Fredy Contreras Rodríguez
Se ha hecho normal ventilar los asuntos públicos en la mediática regional o nacional -como el tema de la corrupción-, cuando algún escándalo asoma la punta del iceberg y luego todo se olvida. Los mismos medios se encargan de silenciarlos, cuando la noticia o el tema ya no les importa.
El cáncer de la corrupción no puede correr la misma suerte. No puede seguir siendo asunto para el debate espasmódico y coyuntural, para los dimes y diretes que cada caso genera, ni mucho menos olvidar los reiterados llamados de Chávez y los que hace el presidente Maduro sobre estos hechos -quien tiene conciencia de la amenaza que significa el envilecimiento, la descomposición, el vicio, la deshonestidad en el manejo correcto del patrimonio público-, cuya praxis está tipificada como delito en diversas figuras jurídicas del ordenamiento legal. El gravísimo problema de la corrupción debe ser tema permanente de debate diario en todos los escenarios del PSUV.
En los últimos tiempos, autorizadas voces de la vida nacional han expuesto su opinión advirtiendo que tales acontecimientos sacuden lo moral, lo social y lo político de la patria; que es un grave fenómeno que carcome la solidez institucional y plantea un escenario peligroso y complicado que va mas allá de lo jurídico-penal, por ser un complejo elemento transversal en todo el tejido social; que estamos en presencia de una praxis administrativa enquistada y legitimada en muchos casos, que puede llevarnos a mayores niveles de impunidad y tolerancia; que es necesario enfrentar todas sus prácticas y modalidades, luchando contra la peligrosa “aceptación social” de la rémora.
Toda la sociedad debe enfrentar a la corrupción. De este lado, las UBCH, los comandos políticos municipales, estadales, la dirección nacional del PSUV, los movimientos sociales progresistas, los gremios y el Gobierno, deben asumir la lucha anticorrupción como problema prioritario de la sociedad y del Estado, y combatirla como lastre heredado y como modo equívoco de hacer política.
Se debe emprender la tarea de educar y formar para producir conciencia y sensibilidad colectiva. No podemos echar en “saco roto” la ruta de Chávez y transitar esa ruta implica educar para enseñar e imponer la nueva cultura socialista -ética y principista- para sustituir a la cultura liberal burguesa, tal y como el PSUV ha valorado y explicado teóricamente la comprensión del problema.
Educar contra la corrupción ordena comenzar con algo. Urge una cruzada contra ella dentro del PSUV y la administración pública, en todas sus instancias territoriales, que debe comenzar por señalar y explicar las variadas formas como se manifiesta la corrupción en sus ejecutores. La corrupción, como la gripe y el covid, muta y busca pasar invisible, pero igual a como ocurre con esas pestes, se nota, se ve, se percibe.
A los corruptos se les nota, se les ve el tramojo; se les huele el tufo de podredumbre material; se perciben a leguas las señales inequívocas de su descomposición ética y moral, traducida en ritmos de vida imposibles de cubrir con sus salarios; en gastos suntuarios que sobrepasan sus posibilidades económicas y en posesión de bienes que jamás podrían adquirir con sus sueldos. Por ejemplo: si un alcalde que al llegar al cargo vivía en una casita de interés social otorgada por el Estado y al cabo de 2 años de ejercicio se hace una “casota” -como dijo Chávez-, sin poder explicar el origen de esos fondos, pues ni heredó fortuna ni se encontró una botija de oro, eso nos dice objetivamente que estamos frente a un corrupto. Sin mayores explicaciones.
Los mecanismos y modalidades de la corrupción son variados y sutiles: compras de bienes con sobreprecio; solapamiento de inversión de recursos logrados en diferentes fuentes de financiamiento para un proyecto al que le cambian el nombre; desorden administrativo deliberado; cobro de comisiones porcentuales para el otorgamiento de un contrato; uso de empresas de fachada -en algunos casos cooperativas- en manos de familiares o testaferros para ejecutar obras sin contratistas intermediarios; desacato a los procesos de licitación para favorecer empresas; declaraciones de emergencias para contratar sin licitación; tráfico de influencias; peculado de uso de bienes públicos como maquinarias, equipos, herramientas y obreros de la nómina pública, para construir obras contratadas cuyo presupuesto incluye tales gastos; compras a empresas ferreteras o de materiales de construcción que proveen con exclusividad al organismo público donde está el corrupto; manejo directo de presupuestos asignados a consejos comunales sin la participación de éstos; imposición de contratistas a consejos comunales para ejecutar obras; etc. etc. En resumidas cuentas: Son casi infinitas las manifestaciones de la corrupción.
Reitero que avanzar a fondo en el combate a la corrupción pasa por desechar la idea de tratarla como asunto del sistema de Justicia -responsable de la impunidad que reina en torno a ella por la trama de complicidades, componendas y contradicciones dentro de sus instituciones- pues ya no se trata de un asunto jurídico-penal, sino de un grave problema político que debe ser combatido en todos los escenarios.
*Abogado. Agricultor urbano.