Reportajes y Especiales

Fuga de gas cloro estuvo a punto de matar a cuadrilla de bomberos | La Nación lo recuerda

13 de febrero de 2022

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Armando Hernández


La profesión de bombero aparece entre las de mayor riesgo debido a la gran cantidad de peligros que su desempeño implica, especialmente en aquellos países que, por diversas razones, no han logrado acceder a los recursos de recientes tecnologías y mantienen a sus bomberos laborando en condiciones no adecuadas, sin equipamiento y, en algunos casos, sin la debida preparación, lo cual aumenta la exposición y las posibilidades de sufrir graves accidentes al momento de actuar ante situaciones de emergencia.
La historia de los diferentes cuerpos de bomberos está cargada de hechos extraordinarios, satisfactorios y hasta heroicos, así como de eventos desafortunados que han dejado ingrata experiencia y mal recuerdo. Están en la memoria, unida a las cosas buenas, que son las más y hacen evocar satisfacciones y alegrías por el deber cumplido, salvar vidas y bienes, llevar ayuda y auxilio en el momento que más se necesita.

A punto de morir…

Un grupo de efectivos del Cuerpo de Bomberos de San Cristóbal estuvo a punto de morir envenenado mientras dormía en su cuartel ubicado en la estación de La Ermita, sin percatarse que estaban siendo afectados por una fuga de gas cloro que provenía de una vieja bombona que, a pesar de encontrarse enterrada, sorpresivamente dejó escapar residuos de su contenido. Milagrosamente, una llamada de emergencia por parte de una persona que requería auxilio porque su casa se estaba inundando a causa de un fuerte aguacero, permitió detectar la situación, con apenas tiempo suficiente para evitar la tragedia y trasladar a los bomberos afectados hasta el Hospital Central, donde quedaron recluidos bajo cuidados facultativos.
El entonces mayor Rodrigo Daza Porras, comandante de la institución, recuerda esos terribles momentos que casi le cuestan la vida unos doce hombres bajo su mando, que en diferentes grados fueron afectados por el gas cloro, que tiene las características de causar daños a las mucosas y afectar el sistema respiratorio en general.
La emergencia fue provocada por una bombona que hacía al menos 20 años fue incautada en el Albergue de Menores de la avenida 19 de Abril, debido a una fuga que afectó al personal de obreros que hacía mantenimiento a las piscinas y a la vez llevó, por razones de seguridad, a evacuar al personal administrativo que laboraba cerca del área. Entre otras medidas adoptadas en ese momento, aparece el decomiso del cilindro, debido al peligro que representaba la fuga activa, según está reseñado en el informe.
Este cilindro fue trasladado a la Estación 1, ubicada en la carrera 2 con calles 7 y 9 del sector San Miguel de La Ermita, pues en la parte posterior se disponía de un amplio terreno, donde fue colocado para que se terminara de vaciar. Se estimaba que no quedaba en su interior casi nada de gas. El tiempo pasó y la bombona, que supuestamente había presentado una falla en la válvula, fue olvidada. Nadie se preocupó más por ella, desde que se pensó que ya no representaba ningún peligro por haberse vaciado por completo.
Para aumentar más esta confusión, un día ocurrió en ese terreno, a causa de las lluvias, un deslizamiento de tierra que arrastró al viejo cilindro, dejándolo medio sepultado. Se hicieron trabajos para nivelar el terreno y hasta se llevó “relleno” para hacer las reparaciones adecuadas. Con esto, la historia del cilindro de gas cloro formaba parte del pasado, y al permanecer enterrado, toda posibilidad de riesgo quedaba eliminada. Habían transcurrido más de veinte años desde su decomiso, y se presumía estaba completamente vacío.

