Schola Cantorum en el Táchira
23 de noviembre de 2024
Víctor Matos
La dictadura es una forma autoritaria de gobernar un país que cuenta con un solo líder que desconoce los derechos constitucionales y que se identifica con la escasa o nula tolerancia hacia el pluralismo político, la libertad de expresión y el equilibrio de los poderes.
El mundo padeció durante el siglo pasado de estas maneras de conducir los destinos de los pueblos debido a la demostración de fuerzas entre Occidente, representado por los Estados Unidos y Europa, frente al poder comunista que permitía a las grandes potencias proteger a una sola persona en el gobierno total de sus dirigidos.
En ese sentido, Fidel Castro, en Cuba, fue considerado como el decano de los dictadores al asumir la jefatura de la isla desde 1959 hasta el 2008, solo seguido a nivel mundial por dirigentes como Francisco Franco, que estuvo en España mandando por 36 años, desde el fin de la Guerra Civil en la península hasta su muerte en 1975, seguido por Antonio de Oliveira Salazar quien mandó en Portugal por 36 años; en Sudamérica, Alfredo Stroessner en Paraguay, 35 años; Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, quien gobernó por 31 años; y en Venezuela, Juan Vicente Gómez, 27 años en total.
En América Latina, en la mitad del siglo XX, emergieron dictaduras militares en respuesta al enfrentamiento entre los Estados Unidos que las apoyaban, y la Unión Soviética que quería extender el comunismo a esta parte del hemisferio, pues cada quien buscaba imponer su modelo económico en el mundo.
Así fue como surgieron dictaduras en Chile, al derrocar el general Augusto Pinochet al izquierdista Salvador Allende en 1973; luego fue en Argentina, cuando dio un golpe de Estado el general Jorge Rafael Videla, quien dejó miles de desaparecidos y centenares de asesinados, por lo que fuera juzgado por crímenes de lesa humanidad.
En Paraguay, Alfredo Stroessner mandó con mano férrea de 1954 a 1989 en donde se dice que murieron asesinadas de tres a cuatro mil personas. Mientras que en Bolivia surgió el golpe en 1971 de Hugo Banzer, quien diez años más tarde volvió a la presidencia a través de los votos.
El caso de Nicaragua, fue el de la dinastía de los Somoza, en donde el padre Anastasio y sus dos hijos ejercieron la presidencia desde 1934 hasta 1979 cuando insurgió la Revolución Sandinista, a la que ahora endilgan de dictadura, presidida por Daniel Ortega.
Otros dictadores de relieve, han sido Francois Duvalier, en Haití, autoproclamado presidente vitalicio y responsable de unas treinta mil muertes políticas en su país; Fulgencio Batista en Cuba, así como Carlos Castillo Armas en Guatemala y uno de los más siniestros en Centroamérica: Rafael Leónidas Trujillo, de República Dominicana, en donde asesinó en sus 31 años de gobierno a más de cincuenta mil de sus adversarios, hasta que fuera pasado por las armas.
Este triste panorama es el que ha enlutado a América Latina por más de medio siglo, ubicando a hombres que ejercieron el poder absoluto sobre el Estado de manera indefinida y autocrática, vertical y sin espacio para la disidencia, aunque algunos lo matizaron luego como una “dictablanda” como el caso de Fujimori en Perú o Rojas Pinilla en Colombia.
En la actualidad, se reconocen como dictaduras las ejercidas en Cuba, Corea del Norte y China.
Augusto Pinochet y los años más oscuros
Entre 1973 y 1990, Chile vivió bajo un régimen jamás visto en su historia desde que el comandante general del Ejército, Augusto Pinochet, asumiera la presidencia de la dictadura más cruel de América Latina tras el derrocamiento del presidente socialista del austral país, Salvador Allende.
Llega por la fuerza a presidir la república cuando se encontraban en plena competencia de influencia mundial los dos grandes bloques para el momento, la Unión Soviética y los Estados Unidos, y en pleno apogeo de lo que se conoció como la Guerra Fría.
Fue Pinochet quien estuviera al frente de la insurrección militar y el creador de un tenebroso aparato represor como lo fuera la Dirección de Inteligencia Nacional, DINA, cuya misión era perseguir y reprimir cualquier oposición a la Junta Militar en el poder, apresando a cualquier sospechoso, ya sea intelectual y político de izquierda, estudiantes universitarios o dirigentes sindicales que se opusieran al régimen, ya sea mediante la detención arbitraria, el secuestro, la tortura y hasta el asesinato para mantener atemorizada a la población.
En el ejercicio de tan infame disposición, se produjeron más de tres mil muertos y desaparecidos y se contabilizaron unas cuarenta mil víctimas de la dictadura.
Fueron prohibidos por más de tres lustros las actividades de los partidos políticos y la formación de los sindicatos de trabajadores; se aplicó la censura a los medios de comunicación; se adoptó un modelo económico neoliberal privatizando los servicios básicos y enriqueciendo a las grandes empresas favorecidas, causantes de una desigualdad social jamás vista.
En 1986, el dictador Pinochet sobrevivió a un atentado, y dos años después perdió un plebiscito de continuidad en el ejercicio presidencial que llevó a las elecciones democráticas que devolvieron la paz y la tranquilidad a la sociedad ante las fechorías cometidas por un hombre acusado de genocidio por el juez español Baltasar Garzón y que sin embargo falleció tranquilamente en su cama sin haber respondido absolutamente nada por sus crímenes.
El general Augusto Pinochet marcó con sangre un triste episodio para millones de ciudadanos que sufrieron las atrocidades de su régimen. (Víctor Matos)
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