No de muchos políticos y hombres públicos, podemos decir lo que con legítima satisfacción afirmamos de Arístides Calvani: hombre honesto a toda prueba, intelectualmente brillante, firme en sus convicciones, de amplio y generoso espíritu, alto funcionario abnegado y eficiente, ejemplar esposo y padre de familia. Esas, entre otras, fueron las más relevantes cualidades que adornaron la trayectoria vital de este destacado venezolano, nacido hace poco más de un siglo: el 19 de enero de 1918, en Puerto España, Trinidad, y fallecido junto a su esposa Adelita Abbo, y dos de sus hijas, en un lamentable accidente aéreo en Guatemala, el 18 de enero de 1986, cuando aún podía continuar contribuyendo, desde la cátedra y la acción política y social, al desarrollo del país.
Abogado y jurista, especializado en el área del Derecho del trabajo, regentó por largos años cátedras en la Universidad Central de Venezuela y en la Universidad Católica “Andrés Bello”, donde fue iniciador de los estudios en Ciencias Sociales. Demócrata cristiano de muy sólidas ideas, en numerosas conferencias, foros y publicaciones, y por supuesto en el Congreso de la República, como diputado y senador, difundió y sostuvo con vigor e inteligencia su pensamiento político, y en 1962 fue el principal impulsor y fundador del Instituto de Formación Demócrata Cristiana (Ifedec), centro de estudio e investigación política y social, presidido desde hace años y hasta la actualidad por uno de sus discípulos más destacados, el doctor Eduardo Fernández.
Durante el primer período de gobierno del doctor Rafael Caldera (1969-1973), estuvo al frente la Cancillería y desarrolló una reconocida labor de política exterior que benefició y proyectó al país en diferentes ámbitos, en particular, en el área geográfica del Caribe y Centroamérica, de prioritario interés para nosotros y donde en aquellos tiempos se vivían agudas tensiones y conflictos. La firma del llamado Protocolo de Puerto España, paso importante en el desarrollo de la diferencia limítrofe con Guyana, y la incorporación de Venezuela al Acuerdo de Cartagena, que nos abrió las puertas al Pacto Andino, fueron otros de sus logros relevantes.
Calvani fue además un católico convencido y practicante, que acompañado siempre de su esposa Adelita, ejerció con pasión las virtudes cristianas, razones por las cuales fueron elevados por la Iglesia a la condición de siervos de Dios.
Al iniciar un año tan difícil y exigente en todos los órdenes, es propicio y reconfortante recordar a este distinguido venezolano, ejemplo de ciudadanía, humildad, inteligencia y entrega al servicio público.
(Tomas Contreras V.)