Reportajes y Especiales
HISTORIA | La casa del Santo Cristo resplandece ahora con los colores del pasado
2 de marzo de 2022
Daniel Pabón
A José Alejandro García le quedaron rondando dos ideas en su cabeza luego de haber dedicado cinco meses de su 2021 a encarar la restauración de la pintura interna de la basílica del Espíritu Santo en La Grita: quiere que este patrimonio histórico y artístico sea aún más valorado por la sociedad, y apuesta por resaltar el valor de este trabajo para que otras edificaciones religiosas también puedan ser recuperadas del deterioro por el paso del tiempo.
Para un guía de montaña y técnico vertical como él, contribuir a que la casa tradicional del santo patrono, el Cristo del rostro sereno, recobrara sus tonos originales significó un doble reto; como gritense, y como demostrador de las técnicas de trabajo vertical que aprendió en la escuela andaluza EASTAV. Allí obtuvo la certificación internacional nivel 2 IRATA, acrónimo en inglés de la asociación empresarial de acceso por cuerda industrial, reconocida como la autoridad líder mundial en acceso por cuerdas.
El desafío mayor lo supuso llegar a la cúpula sobre el altar mayor, que alcanza los 19 metros de altura, equivalentes aproximadamente a un edificio residencial de seis plantas. Esa gran bóveda con forma de media esfera recibió reparaciones puntuales de yeso, así como la restauración de las múltiples cenefas y ornamentaciones que la revisten.
Cuidadosamente restaurado fue, del mismo modo, el arco toral, como se llama la semicurva transversal a la nave central del templo que sustenta la bóveda. De tono clásico marrón y abundante en detalles, construir ese arco toral fue catalogado en su momento como una obra difícil y de gran riesgo.
“Era muy bajo y quitaba la vista al altar mayor”, describía monseñor Raúl Méndez Moncada (El Cobre, 1917 – San Cristóbal, 2019) en su tiempo de párroco de la basílica de La Grita. “La pericia del maestro Carrillo logró esto sin que la cúpula sufriera en lo más mínimo”, contaba en agosto de 1963 quien llegó a ser el sacerdote más longevo de Venezuela, con 101 años.
En el año 63 del siglo pasado terminaron las obras de reconstrucción del templo que habían empezado cuatro años y medio antes, en enero de 1959. Dirigió aquella obra el maestro constructor Luis Carrillo, natural de Pamplona, con experiencia en edificaciones religiosas como palacios episcopales, catedrales e iglesias.
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58 años más tarde, a José Alejandro García, como director de ejecución de estos nuevos trabajos, le correspondió hacer las investigaciones y análisis técnicos, así como los diseños y el desarrollo de la estrategia para levantar el andamio dentro de la basílica.
A sus 35 años, José Alejandro ha sido pintor de brocha gorda desde muy joven. Para profundizar en las investigaciones, buscaron al también joven y artista plástico gritense Omar Rondón, quien al llegar a las capas originales dio con las técnicas y la policromía que usó el colombiano hace seis décadas.
“Lo que hicimos fue ver qué había hecho el maestro Carrillo, copiar la técnica y dejar la parte interna de la basílica como estaba antes”, explica José Alejandro.
Así, buscaron y encontraron los tonos más exactos. Para las naves de la basílica, una pintura base beis, un marrón y el blanco. Para la capilla-santuario del Santo Cristo, un blanco más intenso para paredes, otro blanco entre hueso y ostra para columnas, y gris para retoques puntuales en los marcos de los vitrales del maestro Néstor Melani.
Donde correspondiera, aplicaron la técnica pictórica grisalla, que imita relieves escultóricos y recrea espacios arquitectónicos. Y todo fue recobrando su esplendor. Esas columnas, que en la reconstrucción de los años sesenta habían sido mejoradas con nuevas bases y capiteles (parte superior de la columna, que la corona con molduras y ornamentación). Esos arcos lisos, a los cuales el maestro colocó arquivoltas (molduras que decoran la cara exterior del arco). Esos medallones dorados con motivos eucarísticos, que Carrillo dispuso a lo largo de la nave central, en medio de los arcos, y que los muchachos ahora llevaron a la técnica que tuvieron anteriormente. Esos rombos tan característicos del techo, algunos restaurados por hallarse cariados o carcomidos por la humedad.
Es tan bella la basílica que, en lo más alto e inaccesible de su interior, casi rozando ese techo de rombos, sobre las cenefas brillan decenas de tríglifos. Así se llaman los adornos de friso del orden arquitectónico dórico que tienen forma de rectángulo saliente y están surcados por glifos, o canales poco profundos. Con todo cuidado y respeto, limpiaron esas láminas doradas y aplicaron un protector sobre las distintas imágenes que representan: ángeles, corderos, barcas, pescados…
Con dos ayudantes de logística y pintura, Freddy Gómez y Enrique Sánchez, así transcurrieron los días de José Alejandro y Omar entre el mes de mayo, cuando empezaron por ese recinto elevado sobre la entrada que es el coro, hasta el 23 de septiembre de 2021, cuando dieron por terminados los trabajos.
