Para el experto en geopolítica los últimos acontecimientos demuestran una escalada del conflicto
Diego Mendoza
El pasado 24 de febrero se cumplió un año desde que el mandatario ruso, Vladímir Putin, ordenó a las Fuerzas Armadas el avance sobre Ucrania. Desde entonces, los enfrentamientos han supuesto un cambio en la geopolítica mundial.
La Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas advirtió a mediados de febrero que alrededor de 8.000 civiles habrían muerto y más de 13.000 habrían resultado heridos. Así mismo, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) contabiliza en más de ocho millones los refugiados ucranianos que se han registrado por toda Europa.
Pero pese a los daños infringidos sobre la población, las relaciones diplomáticas y la economía, las tropas rusas mantienen su ofensiva; y Ucrania, con el respaldo de las potencias occidentales, ejerce resistencia en una región del mundo que es asumida por los expertos como estratégica por su localización e historia.
En función de obtener un análisis de lo que ha sido hasta el momento este conflicto bélico, Diario La Nación conversó con Olivier Roqueplo, quien ha trabajado como profesor de la Universidad Estatal de Novosibirsk en Rusia y de diferentes institutos de Francia y Alemania, así como consejero del representante especial de Francia en Rusia.
- Vemos que ahora la guerra parece concentrada en el Dombás, región del sudeste de Ucrania; además, recientemente el presidente Volodímir Zelenski realizó viajes fuera del país e incluso, el mandatario estadounidense Joe Biden visitó Kiev ¿Indicaría esto que estamos ante una desescalada del conflicto?
R.: Creo que primero hay que darse cuenta que la guerra, desde su inicio y hasta su final, está concentrada en el Dombás, por una razón muy importante, porque es una región que hoy se encuentra con líneas de defensa que fueron construidas desde 2014. Por lo que observar que los enfrentamientos se focalizan en esta región no supone una desescalada.
Muy por el contrario, pienso que en realidad se ha agudizado en este punto, porque los rusos quieren aniquilar al ejército ucraniano que se encuentra allí, pero estos han podido defenderse eficazmente, lo que hace que los combates sean cada vez más fuertes e importantes.
Ahora bien, una apreciación que tengo del presidente Zelenski, es que es un actor que no puede por sí solo decidir el futuro de Ucrania, pese a que se muestre tranquilo y fuerte todo el tiempo.
Y en cuanto a la visita del presidente Joe Biden a Kiev, pienso que es un hecho importante, que también ayuda a demostrar que la guerra va escalando.
- En ese caso, ¿qué tan favorecida, considera, podría resultar China de este conflicto, y qué cambios ha supuesto a la geopolítica mundial?
R.: Considero que al inicio de la guerra, esta era casi una catástrofe para China, ya que las primeras consecuencias, que fueron las sanciones, podían poner en peligro el proyecto del nuevo “camino de la seda” que ha emprendido el gigante asiático. Esto llevó a que por unos meses los chinos no supieran qué posición tomar en torno al conflicto.
Pero pronto China entendió que esto no era solo una guerra entre dos países, sino un tipo de guerra muy minuciosa entre los Estados Unidos y Rusia, donde quizás podían verse involucrados ellos mismos.
Tal vez por esta razón adoptó una posición de neutralidad que le ha llevado a convertirse en un pilar de paz en el sistema internacional, demostrando así la inteligencia política de Xi Jinping.
Se torna por tanto extraño que un país como China, pero también Turquía o Bielorrusia, propongan negociaciones, esto los pone en una posición favorecida.
Por supuesto, en otras zonas del mundo se están viendo hondas transformaciones.
Empezando por Rusia, que vive una revolución económica y social que nadie imaginó. En 2022 el presidente Vladimír Putin introdujo más reformas que en los últimos 22 años de su mandato.
Por su parte, si se habla de los países asiáticos, africanos y latinoamericanos, vemos que muchos se alejan del occidentalismo en cuanto a la política internacional, entrando el siglo XXI ahora sí en una dinámica geopolítica diferente.
Esto lo intuyo porque ningún país importante, fuera de las grandes potencias occidentales, impuso sanciones contra Rusia.
