Opinión
Natalicio del pionero del derecho internacional Antonio José de Sucre
1 de febrero de 2022
Alejo García
Descendiente de una familia de tradición militar, con raíces de la Corona Española, transparente linaje y una excelente posición económica, lo convertía para entonces según las costumbres y legislación, en un hombre destacado, privilegiado e importante de la sociedad. Antonio José de Sucre nació en Cumaná el 3 de febrero de 1795. Desde temprana edad se inicia en la carrera militar. A los 14 años ingresa a la compañía de Húsares Nobles de Fernando VII. Al estar en esa área militar se incorpora a la Escuela de Matemáticas de Cumaná. Luego se trasladó a Caracas, donde ingresó a estudiar Matemáticas y fortificaciones en la Escuela de Ingeniería en 1808.
Su comienzo en la vida militar lo hace en el ejercito patriota como Teniente de Ingenieros de acuerdo a su formación en la Escuela de Ingeniería. Es designado a les 17 años comandante de Artillería y enseguida integra el Estado Mayor del Generalísimo Francisco de Miranda. Junto a Simón Bolívar y Francisco de Miranda participó en el sitio de Valencia. Su debut militar excelente le valió para ascender a Teniente. Al capitular el Precursor de la Independencia de Venezuela, emigró a Trinidad y de ahí se trasladó a las Antillas. Regresó a su país en 1913 e integró la expedición del General Santiago Mariño a Oriente. Al lado de varios jefes patriotas participa en el ejercito de los Libertadores de ese territorio. En 1814 es nombrado Edecan del General Mariño. En 1815 actuó bajo la conducción del General José Francisco Bermúdez en Maturín y de allí viajó a Margarita. Para escapar de las atrocidades del General Español Pablo Morillo, se marcha para Las Antillas y enseguida se va para Cartagena en La Nueva Granada. Allí interviene activamente en la fortificación de esa plaza para defenderla y protegerla del constante asedio de Morillo.
De esta ubicación pasa a Haití y regresa a su patria después de naufragar en el Golfo de Paria. Se salvó milagrosamente. En 1816 es nombrado por el General Santiago Mariño, Jefe del Estado Mayor del Ejército y en 1917 Simón Bolívar lo asciende a Coronel. En 1817 es proclamado Comandante de la Provincia de Cumaná. Ante la celebración del Congreso de Cariaco, una auténtica insubordinación cívico-militar patriota contra El Libertador Simón Bolívar, el 8 de mayo de 1817, Sucre lo desconoce y también a Santiago Marino.
Se dirige a Guayana y obedece al Genio de América. Esta lealtad y obediencia lo califica ante la historia patria como el militar patriota y mejor amigo leal de Simón Bolívar. El 17 de septiembre del mismo año es escogido como Gobernador de la Antigua Guayana y Comandante General del Bajo Orinoco.
En la administración pública tuvo una destacada actuación así: el 17 de octubre de 1817 ocupa el cargo del Estado Mayor de la División de la Provincia de Cumaná bajo las órdenes del General Bermúdez. En agosto de 1819, el vicepresidente de Venezuela Francisco Antonio Zea le confirió el grado de General, el cual fue ratificado por Simón Bolívar, el 16 de febrero de 1820. A continuación El Libertador lo designó Jefe del Estado Mayor y Ministro de Guerrar Marina y asimismo Jefe del Estado Mayor General del Ejército Libertodor. Es electó como General en Jefe del Ejercito de la Gran Colombia, Comandante del Ejército del Sur, Intendente del Departamento de Quito, Gobernador del Perú, Presidente de la reciente República de Bolivia entre 1825-1828, representante de Cumaná al Congreso Constituyente de Bogotá de 1830 y a la vez presidente de ese parlamento.
