Eduardo Fernández
Veinte años de fracasos políticos, tanto del gobierno como de la oposición, son tiempo suficiente para entender que hace falta ensayar una nueva manera de hacer política.
Todo comienza y termina en la política. La crisis política comenzó en Venezuela hace más de veinte años. Mientras no resolvamos la crisis política, no podremos resolver la crisis económica, ni la crisis social, ni la crisis moral, que afectan al país.
Veinte años de fracasos políticos, tanto del gobierno como de la oposición, son tiempo suficiente para entender que hace falta ensayar una nueva manera de hacer política. Ojalá lo ocurrido en Barinas, el domingo antepasado, sea un punto de inflexión y los actores políticos entiendan la imperiosa necesidad de intentar esa nueva forma de hacer política.
Consecuencia de los errores políticos ha sido la catástrofe económica. El colapso del estado de derecho y de la arquitectura institucional de la república ha sido factor detonante de la crisis económica, tipificada por la recesión y la hiperinflación, y ha incidido en la crisis social, crecimiento escandaloso de la pobreza, del hambre, de la miseria, de la desnutrición. A esto podemos agregar el tema de la corrupción y del despilfarro de una increíble riqueza y la destrucción de los servicios públicos más fundamentales: Agua, electricidad, salud, educación, seguridad, transporte, vialidad, gas doméstico, gasolina, y un largo etcétera que no es necesario detallar.
Lo primero que tenemos que preguntarnos es: “¿para qué es la política?” La política es para servir a la felicidad, al progreso y al bienestar de los ciudadanos. La política no es para satisfacer vanidades, ni para complacer apetitos de poder o de riqueza. La política es para servir al bien común. Es un apostolado. Es una manera de hacer realidad el mandamiento de amar al prójimo.
Por eso, el papa Pío XI pudo decir aquella frase tan citada: “la política es la forma más excelsa de la caridad después de la religión”. El día que tomemos conciencia de esa realidad habremos comenzado a resolver la crisis política venezolana y, en consecuencia, todas las otras crisis que afectan nuestra vida como país.
El poder político no es un fin en sí mismo. El poder es un instrumento para servir a los ciudadanos, a la comunidad. En el Movimiento Unión y Progreso se está trabajando en la dirección de rescatar la dignidad de la política, de elevar su prestigio y de demostrar que la política puede y debe ser útil para el progreso, el bienestar y la felicidad de los ciudadanos.
Seguiremos conversando.