Hay que ver por ejemplo a Turquía, que siendo miembro de la OTAN se negó a dictar sanciones, o el expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro que, pese a sus cercanías con Estados Unidos, sobre todo con Donald Trump, tampoco aceptó dictar estas medidas.
Es decir que esto puede ser tomado como un proceso de “desoccidentalización”.
- Ahora bien, en uno de sus artículos usted sostiene que la Federación Rusa estaría poniendo en práctica la “doctrina geopolítica Ordyne – Nashchëkine” ¿Podría explicarnos de qué se trata esta doctrina y por qué cree que fue la adoptada?
R.: La doctrina Ordyne–Nashchëkine es un pensamiento geopolítico que existió en el siglo XVIII, donde se sostiene que Rusia no necesita la conquista de inmensidades de tierras, sino la conquista de costas que le brinden accesos a los océanos. Por lo que representa un tipo de pensamiento que es el origen de la Federación Rusa moderna y que es el contrario al asumido por la Unión Soviética, la cual era un imperio inmenso.
De esta manera lo que hace Rusia en Ucrania es simplemente la conquista de la costa del Mar Negro, porque su importancia, más allá de lo económico, es su posición en el mapa mundial.
- Recientemente el jefe del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, y el líder checheno Ramzán Kadírov hicieron algunas críticas a acciones militares del ejército ruso; por lo tanto, ¿estaría en peligro la continuidad de Vladímir Putin en el poder si no consigue sus objetivos en Ucrania?
R.: No lo veo así. En realidad, las críticas contra la operación militar especial sobre Ucrania están presentes desde el inicio de la guerra. Lo que sostuvieron ambos líderes fue que el ejército ruso aceptó dos derrotas, generando consecuencias sobre la población civil, y que esto era un hecho vergonzoso.
Pero lo importante aquí es que las críticas de este tipo no tienen nada de excepcional; y además, Vladímir Putin está muy lejano de todo esto, puesto que él ya no es hoy en día un político, un presidente común, es ahora “el Padre de la patria”, es decir, un tipo de líder que se disoció de la política para meterse en la historia del pueblo ruso, como una especie de encarnación del Estado.
Su argumento de que está protegiendo las poblaciones rusófonas en Ucrania le da una legitimidad importantísima dentro de la Federación. Además, su capacidad para cambiar de estrategia y objetivos en esta guerra permiten comprender que es un tipo muy astuto, cuyos planes reales no conocemos en realidad.
- Parece que el conflicto está destinado a prolongarse en el tiempo. De ser así, ¿qué posibles escenarios cree que podríamos ver a futuro?
R.: Hay que entender que esta guerra se transformó de manera considerable al poco tiempo de su inicio.
En los primeros meses vimos que la ayuda que brindaban a Ucrania las potencias occidentales, sobre todo Reino Unido, Polonia y Estados Unidos, estaba dentro de unos márgenes, más o menos definidos; pero en septiembre hubo ciertos acontecimientos que llaman la atención por ser de una relevancia considerable.
Yo creo que las dos importantes derrotas que se infringieron en septiembre al ejército ruso, es imposible que las hayan ejecutado por sí solas las fuerzas armadas ucranianas, en vista de que no era lo que se venía viendo en los meses anteriores.
A mi parecer, se produjo una intervención directa de la OTAN. Esto serviría para explicar por qué de pronto Rusia decidió también, después de siete meses, realizar una movilización de cerca de 300 mil soldados.
En este caso, estaríamos hablando de una guerra muy semejante a la de Corea, de la década del 50, donde soldados rusos peleaban contra Estados Unidos bajo la falsa bandera China. Hoy creo que es al contrario, que soldados británicos y polacos usan las insignias ucranianas para enfrentar al ejército ruso.
Por ende, la misma dinámica de este conflicto hace muy limitado lo que podamos decir que ocurrirá en los próximos meses. Pienso que tal vez se pueda producir una aniquilación de las defensas ucranianas en el Dombás, pudiendo haber como respuesta una ocupación del noroeste por parte de la OTAN, creando de esta manera un frente al estilo Corea, sin paz en el largo plazo.