Eduardo Marapacuto
El próximo miércoles 24 de mayo se cumplirá un año y tres meses del inicio de la Operación Militar Especial (OME), decretada por Vladimir Putin el 24 de febrero de 2022, “con el objetivo de defender la soberanía de Rusia y desmilitarizar el régimen ucraniano”. A pesar de no ser yo un experto en “análisis de guerra”, digo que ya hay disponible un acumulado de información y de datos para hacer un balance del conflicto o de la guerra, como la llaman desde los medios de comunicación y desde los centros de operación militar.
En este tipo de análisis, todas las cosas hay que llamarlas por su nombre y con decir la verdad, es suficiente. No es necesario usar ninguna munición extra ni tampoco edulcorar la realidad para intentar darle sabor a lo amargo, porque en medio de este conflicto las mentiras tienen patas cortas y también sus brebajes. Así, la guerra que libra Rusia no es solamente contra Ucrania, sino contra la OTAN (USA-Unión Europea), liderando los Estados Unidos una coalición de casi 50 países aliados en contra de la Federación Rusa. El propósito es aplastar a Rusia, de allí los recursos militares que aportan y la “batería de sanciones económicas, guerra mediática, comercial, política, deportiva y cultural”; centrada en la rusofobia, tipo de campaña para desprestigiar a la nación y reprimir a las personas con dicha nacionalidad y a quienes le manifiesten cualquier tipo de apoyo.
Hay que recordar que el actual conflicto tiene su origen en el año 2014, cuando el presidente legítimo de Ucrania, Víctor Yanukovic, debía decidir entre acercarse a la Unión Europea o a Rusia, pero nunca ni asomarse a la OTAN, pues significa un inmenso riesgo para la seguridad y sobrevivencia del Estado soviético. Sin embargo, a pesar de esas claras advertencias y bajo la sospecha que el acercamiento sería hacia la Federación Rusa, el imperio norteamericano acelera el golpe de Estado, y valiéndose de la complicidad de la elite subversiva lanza el Maidán, disfrazada de protesta pacífica como respuesta de los estudiantes que denunciaban la represión del gobierno de Yanukovic.
Con el apoyo a los manifestantes y el uso de francotiradores para asesinar a policías y a los mismos manifestantes, se consigue crear el caos y los Estados Unidos logran sus objetivos de derrocar el gobierno legítimo y comenzar a preparar el terreno para que Ucrania se afilie a la OTAN. Luego vino lo de Crimea, Donetsk y Lugansk, que se declaran independientes y fueron atacadas militarmente por las fuerzas ucranianas que se habían tomado el poder. Lo cierto del caso es que después de un año y casi tres meses de la Operación Militar Especial (OME), encontramos que Kherson, Zaporizia, Lugansk y Donetsk, son cuatros regiones adscritas a la Federación Rusa a través de sendos referendos masivos de aceptación. De allí que el fracaso militar de la OTAN-Unión Europea (que abarcan la suma de casi 50 países) es evidente, pues el 20% del territorio de Ucrania es parte de Rusia; y a medida que avanza la Operación Militar Especial se seguiría ganando territorio, a pesar del engaño de la propaganda mediática de Occidente que a través de la mentira ilusionan de que Ucrania no sólo ha ido recuperando territorio, sino que también va ganando la guerra. Esas son las mentiras amargas y que amargan el propio paladar de la OTAN.
Lo que sí está claro es el cansancio de Occidente y ya se van vislumbrando escenarios, donde se plantea que el conflicto terminará en este año 2023, con la contundente victoria de Rusia y una Ucrania fracturada, donde Polonia, Hungría y Bulgaria reclamarían parte de ese territorio. Inclusive, un escenario que vislumbramos desde este espacio es que al final sean las mismas naciones de la Unión Europea y hasta los propios Estados Unidos que decidan en algún momento concretar la propuesta de territorio por paz, oferta que solapadamente se le han hecho saber a Rusia a través de chivos emisarios.
Politólogo, MSc. en Ciencias Políticas. / Investigador RISDI-Táchira/