Miriam Bustos
Pese a la negligencia que la llevó a no prestarle la debida atención al que fue su esposo, así como la manipulación irregular que hizo de su cadáver, la evidente extrema desnutrición que presentaba el hombre y las consecuencias de haberse complicado luego de vacunarse contra el covid-19, factores que finalmente acabaron lentamente con su vida, habrían sido los elementos que, por ahora, se tomaron en consideración para que Belkis, la cónyuge de Rafael Contreras, esté en libertad.
La muerte de este jubilado de la alcaldía de San Cristóbal, que además trabajó en el área de mantenimiento en el Cementerio Municipal, habría sido natural, una muerte clínica, por desnutrición severa, técnicamente una “desnutrición proteico-calórica y desequilibrio hidroelectrolítico”.
Belkis y el cadáver de Rafael protagonizaron uno de los más extraños e inéditos casos conocidos en el país, el pasado lunes, cuando salió a la luz pública que ella, luego de envolver en una sábana y meter en bolsas el cadáver del hombre, de 78 años de edad, lo trasladó a pie desde la casa que compartió con él en Barrio Obrero, en un carrito o carretilla de compras, hasta el camposanto sancristobalense, donde intentó ocultarlo en el restero de la tumba familiar.
A partir de ahí, comenzaron especulaciones que daban cuenta que el septuagenario había sido descuartizado, lo cual se desmintió al aclararse que realmente el cadáver estaba en avanzado estado de descomposición, casi esquelético.
“Estaba en los huesos”, comentó alguien que pudo observar el cadáver, lo que indica que pudo haber muerto “de hambre”, de inanición gradual.
De Belkis, de 70 años de edad, se pudo conocer que, pese a que junto Rafael Isidoro Contreras vivía en casa propia, el sobrevivir con la pensión que él recibía había causado estragos en ellos, por lo que ella, además de que le gusta ingerir licor y sufre algunos trastornos mentales, prefería pasar el día en la calle.
En la casa, Rafael, luego de vacunarse contra el covid-19, comenzó a sentirse mal y aunado a la poca atención que le prestaba la mujer, se deterioraba poco a poco. No tuvieron hijos, por lo que él dependía de ella para todo, hasta para las más elementales necesidades, y a partir de noviembre, aproximadamente, su situación se complicó, cuando le surgió un problema en una pierna que no le permitía caminar.
“En una oportunidad, a Belkis se le perdieron las llaves de la casa, por lo que no podía entrar, y por tres días el viejito estuvo adentro solo, sin atención y sin comer. Cuando lograron entrar, él estaba bastante mal, hasta se había defecado en la ropa”, reveló un vecino.
Desde esa misma fecha -noviembre-, más o menos, los vecinos no sabían nada de Rafael. Dejaron de verlo.
La data de muerte que se le estimó a Rafael coincide con el tiempo en que ya no lo vieron más.
Se desconoce por qué Belkis no informó a tiempo de su deceso. Estaba tan bajo de peso que los vecinos no percibieron el olor de la descomposición del cuerpo.
Todo este tiempo, hasta el lunes, la mujer estuvo conviviendo con el cadáver. Y en medio de su trastorno, quizá al verlo casi esquelético, en horas de la mañana decidió llevarlo al cementerio, buscando para ello el restero que le correspondía a la tumba de la familia.