El educador, de 54 años, residenciado en San Rafael, municipio Cárdenas, sobrevivió al covid-19 y una neumonía. El virus le atacó hace 53 días. No hubo prueba covid-19, no había en los CDI de Cordero y Táriba, pero la placa de tórax y los síntomas dejaron al coronavirus al descubierto.
José Luis Guerrero
El dato…
Persiste el cansancio y la dificultad para respirar. Aún sigue en reposo.
Las secuelas del covid-19 angustian al profesor William Alfredo Márquez Rosales. El cansancio al caminar y dificultad para respirar, no lo dejan retornar a sus labores normales como docente. Han transcurrido 53 días desde que el virus se alojó en su cuerpo y, como él mismo lo dice, “me hizo ver de cerca la muerte”.
Mientras muchos disfrutaban de la Feria de San Sebastián, el martes 25 de enero va al ambulatorio de San Rafael, municipio Cárdenas, comunidad donde reside, por dolor en las articulaciones y cansancio. Pensó que se debía a la caminata diaria que hace hasta la vía principal, por donde pasan las unidades de transporte de la línea Unión Cordero, para llegar a su trabajo, porque desde hace varios años suspendieron la ruta del sector La García, cerca de donde vive.
William tiene vehículo, pero el sueldo que gana como docente no le permite cubrir el gasto de comprar gasolina. Necesita unos 80 mil pesos para llenar el tanque del carro.
“Finalizando los días de enero empecé a sentir fastidio en la garganta, más dolor en los músculos, en las piernas. El viernes 28 me dio mucha fiebre, sobre 40 grados, que me hizo delirar, decir incoherencias. Me asusté, y dije que era covid, ómicron. Estaba desesperado por el malestar. Tenía el carro parado, sin combustible. El domingo 30 logré comprar gasolina a 3.800 pesos por litro, y me llevaron al CDI de Cordero”.
Allí, una doctora lo escuchó y atendió. Toda la sintomatología, sin prueba clínica, alertó que era covid-19, en su variante ómicron, sumado a la asma bronquial que padece. Le asignó tratamiento básico, hematología completa, placa de rayos x. “Allí aumenta la preocupación por el dinero que se gasta, sigue el dolor de espalda, la dificultad al respirar, el desánimo”, dice.
48 horas después, el 2 de febrero, aprovecha que aún tiene gasolina y va al Hospital San Antonio, de Táriba. Una amiga conduce el vehículo. Se hace la placa de tórax y logra tomarle una foto en su teléfono celular (la placa la entregan en CD) y el médico constata que, ahora, también tiene neumonía.
“Llamé a mi amiga Lenis Romero, que trabaja en el CDI de Táriba. Me llevaron para allá. Yo estaba bastante decaído. No me hicieron prueba covid, porque no había, y me asignaron más tratamiento, vitaminas, complejo B, botellas de suero, multivitamínicos… Una enfermera amiga, Yajaira Cánchica, me colocó una botella diaria de suero en casa y eso me ayudó muchísimo, pero seguía la dificultad para respirar, el agotamiento físico y la fiebre…”. A estos síntomas, que ameritaron estar aislado en casa, se sumó la pérdida de la voz. Hablaba muy poco, y lucía descompensado.
“Quienes estaban pendientes de mí, me iban a sacar en una ambulancia para llevarme al Hospital Central, a la carpa covid, pero mi pareja no lo permitió. Me quedé en casa, con vigilancia médica y de la amiga enfermera, cumpliendo todo el tratamiento, pero hubo días de mucha angustia. Yo siento que vi la muerte de cerca”.
El viernes 11 de marzo regresó al CDI de Cordero. Le asignan más tratamiento para la fase final de recuperación. Ya el ómicron y la neumonía salieron de su cuerpo, pero tiene un pulmón débil. Debe cumplir ciclos de terapia para superar el ahogo al respirar. “No me puedo mojar, no me puedo serenar, debo cuidarme por este clima frío…”.
Fervor religioso
William le pedía mucho a Dios. Se deprimió. Lloraba a cada rato. Su mamá, una adulta mayor, no se ha enterado de su enfermedad. “Me da miedo que se vaya a enfermar ella de angustia”, dice. Se refugió en la oración y lectura de la Biblia. Los salmos 5, 6, 23 y 91 fueron leídos por la mañana, por la noche, por la tarde.
Le debe un ramo de rosas rojas a santa Rita, en pago de promesa, y varias velas a los arcángeles, que ocupan un espacio especial en el portal de su casa.
Narró que su pareja le apoyó con los gastos de los tratamientos médicos. William gastó todos sus ahorros. Desde lejos, los vecinos le tendieron la mano.
Sigue atento a las recomendaciones médicas y a las terapias. Bajó varios kilos de peso. El covid lo atacó, pese a tener las tres vacunas, las cuales permitieron que su respiración no se complicara al límite de buscar bombonas de oxígeno o ameritar hospitalización.
“Rezo con el permiso de Dios todopoderoso y toda su corte celestial. Quiero dar las gracias a Dios, a todos los ángeles y arcángeles…”, para él, las oraciones fortalecieron su espíritu.