Reportajes y Especiales

“Aquella idea que tuve de niño”

29 de mayo de 2023

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Después de publicar con éxito en España, el tachirense Mark Contreras presenta con una editorial estadounidense, su nueva colección de libros para aprender a tocar tres instrumentos a través de canciones latinoamericanas




Norma Pérez M.




Mark Contreras Gómez tendría unos trece años de edad, cuando sostuvo una conversación con Jhonny Mendoza, quien era su maestro de violín en la escuela de música “Miguel Ángel Espinel”, de San Cristóbal. Conversación que años después se volvió trascendental en su vida.

“Le comenté que todas las obras que aprendía a tocar eran de compositores europeos y que mi aspiración era que me enseñaran con música venezolana, por su profusión de ritmos y métricas; una variedad impresionante para hacer técnicamente todo lo necesario para un violinista”.

El maestro escuchó con atención sus devaneos, le pareció interesante la idea, pero todo quedó allí. No así en el jovencito, en quien prevaleció este anhelo, que guardó y se llevó consigo cuando emigró hace casi dos décadas a España.

En este país que lo acogió y donde formó una familia, junto a su esposa María Auxiliadora Ochoa y sus hijas Daniela y Lucía; también ha crecido profesionalmente. Es el creador de una metodología de iniciación musical, la cual se replica dese hace algunos años en un centenar de escuelas españolas, peruanas y de Costa Rica.

Ahora, nuevamente incursiona con una colección de libros titulada The Latin American String Collection, que publica con la editorial Kendor Music Publishing de Estados Unidos.

Experiencia, vocación y amor por lo que hace

Es el resultado de alguien que no se rindió ni perdió la esperanza hasta cumplir con un sueño que nunca desechó.

La historia continúa…

En la misma escuela donde aplica su libro de iniciación musical para enseñar a niños de cinco años de edad, a través del violín o la guitarra, se manifestó el interés por hacer libros de canciones desde cero hasta cierto nivel, pero, sin una metodología tan estricta, donde el profesor tiene establecido muy preciso lo que debe hacer durante cada sesión.

“Para esos libros de Violín I y Violín II, escogí las cien piezas más populares de todos los tiempos. Hice arreglos muy reducidos para niños, y por ahí colaba alguna cosa nuestra. Incluí lo más llamativo, el Himno del estado Táchira, un vals de Teresa Carreño, Son de la Loma, Moliendo Café, La Flor de la Canela. Unas cuantas entre cien. Eso fue hace unos cuatro años”.

Ahora, querían algo que se adaptara más a las condiciones del alumno, para que éste fuese de forma progresiva sin mayores presiones. El rango de edad, a partir de 8 años hasta adultos.

“Cuando se planteó este proyecto teníamos dos vías; propuse la música latinoamericana, porque volví a aquella idea que tuve de niño; también se propuso la música popular clásica. Ellos vieron que ésta última podía tener mayor éxito comercial en este lado del Continente, por las características de la escuela”.

Refiere que el invierno pasado volvió a su mente el proyecto guardado en un lugar recóndito de su corazón, que esperaba pacientemente para hacerse realidad, desde aquella conversación con su maestro.

Un estudioso de la música

Hacer un libro con música que abarcara toda Latinoamérica, pero estaba claro que no podía ser para lanzarse en España, debido a que no despierta gran interés pues por el incremento en la migración y circunstancias culturales, ya son temas conocidos.

“Entonces lo pensé para una cultura más anglosajona; Estados Unidos o Inglaterra y que fuese en inglés. Hice una lista de treinta ritmos latinoamericanos: salsa, mambo, cueca, bambuco, gaita, cumbia, tonada, joropo y un largo etcétera. Luego me inventé un nombre para cada uno traducido al inglés. A una gaita la nombré When I cross the bridge; que traduce “Cuando cruzo el puente”, en alusión a “cuando voy a Maracaibo y empiezo a pasar el puente”. Son un guiño al ritmo de una canción que es muy famosa”.

Bautizó a un merengue como Habichuelas con Tostones, y así por ese estilo hasta terminar.

“Una vez que tuve los treinta ritmos con su pequeña reseña de por qué se llamaba así, empecé a crear canciones nuevas, pero que suenen al ritmo. De allí salieron tangos, sambas, choros, ska, música norteña, tonadas, cumbia, mariachi, bambucos, bossa nova y una infinidad de música típica de cada país de América Latina”.

