
Hoy, con 47 años, lleva una vida normal; pero ser nivelado como persona productiva dentro de la sociedad no ha sido fácil y para ello ha requerido la colaboración principal de su señora madre, Nancy Magaly Vivaz Morales; de su hermana y demás familiares, quienes, más que sobreprotegerlo, le fueron descubriendo los dones que han optimizado su existencia. Más que un alumno, ha sido un destello de sabiduría para sus allegados, quienes con gusto se han hecho partícipes de su proceso,
En la actualidad se desempeña como auxiliar de Educación Física, Deporte y Recreación, en la U.E.E. Walda de Márquez, y su mayor sueño es terminar la carrera de la mencionada especialidad en la UPEL, lo que sería la cumbre de un largo ascenso en el que múltiples veces escuchó la palabra “no”.
Muy parco a la hora de hablar de él mismo; pero cuando le tocan el tema deportivo, él se siente en su salsa. Hincha del Deportivo Táchira a morir, del Real Madrid en el plano internacional, siendo admirador de Leonel Messi. Seguidor de las ligas menores de futbolito, a muchos de los cuales ha entrenado, tiene muy claro lo que quiere de sus muchachos.
—Con ellos trabajamos la disciplina, tanto que dominen bien el balón, que hagan gol, que salgan a la cancha para ganar. Los entreno también en baloncesto, fútbol sala y kickingball— comentó Molina.
Juega ajedrez y en especial bowling, incluso con los mejores del estado, entre ellos Oswaldo Silva, Pedro Fuentes, Tulio Martínez, Jesús Sanabria, Carlos Durán, entre otros. Mantiene un buen promedio en esta disciplina gracias a un buen equipamiento que él mismo se costeó, y se destaca en cada competencia que se realiza en la región.
Demostración de que sí se puede
Hoy Rafael Ángel Molina, más que ser ejemplo de superación, se erige como una advertencia para los padres de niños con disfuncionalidades congénitas o adquiridas en su proceso de desarrollo, aferrados a la creencia de que poco o nada se puede hacer por ellos para incorporarlos productivamente a la sociedad. Por supuesto, no resulta nada fácil, ni módico.
Sobre su condición de microcefalia, los neurólogos la han adjudicado a algún accidente craneoencefálico que, de ser cierto, podría haber sufrido mientras estuvo en manos de una cuidadora, mientras ella ejercía de docente, profesión de la cual se jubiló casi a finales de los ochenta para desempeñarse en los más variados oficios que le permitieran cubrir los gastos médicos y educativos de su hijo.
—Hasta los 11 meses tuvo un desarrollo normal; pero de los dos dientes que le estaban saliendo, uno le estaba creciendo y el otro no. Le daban altas fiebres en la casa, y cuando lo llevábamos al consultorio se le pasaban. Según los médicos, él tuvo que caerse, pero como yo trabajaba mucho y tenía que pasar mucho tiempo afuera, lo tenía al cuidado de otra persona. Lo vieron tres médicos, hasta que un cuarto le diagnosticó la microcefalia. Después, él se puso muy hiperkinético. Empezamos a luchar y a luchar y a luchar, y a él lo vieron terapeutas de lenguaje, kinesiólogos, psicopedagogos. Yo hice todo lo imposible, hasta que lo logramos nivelar. Cuando lo llevamos a una psicóloga, esta nos dijo: `la felicito, porque ha manejado bien el problema; este muchacho necesita una psicopedagoga`, y terminamos con la doctora Bertha Blanco, quien venía de Los Teques, se encargó de él, hasta que se fue de San Cristóbal; ella fue directora de Andipane y creó un aula para Rafael y otro alumno, también con disfuncionalidad cognitiva, y entre las dos mamás pagábamos la maestra— afirmó Nancy Magaly Vivas.
Durante su preescolar se mostraba muy distraído mientras las maestras enseñaban a los niños de su clase. Vivió su periodo de escuela, con sus altas y bajas, pues no se quedaba en un salón, sino que iba a uno y otro (“mis tremenduras de niño”, las definió Rafael); sin embargo, al aprender a leer y escribir con una profesora particular, prácticamente pudo “arrancar”.
—Una maestra, alma bendita, quien sería su madrina de confirmación, Carmen Apolinar de Alviárez, se enfocó en enseñarle a leer y escribir. Yo se lo dejaba a las siete de la mañana y la hija se lo llevaba al recreo a la escuela. Todos en el Walda de Márquez me le tenían paciencia, pero una vez dudamos en pasarlo a cuarto grado, cuando la profesora me dijo: “cómo se le ocurre, si él es más aplicado que los demás, siempre me trae sus trabajitos e interviene en clase”—.
Así, unos procuraron para él un ambiente amoroso, en el cual se sintiera con ganas de salir adelante; otros, demasiados sujetos a la evidencia científica o por prejuicios, dudaron de sus avances.
