Muchas actividades cotidianas deben aguardar la llegada de la electricidad
Por Juan José Contreras Cárdenas
Lobatera, la capital del municipio homónimo, es paso obligatorio de los viajeros que se desplazan entre los municipios de la zona norte del Táchira y su capital estadal, San Cristóbal. Lugar que excede el título de cuatricentenario, pero que en pleno siglo XXI regresa a la ausencia de electricidad de los siglos que lo precedieron, eso afecta todas las labores diarias de sus habitantes, que tienen que esperar a que se reestablezca el servicio.
Usar una computadora, la atención en el banco, emplear puntos de venta en los establecimientos, son impensables durante los apagones. Comunicarse puede ser utópico, ya que sin electricidad el pueblo se queda sin líneas de telefonía fija Cantv y es probable que no haya señal telefónica celular.
En uno de los establecimientos comerciales cercanos a la plaza Bolívar de Lobatera, Marlen Sánchez, tras el mostrador, comentó sobre la espera que puede representar la “ida de la luz” para usar el punto de venta, que es importante ya que, así como clientes pagan con pesos, también requieren pagar con bolívares. La paciencia se torna cotidiana.
El estoicismo de aguardar a veces se empaña con la sensación de tiempo perdido. Hasta en la misa se han quedado a oscuras, tornando la homilía como en los orígenes del pueblo en los siglos XV y XVI, cuando no existía el sistema eléctrico para iluminación o ampliación de sonido. Vale el esfuerzo vocal del párroco de Lobatera para proyectar su voz cuando los apagones hacen acto de presencia en la iglesia, una metáfora de espera divina, de cambio de oscuridad por luz.