Para preparar el Giro de Italia, Remco Evenepoel y Primoz Roglic han pasado semanas en las áridas cuestas del volcán Teide, en Tenerife. Concentraciones en altitud que se han convertido en ineludibles para los líderes que busquen aumentar su rendimiento.
Un hotel-parador de treinta y siete habitaciones, aislado en mitad de un paisaje lunar a más de 2.000 metros de altitud, sin la mínima distracción más allá de contemplar un impresionante panorama y escuchar el silencio. Esta casa en la montaña de las islas Canarias, en el lugar de la «primavera eterna», se ha convertido en los últimos años en uno de los epicentros del ciclismo mundial.
El lugar está tan solicitado que algunos equipos no logran encontrar sitio, quejándose contra el monopolio de las formaciones superpoderosas como Soudal-Quick Step o Jumbo-Visma que reservan con varios meses e incluso años de antelación.
«Son las condiciones ideales. Tenemos dos meses de sol y calor, hay una gran elección de carreteras y el hotel está muy bien», cuenta Remco Evenepoel, acostumbrado a este lugar.
Con la vista puesta en el Giro, el campeón del mundo belga ya se ha hospedado más de seis semanas en la isla durante 2023, mucho más que el tiempo pasado en carrera.
Por las mañanas, al ir a desayunar, ha podido cruzarse varias veces con el esloveno Primoz Roglic, el otro gran favorito del Giro de Italia, quien también ha multiplicado las visitas a Tenerife.
– «Les tomábamos por locos» –
Al peregrinar al estratovolcán del Teide, que alcanza los 3.715 metros siendo el punto más elevado de España, los dos campeones buscan los beneficios de la altitud, que estimula la producción de la famosa eritropoyetina (EPO) y potencia los glóbulos rojos.
«Hasta que se demuestre lo contrario, entrenarse en altitud sigue siendo el mejor método para estar listo físicamente para una carrera», resume Mathieu Heijboer, director de rendimiento para el equipo Jumbo-Visma de Roglic.
La búsqueda del aire enrarecido no es algo nuevo para los ciclistas, que desde hace mucho tiempo están acostumbrados a la española Sierra Nevada o a los Alpes. Pero es algo que ha estado reservado durante mucho tiempo a los líderes más afortunados. No es hasta hace una década, durante el dominio de la formación Sky, que las concentraciones de entrenamiento en altitud se convirtieron en una verdadera estrategia colectiva, gracias también a presupuestos cada vez más importantes.
«En aquella época les tomábamos por locos. Se iban 20 días al Teide, para hacer 35 horas semanales y no sé qué porcentaje de desnivel por día», recuerda el corredor de Cofidis Benjamin Thomas, que ha visto como evolucionaba la moda. «Ahora es algo cotidiano de cada corredor que disputa la clasificación general. Ya sea (David) Gaudu en Groupama-FDJ, los Jumbo-Visma o (Tadej) Pogacar, (Romain) Bardet, (Aleksandr) Vlasov… todos van y eso cambia un poco al pelotón».
– Todos juntos –
Para preparar las grandes vueltas, el Teide parece haberse convertido en una parada obligatoria. Thibaut Pinto se ha puesto a punto para el Giro. Romain Bardet, tras una primera estancia de tres semanas durante el mes de enero, regresa una segunda vez durante todo el mes de mayo para preparar el Tour de Francia.
Y ahora los líderes están a menudo acompañados de varios compañeros, lo que contribuye de paso a explicar por qué el nivel medio del pelotón ha aumentado considerablemente.
«Esta temporada, el Giro es uno de nuestros principales objetivos como equipo y para ello todo el mundo debe estar en la mejor condición física. Eso va más allá de la preparación física solamente, buscamos también construir cohesión en el grupo», explica Mathieu Heijboer.
En términos de preparación, el Teide es ideal para aplicar el método ahora ampliamente defendida del «living high, training low» (vivir en altura, entrenar abajo) para prevenir efectos perjudiciales como el sobreentrenamiento.
Para volver a su hotel por la noche, Remco Evenepoel debe aguantar de manera regular «un ascenso de 30 km».