Fredy Contreras Rodríguez *
Como ejercicio colectivo de crítica y autocrítica, el PSUV debe estudiar y comprender en su espíritu medular, las bases teóricas del partido para volver a Chávez. Tenemos que volver a Chávez, a propósito del tema de la corrupción que aflora a cada rato desde los espacios del poder del Estado.
En retrospectiva, debemos preguntarnos -en voz alta- cuál fue la razón fundamental del triunfo de Chávez en 1998 y respondernos -igualmente en voz alta- que el pueblo de Venezuela confió en el comandante porque estaba asqueado, hastiado, obstinado; en lenguaje coloquial, “mamado” de la corrupción, el burocratismo y la ineficiencia de las instituciones del Estado, dirigidas por el bipartidismo desde 1958 hasta 1998, y por la Revolución Bolivariana desde entonces hasta hoy, como lo dice la historia nacional.
La victoria del comandante en 1998 no tuvo otra razón distinta al grave estigma de la corrupción que aún permea en los cimientos del Estado. Por ello, de manera recurrente, Chávez advertía y cuestionaba el lacerante problema de la corrupción, el burocratismo y la ineficiencia, y su iniciativa sobre el asunto fue construyendo un discurso y unas tesis que aparecen insertas en documentos ampliamente debatidos al interior del PSUV y otras fuerzas políticas y sociales que apoyan el esfuerzo transformador del Estado venezolano, cuyo epicentro jurídico formal es la Carta Fundamental aprobada en 1999.
Como primer referente, la Constitución Bolivariana lo expone transversalmente en todo su contenido. Basta leer, entre otros, los artículos 2, 6, 67, 139, 141, 145, 148, 190 y 232, para comprender el fundamento ético y principista con el que la Carta Magna aborda estos temas, sin dejar de recordar que su texto está legitimado por el pueblo en referendo aprobatorio. Como segundo referente, el ordenamiento jurídico tipifica como delitos y penaliza ejemplarmente la corrupción en sus múltiples manifestaciones. Como ejemplo, basta señalar la Ley Anticorrupción.
Pero más allá de la Constitución y la ley, el PSUV debe reestudiar, aprender y poner en práctica sus documentos internos, como los son sus estatutos publicados en el Libro Rojo, la Declaración de Principios aprobada por el Primer Congreso Extraordinario en 2010, las líneas estratégicas de acción política, las tesis programáticas, las 3R, el golpe de timón y muchos otros que incluyen el Plan de la Patria, cuyos contenidos bajo la orientación de Chávez plasman una postura teórica que no deja duda alguna sobre cuál debe ser la actitud de un ciudadano frente a la corrupción, el burocratismo y la ineficiencia, y más específicamente, de un militante de la Revolución Bolivariana.
Los estatutos PSUV son lapidarios. En sus artículos 12, 13 y 38 (reglas éticas 9 y 10), establecen el compromiso de luchar contra el burocratismo y la corrupción, y asumir una militancia caracterizada por la honradez, la honestidad y la transparencia, confrontando como vanguardia “la corrupción, los corruptos, el chantaje y la impunidad que les sirve”.
La Declaración de Principios del PSUV también es contundente y no deja margen de duda. En la Declaración N° 4 -Del Estado capitalista burgués al Estado Socialista-, el último párrafo afirma que “El partido, junto al pueblo, debe afianzar la lucha contra la corrupción, creando las condiciones y mecanismos para combatir este vicio enquistado en las estructuras del Estado burgués, que promueve la degradación moral y ética de las instituciones y del ser humano, generando prácticas que riñen con los principios éticos; en consecuencia, se debe promover la búsqueda incesante de la transformación revolucionaria de la conciencia del deber social, aunado con la aplicación de elementos jurídicos que liquiden la impunidad, castigando implacablemente hechos que atenten contra la ética y la moral pública. Todo acto de corrupción es un acto contrarrevolucionario, el Partido trabajará en el fortalecimiento de la ética revolucionaria, que es la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre el discurso y la acción”. Continuará…
* Ingeniero industrial. Agricultor urbano.