Francisco Corsica
Tal vez el lector recuerde con agrado y nostalgia la cantidad de cosas que podía hacer Robotina en la casa de Los Supersónicos. La mítica serie animada de Hanna-Barbera le permitió a millones de personas en la década de 1960 reírse sobre un personaje que parecía humano, al desempeñarse como ama de llaves y tratar con profundo cariño a los miembros de esta icónica familia. Se supone que el padre de familia nació el año pasado —2022— y que la serie se ambienta en la década de 2060, por lo tanto, vamos llegando a esos tiempos.
Algo curioso que ha surgido en las últimas semanas han sido las denominadas «dinoprofesiones». Ya aparecen en muchos estados de WhatsApp y en memes de Facebook. No es muy difícil encontrárselos publicados en estos últimos días. Son unas bonitas imágenes creadas por inteligencia artificial que tratan de aplicar a dinosaurios bebés caricaturizados el estilo y la apariencia característica de un oficio o de una profesión moderna. Si alguien es chef, médico, comerciante, profesor, abogado o lo que sea, una de estas gráficas va a representar su nicho.
Podrá sonar jocoso y sumamente tierno, pero el metamensaje conlleva a pensar muchas cosas. Su trasfondo no es representar una ocupación. Realmente es una suerte de advertencia. Busca hacerle ver a las personas que sus trabajos están en peligro de extinción porque la inteligencia artificial ya es capaz de hacer muchas tareas complejas que hasta hace nada solamente las podíamos hacer los seres humanos. Entre esas, generar perfectamente en pocos segundos la foto de un dinosaurio vestido de determinada manera.
En realidad, la obsolescencia de determinadas labores no es un fenómeno nuevo. La lista de los oficios extintos es larga. Hace poco vi una película en la que había un «farolero». Era la persona que durante las primeras horas de la noche encendía los faroles de la ciudad para iluminar las calles, y por las mañanas los apagaba. Para la época en la cual se ambienta el filme, existía. Con los avances tecnológicos y la expansión de la luz eléctrica, este oficio desapareció en el transcurso del siglo pasado para dar paso a los postes de luz modernos. Y así como este, un sinfín ha pasado a formar parte de la historia.
Sería divertido que a este cementerio de ocupaciones extintas también se les dedique una «dinoprofesión». Después de todo, por más acertados o equivocados que puedan llegar a ser los vaticinios sobre las profesiones actuales que desaparecerán en un futuro, el fin de estas otras ya es un hecho. Por las actuales habrá que esperar un tanto para verificar si en efecto sucumben ante las innovaciones.
¿A qué quedaríamos relegados los seres humanos con este fenómeno? Un oficio en auge y que cada día es más factible encontrarlo en las calles es el de los influencers. Estas son personas que tienen cierta credibilidad por sus conocimientos sobre un tema y que usan las redes sociales para promocionarse y crearse una fama. Se supone que queda entre las pocas ocupaciones que no se encuentran en peligro de extinción. Aunque bueno, con tantos cambios, es difícil precisar.
Hablar en estos términos no es preocupante. Cada labor u ocupación es importante, pero el hecho de que ahora todos quieran ser influencers demuestra que las aspiraciones de las nuevas generaciones son completamente distintas a las de las anteriores. Cada día hay menos personas dispuestas a ser médicos, ingenieros, carpinteros o agricultores porque consideran que dentro de poco tiempo una máquina hará el trabajo por ellos.
No lo advierto con fines alarmistas sino con fines informativos. Hay que destacar que las profesiones con miras a desaparecer o a reducirse al mínimo son las de los docentes, los artistas, los economistas, los periodistas y los desarrolladores de software. El Foro Económico Mundial estimó que de cara al 2025, se espera que queden obsoletos más de 85 millones de puestos de trabajo a escala global ante la evolución de la inteligencia artificial. La mayoría están asociados a los cinco mencionados.
Ya lo decía un profesor en mis tiempos de estudiante de pregrado. “Aunque ahorita no lo veamos tan claro, dentro de unos años probablemente un montón de facultades cierren sus puertas”, comenzaba. “No por la crisis económica o la falta de estudiantes, sino porque muchas de esas profesiones serán innecesarias. El trabajo pesado e intelectual lo harán las máquinas, y si se siguen necesitando profesionales en una pequeña escala, será más fácil y más rápido aprender las carreras por una aplicación que en una universidad”.
Con todo esto, cabría preguntarse si vivimos una época de cambios o un cambio de época. Preferiría no decir mucho sobre sus palabras, ya que sus afirmaciones fueron severas. La modernidad pareciera ir dándole la razón. ¡Vaya desdén por la gente formada académicamente! ¿Podrá llegar el momento en que un título universitario de verdad esté sobrevalorado y que sea más conveniente aprender por otros medios menos rígidos y extensos? Solo el tiempo lo dirá. Para reflexionar nada más.
Este asunto en particular deja mucha tela por cortar. Me he quedado con inquietudes en el tintero. No es fácil abordar un tema tan moderno y que contiene tantas aristas. En realidad, tengo previsto seguir ahondando en varias de ellas durante los próximos meses. Sería injusto dejar un tema tan delicado y que se reescribe a diario hasta este punto. La sociedad no debería apartarse demasiado de esta tendencia para prepararse de cara a un futuro que definitivamente estará marcado por los avances tecnológicos y la innovación.