Dos meses después de haber emigrado a Perú, Mayra Colmenares Caicedo dio a luz a su hija, en un país desconocido, durante la pandemia y sin su familia
Norma Pérez
Una mañana soleada de febrero, Mayra Alejandra Colmenares, cruzó por última vez como estudiante, la entrada de la Universidad Nacional Experimental del Táchira. Era el día de su graduación. En solemne acto académico, con su mamá Isabel Caicedo como espectadora, recibió el título de ingeniero industrial. Corría el año 2019.
Eran muchas las aspiraciones de esta joven tachirense. Comenzó a trabajar en Ureña y allí conoció al que hoy es su esposo, Miguel Ángel Manzanares. Quería permanecer en Venezuela, pero las circunstancias adversas la obligaron a buscar rumbos con mayor estabilidad económica.
“Mi esposo tenía un mes de haber emigrado a Perú, cuando descubrí que estaba embarazada. Fue una sorpresa porque me estaba cuidando. En ese momento, no pude viajar porque no tenía los fondos suficientes para comprar mi pasaje, y debimos esperar un tiempo prolongado para reunir el dinero”.
El 31 de enero de 2020 viajó desde Cúcuta a Bogotá y de allí a Lima para después trasladarse a su destino final, en la provincia de Trujillo. “Vine a reunirme con mi esposo, él vivía con mi cuñada y sus sobrinos. Mi deseo era comenzar una nueva vida”. Tenía siete meses de embarazo.
“Pasar ese último periodo de gestación lejos de mi familia fue difícil, no conté con los cuidados que me podían brindar mi mamá o mis tías. Agradezco a mi cuñada, quien me cuidó en la medida de sus posibilidades”.
Afortunadamente contó con atención médica, ya que por estar embarazada ingresó al Sistema Integrado de Seguro a pesar de ser extranjera. Vivía cerca del hospital Jerusalén y allí le realizaron los controles respectivos.
Su hija, Victoria Alejandra, nació el 22 de marzo de 2020. Una semana antes había comenzado el periodo de cuarentena, por causa de la pandemia.
La nostalgia presente
“Fue una situación complicada; mi esposo no pudo estar conmigo porque restringieron el acceso al hospital, debido a las medidas adoptadas por la aparición del Covid-19. Dar a luz es muy doloroso; pero no hubo complicaciones en el parto; todo salió bien y llegó a este mundo mi hija”.
Con nostalgia recuerda ese momento trascendental en su vida, cuando anhelaba estar rodeada de sus seres queridos y no fue posible. Tal vez esa sensación de desarraigo contribuyó a desencadenar una depresión postparto que afrontó durante meses y que, solo, con un gran esfuerzo, pudo superar.
“Para mí fue muy duro estar sin el cariño y el cuidado de mi mamá. Es algo que nunca se puede reemplazar. Padecí una fuerte depresión, de la que me costó salir. No pude alimentar a mi bebé con leche materna”. Debió transitar días oscuros.
Mayra Colmenares se dedicó a cuidar a su hijita, hasta que tuvo edad para ir al Jardín de Niños. Estaba todo el día en la casa, enfrentándose a una pandemia en un país desconocido para ella. Ahora trabaja algunos días a la semana para contribuir con los gastos del hogar. Su esposo tiene un trabajo a tiempo completo y ocupa gran parte del tiempo en sus labores.
“Recuerdo el primer cumpleaños de Victoria, sin mis padres, hermanos, abuelos, tíos, primos o mis amigos. En su primer añito de vida nos acompañaron dos hermanos de mi esposo, sus hijos y gente que conocimos aquí en Perú”.
Firme, mantiene la esperanza de que un día no muy lejano pueda reencontrarse con los afectos que se quedaron en Venezuela, para que conozcan y brinden todo el amor que no le han podido dar a su niña, quien ya tiene tres años de edad y solo ha visto a sus parientes maternos por videollamada.
En esta fecha particular, cuando en Venezuela se celebra el Día de Las Madres, recuerda a su progenitora.
“Siempre la tengo presente, en mi mente y en mi corazón, quisiera buscarla y traerla a vivir conmigo. Por los momentos, en lo que esté mi alcance voy a hacer lo posible por apoyarla; lo único que me consuela es que he podido ayudarla económicamente para que no pase necesidades. Así vale la pena el sacrificio de estar separadas. Le pido a Dios por su salud y que le dé muchos años de vida para volver a estar juntas”.
Por ahora, trata de echar raíces junto a su pequeña familia en la nación que los acogió; salir adelante, avanzar y cumplir las metas propuestas. Es una lucha que con su esposo y por su hija asume cada día.
Tal vez en un futuro próximo se cumpla el sueño de Mayra Colmenares. Y algún día, todos reunidos en torno a una torta con cuatro velitas, abuelos, tíos, primos, en suelo tachirense, le canten a Victoria Alejandra el cumpleaños feliz.