—Incertidumbres, hubo muchas, porque escuchar a un neurólogo, luego de revisar un encefalograma (casi unas líneas sin mayores relieves) decir –ella eleva la voz— “jamás, jamás podrá aprender las letras”, cuando él lee y escribe de todo. Después fui a un neurólogo en Cúcuta y aseguró que “este muchacho llegará a los 20 años y usted tendrá que abrocharle la camisa”, porque él tenía para ese entonces una dificultad motora. A los ocho años fue que aprendió a amarrarse los zapatos; pero luego aprendió a hacer todo solito. Estudió hasta el sexto grado. Después duró un tiempo sin estudiar, ni nada, y fuimos a un liceo donde una profesora le hizo una evaluación, haciéndole preguntas muy rápidas, a las que él respondía con otras soluciones, pero ella también me dijo: “jamás, jamás podrá sacar la secundaria”. Él hizo su bachillerato a través de la Misión Ribas. Yo tenía miedo, porque creía que no iba a poder, y una cuñada mía que estaba allí le prestaba todos los videos, los cuales veía hasta las dos de la mañana y copiaba todo. Más bien, él resultó ayudando a una muchacha que no tenía ningún problema cognitivo— agregó la señora Vivas.
—Nunca dijimos que no podíamos. Siempre, sí puedo, sí puedo, y ahí vamos todavía. Casi todos los médicos lo vieron en Caracas, fue un proceso demasiado costoso, yo laboraba de maestra, hacía transporte escolar, vendía productos de belleza, vendía ropa; yo trabajaba como en 6 cosas para poderlo sacar adelante.
Pasó por varias instituciones que han atendido a la población con deficiencias cognitivas; pero cuando consideraba la señora Vivas que su hijo no avanzaba, preferiría sacarlo de allí. Esa experiencia la llevó a montar durante 12 años un taller de carpintería, cuyos trabajadores eran adultos en similar condición; ahí fue cuando descubrió la diferencia entre el trato que ella le daba a él, y la proporcionada por otros padres.
—Primero tuve una empresa de carpintería en la que participaban muchachos en su condición, pero tuve la colaboración de pocos padres, que pensaban que se trataba de una guardería y me los querían dejar hasta la noche, sin acompañarlos ni un rato. Esa idea nació cuando estaba en el Taller de Labores Táchira y me recomendaron que en casa practicara lo que allí aprendiera. Yo llegaba con la madera a la una y tenía que esperar hasta las 6 para que el instructor me diera las indicaciones. Entonces, tuve que luchar en el INCE por el cupo de carpintería, pues tal vez ellos pensaban en ¿cómo le iban a dar el cupo a una señora jubilada, que a los 3 días iba a abandonar las clases? Hice todo el taller, luego instalé la carpintería y duré desde 1992 hasta el 2004, 12 años, pero luego querían que aumentara el cupo de los participantes. Yo hacía, entre enero y julio, hasta 120 piezas. Fue una experiencia muy linda, pues se convence uno de que, sabiendo tratar a los muchachos con esa condición, se logra lo que uno quiera. A cada muchacho que elaboraba una silla o mesa le tomaba una foto— agregó Vivas.
Actualmente ha suspendido sus estudios universitarios, por falta de profesores para su carrera, en el segundo semestre, una situación muy típica en la crisis por la que pasa la educación superior en el país, donde muchos docentes han preferido desertar.
Deportista y reikista
Un día, a pesar de su baja estatura para el baloncesto, su profesor de Educación Física descubrió sus cestas perfectas, algo que comunicaría de inmediato a su familia. Su mamá, más que encerrarlo en casa, trataba de llevarlo todos los días al Parque Martín Polar y los fines de semanas a las plazas de diferentes municipios del estado. Sería en esa disciplina en la que serviría de asistente en escuelas de entrenamiento, y también con los cubanos en la Escuela de Talento Deportivo. Pero este no fue el único talento que se le ha descubierto, casi por accidente. Luego de sospechar de los tratamientos con psicofármacos que lo dejaban disminuido, se probó en él con la acupuntura, y ahí su familia se interesó por diversos aspectos de la medicina alternativa, a tal punto que constituyeron la sala de terapia Armonía y Salud, hace 24 años.
Un día, sin saber nada de reiki, ni siquiera la palabra, Rafael realizó un proceso curativo a una tía, muy afectada por el dengue hemorrágico.
—Él paso a ver cómo estaba –contó su propia tía Tisbel Vivas- y se me ocurre decirle a Rafaelito: dame algo de tu energía, y me ha dicho: “está bien, cierre los ojos, y él no había hecho nunca un curso de reiki. Él invoca a José Gregorio Hernández, y a quien venga a su mente. Con mis ojos cerrados, él hace el barrido y sacudió las manos por la ventana y las matas que estaban afuera murieron. Yo no me podía parar, no comía, una de mis hermanas me hacía como unas compoticas y con una cucharita chiquita me las daba, porque ni el agua toleraba. Eso me lo hizo como a las 10 de la mañana y como a las 3 de la tarde me podía sentar y caminé un poco afuera del cuarto, y mi hermana, asustada al verme, me reclamó, ya que nada más por pararme e ir al baño se me bajaban las plaquetas. Cuando hicimos el curso junto a él, el profesor, por nuestra posición de las manos, nos preguntó si ya habíamos hecho el curso, y le respondimos que no, que así lo aprendimos de
Rafael—.
Con su propia cartera de clientes, que lo buscan especialmente a él, inclusive médicos, ofrece variados tratamientos que incluyen acupuntura, magnetoterapia, masaje podal, enderezamiento de chacras, reflexología y masajes. Un día que su familia tuvo que movilizarse a Cúcuta, se sorprendieron cuando vieron que él, por cuenta propia, atendía a los pacientes.
—El reiki es canalización de energía, a través de la imposición de manos. Llegan con dolores y se les hacen masaje de pies y espalda, y salen aliviados—explicó Rafael Ángel.