Bomberos intoxicados


Los hechos, que estuvieron a poco de convertirse en tragedia, ocurrieron la noche del lunes 19 de octubre, cuando la mayoría de bomberos dormía y solo permanecía despierto el encargado del turno de recepción. Pasadas las diez de la noche, caía un fuerte aguacero sobre la ciudad, cuando repicó el teléfono de la estación de bomberos. El recepcionista escuchó al otro lado de la línea la alterada voz de un ciudadano a quien se le estaba inundando su casa. Dijo que era de la zona de Puente Real y que varias viviendas estaban afectadas, por lo que necesitaban ayuda de urgencia. El funcionario que le atendió le recomendó tranquilizarse y se comprometió a enviar de inmediato el auxilio solicitado. Al levantarse para dirigirse al dormitorio y alertar al personal, sintió que estaba mareado y le ardía el pecho, pero no le dio mucha importancia porque pensó que era agotamiento. Debía despertar al personal y coordinar las labores de auxilio.
Apenas llegó al dormitorio, intentó despertar al cabo segundo José Agustín Meléndez, quien trató de ponerse de pie e inmediatamente se fue de bruces. El cuartelero entendió de inmediato que algo estaba mal y, alarmado, llamó a gritos a sus compañeros, sin obtener respuesta. Estaban semiinconscientes como consecuencia del gas tóxico que habían inhalado.
Recordó que incluso a él, apenas dio los primeros pasos para ir a la cuadra, le costaba desplazarse, estaba muy somnoliento, pero pensó que se trataba de una situación generada por el agotamiento. También sentía mareo y dificultad para respirar, por lo que de inmediato corrió al equipo de radio para hacer la notificación a sus compañeros del Cuartel Central. “Todos están inconscientes, nadie responde, vengan rápido, necesitamos ayuda”, clamó el valiente bombero que, con gran esfuerzo, había logrado extraer del dormitorio al cabo Meléndez, hombre fornido, de fuerte contextura.
Del Cuartel Central de bomberos partieron varias unidades ambulancia con el fin de auxiliar al personal afectado. También carros de rescate y hasta unidades de combate de incendios. El mismo comandante de la institución, mayor Rodrigo Daza Porras, se desplazó de inmediato para colocarse al frente de las operaciones. También llegaron el sargento ayudante Ángel Alberto Luna, jefe de la estación de La Ermita, y el teniente Alfonso Briceño Daza, jefe del Departamento de Seguridad y Prevención, entre otros funcionarios.
En total, ocho bomberos resultaron severamente afectados y se hizo necesario trasladarlos de urgencia al Hospital Central, siendo estos identificados como: Sargento ayudante Ángel Alberto Luna, jefe de la estación, quien sufrió intoxicación durante las labores de rescate y auxilio de sus compañeros; cabo segundo José Agustín Meléndez, maquinista de guardia; distinguido Luis Eduardo Pabón, jefe de Sección; distinguido Lucas Samuel Galvis Jáuregui, auxiliar de maquinista, y los bomberos: José Orlando Cárdenas Manzully, Carlos Joselito Pérez Pérez, Hugo Suárez Delgado, Víctor Hugo Zambrano y Luis Ernesto Delgado.
24 horas después, el mayor Rodrigo Daza sumaba como hospitalizados los nombres de los bomberos Tulio Linares y Eduardo Contreras, quienes formaban parte del personal de reemplazo y quedaron al cuidado de la estación. Ellos ingresaron a un depósito no tratado en busca de algunos productos de limpieza. No se percataron que en el mismo había una fuerte carga de gas cloro acumulada, lo cual les hizo perder el sentido apenas ingresaron al área. Afortunadamente, en ese momento, desde el Cuartel Central se hizo una llamada telefónica para el chequeo del personal y conocer sus condiciones. Al no obtener respuesta, se movilizó una comisión, que los encontró en malas condiciones, haciéndose necesario su traslado al hospital, donde fueron recluidos de inmediato.

Desenterrar la bombona


Daza Porras explicó que una vez solventada la situación con el personal se abocaron a la localización del objeto causante de semejante problema. Mediante la utilización de la maquinaria adecuada fue posible localizar el cilindro, enterrado, aproximadamente a un metro, en un área que colindaba con la parte posterior del dormitorio, con el cual tenía comunicación a través de una pequeña ventana. Se descubrió que la bombona fue dañada por el óxido y la corrosión, y dejó escapar un excedente de gas cloro que se coló por la ventanita, llevado por la brisa nocturna.
El personal se fue a dormir ignorando el grave peligro y casi les cuesta la vida. Se asegura que cuando el gas comenzó a ingresar y expandirse por el área, ya las luces habían sido apagadas y los bomberos estaban descansando en medio de un gran silencio, por lo que no se percataron de lo que ocurría a su alrededor. De no haber sido por la llamada de auxilio, es probable que las cosas hubieran sido de peores consecuencias.
El teniente Briceño asumió las investigaciones y, previo a eso, realizó inspección en el vecindario en busca de posibles afectados por la inhalación del gas. No se encontró ningún caso. El gas ingresó solo al dormitorio del cuartel por la ventanita, pero no llegó a ninguna casa vecina, ni representó peligro para sus habitantes.
La bombona fue extraída y destruida, conforme a los procedimientos técnicos de la época, para eliminar cualquier posibilidad de peligro, tanto para el personal que estaba en primera línea como para el vecindario.
Alfonso Briceño, hoy general de bomberos, en situación de retiro, excomandante de la institución, recuerda el incidente ocurrido hace 41 años, en 1981, como cosa curiosa, provocado por una bombona de gas cloro que había sido decomisada 20 años antes de que ocurrieran los hechos. Este caso es algo que se debe tener muy en cuenta, una advertencia de que, por muy segura e inofensiva que pueda parecer una situación, no se debe confiar y es necesario chequear, verificar y confirmar que se ha cumplido con los protocolos de seguridad y que, efectivamente, no existe peligro en ningún tipo.
De los protagonistas de este episodio, ninguno forma parte activa de la institución, puesto que se han acogido a la merecida jubilación por tiempo de servicio prestado. Varios de ellos, lamentablemente ya fallecieron, dejando sus ejemplos y enseñanzas. La estación de La Ermita, cerca del parque San Miguel, sigue en operación. Es la sede más antigua con que cuenta el Cuerpo de Bomberos de San Cristóbal, en el mismo edificio donde la institución fue fundada el 28 de noviembre de 1952, bajo el mando del sargento ayudante, llegado de Caracas, Baltazar Echeverría. El espacio es el mismo, tan sólo que está dividido con tabiques y paredes, para separarlo de otros ambientes, entre los cuales se encuentra el comando de la Policía Municipal de San Cristóbal.
Esta es una de las tantas historias que con el transcurrir de los años forman parte de la memoria de la principal institución bomberil del estado Táchira, que durante su larga y dilatada existencia cuenta con episodios extraordinarios que son testimonio de actos en favor del pueblo tachirense, salvando vivas y bienes, en oportunidades, aun a costa de la seguridad de los funcionarios, que sin dudarlo y con verdadera vocación no han escatimado esfuerzos para exponer su propia existencia en beneficio del prójimo.

