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24 de noviembre de 2024
o es casual que en política se ofenda al adversario. Al contrincante, con todo. En política, el verbo es contundente. En todos los países es así. Los asesores políticos recomiendan darle al enemigo hasta con el tobo (expresión usada en el boxeo). Y es que cuando se plantean elecciones en los países democráticos (en el comunismo no las hay), se va a una contienda entre rivales que aspiran a algún cargo gubernamental. Esa es la costumbre. No hay discusión. El verbo utilizado en las campañas es para tratar de convencer a los ciudadanos. Para llevar a sus rivales a lo que los políticos consideran el “knock out” perfecto. Mientras más grito y ofendo a mi rival, mayor será la aceptación del pueblo. Porque al pueblo les gustan los que vociferan. A los que dicen lo sacará de la miseria. Las estrategias utilizadas por los candidatos en campañas electorales van desde la calumnia a las mentiras. Sobre todo cuando se sabe perdido(a). Cuando su conciencia le dicta que el ciudadano le pide que se vaya. Cuando su fuero interno le escupe que lo ha hecho “requetemal”. Entonces, es aquí cuando arrecia mucho más su verbo. Porque el poder es primordial para la subsistencia. No importa el desastre socioeconómico que deja tras sí. Nada importa más que permanecer en la cima del poder. En él se siente seguro y protegido por sus cercanos seguidores (aduladores, mientan algunos).
En este momento es pertinente pasearnos por la teoría del primer ministro británico Winston Churchill, que en su momento señaló: “El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes”. Si observamos con detalle el discurso y la actitud (con c), de los que pretenden gobernar a una nación democrática, necesariamente debemos pensar que lo que quiere es, sin importarle un pepino, imponer su criterio ideológico. Ese supuesto está y ha estado presente en la mayoría de los que quieren mandar a costa, incluso, de la sangre derramada por los conciudadanos.
No les importa un comino que la sociedad se mantenga naufragando en la desdicha. No les interesa la anarquía, el caos, la desgracia o miseria de la gente que le dio su confianza. Pienso que es más peligroso un hombre lleno de poder, que aquel que lo busca por primera vez. El primero sabe, por experiencia, de qué se trata; mientras que el segundo va ciego a él. Por ello, en el caso Venezuela, la experiencia que se vive no es cuestión de ignorancia. Todo lo vivido con el actual régimen no es virtual. Es una realidad catastrófica. Lo vemos y sentimos a diario. Los centenares de alocuciones por parte del presidente Nicolás Maduro Moros (con nombre y apellidos), en estos últimos cuatro años de su gestión, permiten obtener una clara visión de lo que viene en la campaña de las próximas eventuales elecciones presidenciales.
Los expertos en discursos electorales, en gestos personales, en tono de voz, en señas, en la actitud (con c), de los candidatos aspirantes a una segunda “oportunidad” de un cargo público, deben saber ante quién estamos. Los versados en la materia pueden concluir que se puede tratar de un personaje agresivo, timorato, mentiroso compulsivo, dicharachero, charlatán, pendenciero; o por el contrario, una persona bondadosa, caritativa, alegre, cordial, tolerante, graciosa. No soy experto en mensajes de candidatos a presidente. Pero con la experiencia de sobrevivir en estas dos últimas décadas, podemos llegar a la ruina total. No obstante, pregunto:
¿Ud qué opina? ¿El discurso agresivo, virulento, vilipendioso de un candidato a la presidencia de una república democrática debe ser aceptado por los ciudadanos honestos de una nación que quiere felicidad y progreso? Se abre el debate pues.
(Alfredo Monsalve López)
@monsalvel
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