El 9 de abril de 1948 será una fecha inolvidable, para Colombia y el mundo, pues ese día, la violencia se enraizó en sus habitantes, sembrando de angustia, sangre e incertidumbre que hasta la fecha sigue, tras el vil asesinato del gran líder liberal, Jorge Eliécer Gaitán.
Era la una de la tarde de tan aciago acontecer en el momento en que el carismático político celebraba el triunfo judicial por la absolución de uno de sus defendidos, el teniente Jesús Cortés, cuando al dejar sus oficinas, fuera fulminado a tiros disparados por un pálido joven, Juan Roa Sierra, por lo cual se diera inicio a la más pavorosa jornada de muerte y destrucción jamás experimentada que enlutó desde entonces al hermano país.
Esta tragedia que movió a la salida de las más violentas acciones, prendió lo que se denominó “El Bogotazo” que luego del linchamiento tras una persecución del asesino, y en donde una multitud enfurecida lo arrastró hasta la Casa de Nariño, residencia presidencial, una ola de protestas se expandió por doquier y desencadenó el recrudecimiento de una violencia colectiva que no cesó hasta diez años después, pero cuyas consecuencias siguieron con el tiempo, forjándose conflictos con la formación de las guerrillas, como las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, y el ELN, seguidos por los paramilitares, las bandas criminales y el narcotráfico.
En suma, Colombia, que había ardido por sus cuatro costados hasta 1958, continuó padeciendo una serie de jornadas de odio y de desprecio por la vida que aún continúa, a pesar de los esfuerzos realizados primero por el expresidente Manuel Santos y el actual, Gustavo Petro, que busca que la paz reine y que el dolor de miles de familias se mitigue con la acción de la justicia y el bienestar social.
El Bogotazo, consecuencia del magnicidio contra el más calificado líder político que ha tenido Colombia durante el siglo XX, siempre será una fecha que jamás saldrá de la mente popular y añorará a su sacrificado dirigente, Gaitán, un hombre de talento y verbo sin paralelo, que iba hacia la conquista de la presidencia con la seguridad de obtenerla por sus calificadas actuaciones en favor de los más desposeídos.
Este movimiento social de violencia envolvió el enfrentamiento de unos contra otros, de liberales frente a conservadores, de hombres, mujeres y niños que tuvieron que huir de la muerte para refugiarse sobre todo en Venezuela, que les abrió generosamente las puertas sinceras de auxilio para que pudieran salir de ese infierno en que se había convertido la nación, sueño de la Gran Colombia por el Libertador Simón Bolívar y que hasta la fecha continúa en su peregrinar por ponerle punto final a una tragedia sin paralelo en el continente.
La comunidad latinoamericana que recuerda este triste episodio, se une para elevar sus votos porque se ponga punto final a este drama que tanto dolor ha traído a la familia vecina con la acción del actual gobierno colombiano que ha creado la expectativa mundial por el éxito de sus esfuerzos, emprendidos por Santos y que ahora parece que se perfila en el sello de la paz que busca Petro como principio de integración colectiva de ese gran país tan vinculado con el nuestro por hechos históricos y de hermandad permanente.
Jorge Eliecer Gaitán, el hombre que sembró la sed de justicia
Jorge Eliecer Gaitán, también conocido como “el caudillo del pueblo”, fue un abogado, escritor y político colombiano que había nacido en enero de 1903 y que fuera líder indiscutible del Partido Liberal de su país, en donde sirvió a su nación neogranadina como ministro del Trabajo.
Era el mayor de seis hermanos, formado en medio de una familia signada por la pobreza, que sin embargo le sirvió de acicate para seguir estudios que coronó al graduarse como abogado y doctor en Ciencias políticas en la Universidad Nacional, con la tesis que aún se le recuerda: “Las ideas socialistas en Colombia” por lo que se le confirió el título Magna Cum Laude.
Muy joven, resultó elegido como representante a la Asamblea de Cundinamarca para el período de1924 y en donde emprendió su lucha contra las explotadoras compañías bananeras norteamericanas que operaban en su región.
Ya para 1931 era presidente de la Cámara de Representantes y presidente de la Dirección Nacional del Partido Liberal que lo llevó a enfrentarse a las tímidas reformas sociales emprendidas entonces por Enrique Olaya Herrera cuando dirigía los destinos del país Alfonso López Pumarejo, lo que lo obligó separarse de su tolda política e ir a luchar al lado de Carlos Arango Vélez con quien formó la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria, UNIR, que tuvo particular influencia entre la clase campesina y sobre todo en las zonas cafeteras de Cundinamarca y del norte del Tolima, que fueran reprimidas ferozmente por la fuerza pública que dejó decenas de asesinados.
En Manizales, lanzó su “Oración por los humildes”, ya en febrero de 1948, rompiendo los lazos que lo unían al presidente Ospina Pérez, por lo que como castigo fuera excluido de la IX Conferencia Panamericana que se inauguró el 30 de marzo de ese mismo año en Bogotá y que sembrara la formación de la Organización de Estados Americanos, OEA.
Víctor Matos