Trágica muerte

Según la historia de la institución, el 8 de marzo de 1979, en horas de la tarde, ocurrió un accidente en el gimnasio de la parte alta de Pueblo Nuevo, donde se reporta el primer el fallecimiento, en funciones de servicio, de un efectivo del Cuerpo de Bomberos de San Cristóbal, en la persona de José Luis Buitrago, y lesiones graves para su compañero, Rubén Darío Zambrano.
Ambos llegaron para hacer un suministro de agua y debían llenar dos grandes tanques que estaban en la parte posterior de una torre metálica, que fue colocada sin ninguna medida de seguridad, no tenía bases, ni anclajes. Tan solo fue colocada en el sitio y cuando los bomberos estaban a punto de cumplir con su trabajo, una ráfaga de viento la derribó, con el saldo ya citado.

Otros casos


En horas de la madrugada del 24 de diciembre de 1979, en el sector La Ratona, vía a Santa Ana del Táchira, ocurrió un accidente que dejó varias personas lesionadas de consideración, entre ellas tres bomberos rescatistas. Esa madrugada, una motocicleta ocupada por dos personas se salió de la vía y cayó por un abismo de más de cien metros. Los ocupantes de un carro que pasaba por el lugar fueron los encargados de dar la alarma y hasta se sumaron a las labores de rescate. Se trataba de dos hermanos, identificados como Marcos y Plácido Camargo, de Caracas.
Junto a los bomberos, lograron sacar a un maltrecho motorizado, que fue trasladado por los funcionarios al Hospital Central, donde les dijo que su acompañante aún permanecía en el fondo del barranco, por lo que estos debieron regresar a buscarlo. La única manera de bajar hasta el sitio donde había caído, era a través de cuerdas y así lo hicieron. Colocaron a la víctima en una camilla para extraerla y al momento, los tres bomberos y los dos colaboradores se aferraron a la cuerda para ser sacados, con la mala suerte que la misma se reventó y todos fueron a dar al fondo del barranco.
Además de la joven herida, resultaron afectados los hermanos Camargo y los efectivos: distinguido Alberto Guerra y bomberos Orlando Ramírez y Luis Delgado, quienes ameritaron hospitalización. Se determinó luego que la driza, gastada por el uso y el tiempo, no soportó el peso y se rompió.
El 15 de marzo de 1979, el bombero Freddy Orlando Lagos fue tapiado por un derrumbe en el barrio 8 de Diciembre en momentos que tomaba parte en operaciones de rescate de una mujer y su hijo de trece años, que a su vez estaban atrapados por un deslizamiento de tierra ocurrido en momentos que invadían un terreno. Lagos fue auxiliado por sus compañeros, que en oportuna respuesta evitaron su muerte.
Ese mismo año, en la zona de El Mirador, durante el incendio de una vivienda ocurrido por fuga de gas, resultaron con quemaduras los bomberos Luis Pabón y Jorge Paz.
El lunes 26 de junio de 1990, por inhalación de humo durante un incendio ocurrido en Importadora Táchira, en la avenida Quinta con calle 5 de San Cristóbal, fueron afectados el sargento Jorge Becerra, cabo primero Hugo Suárez, cabo primero Carlos Pérez y los bomberos Yorman Mora, Rubén Padrón y Omar Suárez.
Asimismo, en un depósito de gas ubicado en la prolongación de la avenida García de Hevia, esquina del viejo viaducto, se produjo un incendio que dejó el saldo de un bombero muerto y varios heridos, como consecuencia del estallido de una bombona. El efectivo fallecido fue identificado como el teniente Manzully.
Unos 20 bomberos sufrieron intoxicación al ser afectados por la inhalación de humo durante un incendio ocurrido en el galpón de un negocio dedicado a la elaboración de productos plásticos que operaba en las inmediaciones de la iglesia Catedral de San Cristóbal. Los más afectados fueron Jorge Martínez, por inhalación, y Darwin Minguí, por quemaduras de primer grado. Ambos fueron hospitalizados.

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