Julieta Cantos
Queridos lectores…en este renacer permanente que me produce escribir, analicé y reafirmé dos cosas: 1. Esta, mi pasión, no se circunscribe al Táchira, sino a Venezuela toda y al mundo entero. 2. Revisando mis escritos como articulista desde 1986, me percaté que prácticamente conforman un proyecto de región, de estado, de ciudad. Están las observaciones, muchas de ellas profundamente críticas, pero sobre todo están las propuestas hacia los diversos sectores, tratando de abarcar los problemas que pienso son los prioritarios, por lo que decidí que voy a editar un libro sobre estos escritos de más de 30 años, y volverlo viral en las redes, de forma gratuita, para que el que quiera lo utilice en forma creativa, agregándole sustancia propositiva. Me va a llevar un poco de tiempo, con la ventaja de que todos los escritos ya están digitalizados y recopilados. Será cuestión de afinarlos. Esto me va a permitir tocar temas a lo mejor menos técnicos, pero más cotidianos…lo cual me encanta, de hecho, más de una vez he intercalado lo técnico con el quehacer diario…lo que me habilita, para en esta nueva etapa, hacerlo al revés.
Y justo cuando estoy en esta reflexión me llega una noticia extraordinaria sobre el reciclaje. A partir del “03 de julio del 2021 entró en vigencia una nueva legislación de la Unión Europea que marcará una nueva era para la reducción de desechos, el reciclaje y la economía ambiental dirigida a uno de los mayores culpables de la contaminación marina y terrestre: el plástico existente actual. Esta legislación se elaboró en el 2019 para prohibir los 10 artículos de plástico de un solo uso que se encuentran con mayor frecuencia en las costas europeas: cubiertos, recipientes para bebidas, bolsas, toallitas higiénicas, etc. Esta ley también exige que todos los envases de plástico sean reciclables para el 2030 y para el 2025 se establece una meta de reciclaje del 50 %, sobre todo porque la pandemia ha exacerbado el uso de productos plásticos de un solo uso en el mundo”. Y justamente, hace tres días, me conseguí con la extraordinaria noticia de mujeres, aquí en el Táchira, que ya están usando la copa menstrual, sustituyendo las clásicas toallitas, con resultados excelentes…y esa copa menstrual se consigue aquí, en el Táchira. Pero, además, esa legislación transfiere cualquier carga y responsabilidad del consumidor al productor para disuadir a las empresas de continuar con las prácticas comerciales insostenibles. Se podrán imaginar mi estupor y alegría…esto se vincula totalmente con mi artículo anterior, en donde emplazaba a la industria a invertir más en investigación para generar este tipo de prácticas. Pero, además, también resaltaba el poder que tenemos como consumidores para rechazar y minimizar el consumo. Imagínense que haciendo mercado debía comprar champú y, en vez de buscar el “apropiado” para mi cabello, busqué el apropiado para el planeta…y lo conseguí. Conseguí que, además de que me ofrecía “una dosis de vital queratina para reparar y reactivar la vida de mi cabello”, la botella estaba hecha con plástico reciclado. Mejor dicho, la tapa del frasco.
El Táchira históricamente ha sido emprendedor, sería interesante que desde la Gobernación y la Alcaldía se legislara de manera innovadora en este aspecto. Ya se está educando a la población con los módulos de contenedores de basura para la clasificación de la misma en lugares estratégicos, ya tenemos una escuela de reciclaje de las 3R: reducir, reutilizar, reciclar, habría que incorporar las otras dos: Recuperar y Rechazar. Pero, además, vi la instalación de dos módulos más, cuya ubicación es estratégica: uno sobre la 19 de Abril, antes de las escaleras que conducen a Barrio Obrero, a través del pasaje Pirineos, y el otro en la esquina del Mc Donald, subiendo hacia el Chorro El Indio. Ambos son fundamentales porque enlazan la parte norte de esos sectores con la parte sur.
Pero no quiero terminar sin comentar sobre ciertas intervenciones en nuestra ciudad que han significado cambios, en estos últimos meses. Me explico. Un día, de repente, vislumbré en el inicio de la avenida Rotaria una escultura de una familia indígena. Mi primera reacción fue de curiosidad. Finalmente se hace un reconocimiento a nuestros orígenes explícitamente. No es cualquier cosa, sobre todo cuando contamos entre nuestros ancestros con las etnias Arawuacos, Caribes y Betoy, entre otras. Grupos étnicos trabajadores, agricultores, guerreros, que realizaban actividades de labranza y cría de animales; es decir eran productivos, pero además tenían conocimientos de “planificación urbana”, como se demostró cuando la antropóloga Reina Duran, en 1991, ubicó la aldea de Colinas de Queniquea en donde había terrazas, muros de contención, caminos, escaleras, demostrando con ello sus capacidades y conocimientos constructivos, así como diversos instrumentos, tanto para la cacería como para la agricultura y la guerra, instrumentos que se pueden observar en el Museo del Táchira. En conclusión, todo lo que se dice del tachirense es cierto, somos productivos, trabajadores, ahorradores, creativos, emprendedores, guerreros, y lo confirma nuestra historia. A pesar de que contamos con un importante museo que salvaguarda, conserva y expone el acervo arqueológico, antropológico, histórico y cultural de la región, no es sino hasta ahora que se incorpora como un elemento escultórico a la ciudad.
La única manera de consolidar y fomentar el sentido de pertenencia es conociendo nuestra historia y divulgándola. El Táchira pertenece a una región que siempre ha estado vinculada al hecho cultural y ha participado de forma importante y decisiva en la construcción y desarrollo del país, aportando poetas, escritores, artistas, historiadores, antropólogos, urbanistas, planificadores, músicos extraordinarios, políticos muchos de ellos, presidentes, entre otros. Además poseemos una importante presencia de fauna y flora, reseñada parte de esa fauna en un hermosísimo libro hecho, en el 2006, por Fabian Pasariello, Carlos Rengifo y Clemente Pasariello: 100 Aves Comunes del Táchira. Tenemos con qué motivar esa pertenencia haciendo presentes en nuestros espacios urbanos esa nuestra riqueza. Sigamos…
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