Una vez con las canciones en las tonalidades que puedan funcionar, empieza la parte de qué poder hacer con el instrumento. “Aquí es muy importante saber que una canción depende mucho de los acompañamientos, que son el complemento perfecto para el libro”.

La búsqueda

Al finalizar el verano ya estaban listas las canciones y los acompañamientos de todas las partituras de violín. El siguiente paso fue indagar sobre editoriales que trabajan con libros pedagógicos.

“Saqué una lista de unas doscientas editoriales en Estados Unidos y Londres. Hice una especie de bosquejo del libro con una portada, índice y cinco canciones, con acompañamientos, con y sin el violín; esto a manera de muestra”.

“Envié alrededor de 25 correos diarios durante un mes, y solo obtuve respuestas negativas. Respondían las editoriales más grandes, me decían que el proyecto era interesante pero que no tenían previsto nueva música. Llegó un momento en que se me acabó la lista y no continué buscando”.

Meses después, con el libro guardado y sin muchas esperanzas de encontrar una editorial, llegó un correo de Excelcia Music Group, donde decía que les parecía interesante mi propuesta y que les gustaría publicarla.

“Me dieron las indicaciones para ajustarlo a sus requerimientos; el libro estaba hecho para violín y me propusieron que lo hiciera también para viola y violonchelo. Esto implicaría otro progreso pedagógicamente hablando. Tuve que llevar las canciones y las partituras a tonalidades en que la viola y el chelo empezaran desde cero.”

Considera que no fue tan complicado como al principio, pero hacerlo le ocupó alrededor de tres meses. Además, tuvo que adaptar las partituras a su formato y a mediados de marzo de este año, fue aprobado.

La portada del libro

“La portada que le colocó la editorial al libro, está inspirada en la que envié en un comienzo. Para mí haber logrado la publicación de esta obra me produce una alegría enorme, porque es algo que no existía, no hay una metodología que empiece desde cero para estos instrumentos de cuerda con música latinoamericana. Y ahí es donde está lo innovador, pues para los latinoamericanos es aprender a tocar el violín con música que sienten como propia y en Estados Unidos es aprender con música que les suena muy interesante y les gusta”.

Esa es la historia de esta obra. La editorial es norteamericana, pertenece a una casa grande que se llama Excelcia Music Group, que agrupa varias editoriales.” La mía se llama Kendor Music Publishing. Para hacer cada canción había que meterse en la música, en la armonía. Buscar la fórmula para crearla, tipos de acordes, progresiones. Armónicamente para que algo suene debe seguir estos patrones”.

Como es una obra de uso libre, lo pueden utilizar en academias, profesores de clases individuales, o simplemente como un anexo para acompañar lecciones.

Éste, además, es un trabajo de búsqueda, de aprender, conocer música latinoamericana, profundizar en un mundo de enorme riqueza. Cada canción está grabada con instrumentos autóctonos.

“Ver este trabajo plasmado en un papel es algo que algunas veces no me lo puedo creer. Es ahora, cuando la gente me empieza a escribir y a mencionar el libro, que entiendo lo importante que es y se siente muy bien, porque así, como siempre existió ese sueño entre mi profesor y yo, a veces mis alumnos se acercan a hablar de sus ideas. Eso demuestra que los niños tienen cosas que decirnos y son muy valiosas”.

Aunque en ese momento solo fue una charla informal con el maestro Mendoza, y a pesar de que a él le pareció interesante, no tuvo relevancia. De esta experiencia, le quedó un aprendizaje que en la actualidad aplica con sus alumnos

“Muchas veces decimos “cállate y toca”, pero en esas palabras de nuestros estudiantes, se esconden grandes proyectos que deben escucharse y apoyarse”.

The Latin American String Collection a lo largo de treinta canciones originales permite recorrer el mapa musical latinoamericano desde México hasta Argentina. Un trabajo laborioso de este tachirense que rebasó las fronteras, el cual refleja años de experiencia como profesor, arreglista, ejecutante, y donde se presentan los contenidos necesarios para aprender la técnica básica de cada instrumento.

Aquella idea que Mark Contreras tuvo de niño, hoy está impresa y lista para multiplicarse en cientos de discípulos. Un sueño que se hizo posible.

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