En el ínterin, dio chance hasta para restaurar la manita de uno de los ángeles de la Santísima Trinidad que preside el altar mayor, y de izar con la habilidad de las cuerdas las imágenes de más de metro y medio de Nuestra Señora del Carmen y de san José entronizadas ahora a ambos lados del Dios uno y trino.
Después de casi 3.000 metros cuadrados de superficie restaurada, a doble mano de pintura; luego de verter unos 250 galones de pintura, José Alejandro refiere que a la gente le gustó, y que imploraban a Dios que les bendijera ese don a los cuatro gritenses que, junto a la contratista local H/Duke’s, sostuvieron sobre sus hombros la responsabilidad histórica de restaurar el templo interno, cuatro años después de los trabajos de refacción externa desarrollados en 2017 por la Gobernación, bajo la administración Vielma Mora.
Con una acción de gracias oficiada por el actual párroco-rector, presbítero Jesús Mora Calderón, y la develación de una placa conmemorativa de mármol, dispuesta a un lado de la capilla de ánimas, inauguraron felizmente el nuevo y resplandeciente rostro interno de la morada del Rostro Sereno. En la placa, la parroquia agradece a la familia Durán, mecenas de la obra, “por su gran aporte en la restauración de la pintura interna y la cristalización de los pisos de este recinto sagrado”. Asimismo, agradecen al contratista Nelson Duque y al equipo de pintores.
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El carácter milagroso del Santo Cristo pudo comprobarlo José Alejandro desde los andamios, cada vez que divisaba el desfile incesante de peregrinos que de rodillas o empapados en lágrimas llegaban a los pies del ícono de Jesús en la cruz que se venera en La Grita desde 1610, hace 412 años. Eso lo comprometió más.
“Nos involucramos mucho con la obra, porque sabíamos que íbamos a tocar algo que, para todo el pueblo, el estado y el país es muy importante”, dice José Alejandro, al hacer balance de cero accidentes desde las alturas. A Omar, lo exalta como un artista responsable y consciente. Tras laborar con los permisos locales y patrimoniales correspondientes, el equipo ahora se convierte de cierta forma en heredero del mantenimiento de la reconstrucción de mediados del siglo pasado.
Una reconstrucción que consistió también en el cambio total de los techos: antes eran de madera y teja y desde entonces pasaron a ser de hierro, apareciendo planos por debajo con ese artesonado de yeso que tanto distingue a la basílica.
Construida originalmente en el siglo XIX, en un lugar que había servido de cementerio, el primer edificio resultó destruido por los terremotos de 1812 y 1827. Después de este último, el pueblo lo reedificó hasta cuando terminaron los trabajos en 1836. “Tenía una sola nave y era de construcción muy imperfecta”, contaba monseñor Méndez Moncada.
Ese templo fue derribado en 1890 para comenzar a construir el actual. Era párroco monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno, el intelectual prelado a quien el municipio debe su nombre. Con planos del merideño Ramón Pino, y trabajos a cargo del arquitecto Esteban Rangel, en 1894 inauguraron el presbiterio, la cúpula y la sacristía, mientras que en 1898 terminaron las columnas y los arcos. De principios del siglo XX son la fachada y la torre, hasta que en 1915 monseñor Acacio Chacón dio feliz término a las obras.
Todos los párrocos se han preocupado por mejoras. Tuvo pisos de mosaico en 1931, el reloj es de 1937 y los vitrales, de 1949. La hermosa e íntima capilla del Santo Cristo que en la actualidad visitan tantos devotos de todo el mundo fue construida entre 1953 y 1956.
Todo lo anterior y más lo narró Méndez Moncada, párroco de la reconstrucción, en un manuscrito que, junto a otro de los tiempos del también reconstructor Jáuregui Moreno, se hallan a buen resguardo en un lugar tan original como especial: la paloma de plata que cuelga en lo más alto del arco toral de la basílica del Espíritu Santo, a quien justamente simboliza. Desde su fundación, la ciudad fue encomendada a la tercera persona de la Santísima Trinidad.
Limpiada cuidadosamente durante los recientes trabajos, la paloma de plata contiene ahora un nuevo documento para la posteridad: sobre papel pergamino, y escrito a plumilla por el mismo Omar, quedó guardada una reseña de las obras de restauración de la pintura interna del año 2021 al templo matriz de La Grita y santuario tradicional del patrono.
José Alejandro, a quien le gustan tanto las alturas, evalúa con alta satisfacción la restauración realizada. “Nos sentimos muy contentos. Todo ese tiempo tratamos de ser lo más honestos, luchando porque todo fuese exacto y de calidad. Nos propusimos hacer algo que, sabemos, va a trascender en el tiempo. Quisimos hacerlo bien”, repasa el joven, desde ese recinto sagrado de La Grita donde habita Jesús en la eucaristía.
“Hoy la iglesia impresiona agradablemente a quien la visita”, dejaba escrito monseñor Méndez Moncada cuando, en 1963, se llevaba a cabo la consagración del templo parroquial recién reconstruido. Seis décadas después, bien vale su misma afirmación, con la casa del Santo Cristo renovada, ahora también por dentro, con sus aires originales.