Además de su actuación descollante en el campo militar es estimado y reconocido como un paradigma de los derechos humanos, expuestos y cumplidos en los tratados y capitulaciones elaborados y firmados por Antonio José de Sucre, en las tareas de hombre público y preclaro militar en la emancipación de varias republicas hispanoamericanas. Tuvo su debut en el campo humanitario en 1820 en San Cristóbal al redactar y aplicar magistralmente los Tratados de Armisticio y de la Regularización de la Guerra, firmados por los patriotas por Simón Bolívar y por el español Pablo Morillo en Trujillo, Venezuela en 1820. Los antecedentes que dieron origen a la elaboración de estos documentos provienen de los numerosos y reiterados hechos crueles, insólitos e inhumanos de los jefes realistas durante el inicio y desarrollo del proceso independentista de Venezuela. En contraposición a ese procedimiento cruel de los esbirros españolas el egregio patriota Antonio José de Sucre. Puso en práctica su innato talento jurídico, dotes humanitarios, su grandeza de magnanimidad y sus inéditas condiciones y facultades diplomáticas. Semejante actuación le valió para que El Libertador en febrero de 1825, escribiera una biografía titulada “Resumen sucinto de la vida del General Sucre” como un tributo al trabajo desempeñado en 1820, expresó: “Este tratado es digno del alma de Sucre, él será eterno como el más grande monumento de la piedad aplicada a la guerra”. Tal actuación en lo humanitario convierte a Sucre en el líder que se adelantara 43 años a la constitución del Comité Internacional de la Cruz Roja y a la vez 44 años a los Convenios firmados en Ginebra, que regulan el Derecho Internacional Humanitario y así mismo crea las bases de sustentación, consolidación y ejecución del mismo.
La sembranza humanitaria expuesta por Antonio José de Sucre en los tratados de 1820 en San Cristóbal, en las capitulaciones de Pichincha en 1822 y en la de Ayacucho en 1824, lo engrandecen en relación a los conceptos más amplios en el Convenio de Girón o Tarqui en 1829, cuyo contenido ha servido de base fundamental de variados documentos internacionales de suma importancia. Entre los que se destacan: el texto del Protocolo Adicional de la Convención de Ginebra 1964 y el Reglamento de la Conferencia de la Haya. También en la Carta de la Organización de los Estados Americanos, donde contempla una legislación que la guerra no da derechos y así como la condena de guerra entre las naciones.
Junto a la encomiable proeza guerrera de Sucre se destaca su vocación filosófica. De ahí que para muchas personas los ha sorprendido analizar a un ser humano que diariamente su mayor preocupación y ocupación era el fragor de la guerra, tuviera vocación, dedicación y tiempo para escribir y analizar en la forma como se destacó en sus escritos. En reconocimiento a eso plausible labor intelectual, El Libertador Simón Bolívar en cierta oportunidad manifestó: “La cabeza mejor organizada de Colombia, el mejor General de la República y su primer hombre de Estado…. el valiente de los valientes, el leal de los leales, el amigo de las leyes, partidario del orden, caballero en todo”. Algunos intelectuales como el historiador González Suarez argumentó: “los grandes suelen tener entre sus virtudes una que descuella sobre todas las demás y por la cual se acentúan los rasgos de su fisonomía moral. La virtud característica de Sucre fue la modestia… como militar, como ciudadano, como magistrado, Sucre siempre fue modesto: sin ambiciones ni codicia… inteligente, discreto, generoso, llevaba de veras en su carácter de semejanza”.
Cumplida una fructífera campaña militar que dio la Independencia a varias repúblicas Hispanoamericanas, así como una función fructífera en lo político y de hombre público, al terminar El Congreso Constituyente de Bogotá de 1830, cuya presidencia ejerció se dispuso ir a Quito para visitar a su esposa. Sin embargo, para esos días había aumentado dentro de ciertos patriotas mucha envidia, rencor y animadversión contra su persona, y que consideraban al Gran Mariscal de Ayacucho, el virtual y más apropiado remplazo de El Libertador fue vilmente emboscado y asesinado en la montaña de Berruecos, sitio cerca a la población de Pasto. La autoría de este horrendo crimen se lo atribuyen a varios jefes patriotas.
Conmemoremos un nuevo aniversario del natalicio del pionero del Derecho Internacional Humanitario Antonio José de Sucre. Los venezolanos estamos en mora con su emblemático legado por el héroe indiscutible de nuestra libertad. Por eso, debemos practicar su ejemplo de amistad, solidaridad, patriotismo y magnanimidad que caracterizó a uno de los paladines de la emancipación venezolana.