Los recortes del alcalde evangélico Marcelo Crivella podrían haber aguado la fiesta, pero los cariocas decidieron contra atacar: Rio de Janeiro se prepara para abrir este viernes uno de sus Carnavales más contestatarios con críticas frontales a la corrupción y a la ola conservadora en Brasil.
No valen disfraces ni artificios. Los dardos vienen tanto de las comparsas callejeras como de los desfiles de las escuelas de samba, que han tenido que ingeniárselas para hacer el «mayor espectáculo de la Tierra» con la mitad de las subvenciones.
Crivella se basó en la crisis financiera de la ciudad para justificar ese recorte, pero a los fanáticos del Carnaval no se les escapa que el exobispo no comulga con esta fiesta de excesos y lo acusan de ir contra una tradición sagrada que atrae a más de un millón de turistas y genera más de 1.000 millones de dólares para Rio.
De hecho, es un misterio si el alcalde entregará este viernes las llaves de la ciudad al Rey Momo, una tradición y un gesto simbólico sobre el delirio que gobernará a los cariocas hasta el próximo miércoles de ceniza.
El año pasado, recién asumido en el cargo, Crivella lo dejó plantado y evitó poner un pie en el Sambódromo, convirtiéndose en el primer alcalde en no asistir a los desfiles desde su inauguración en 1984.
«Fora Crivella» decía la camiseta con la que se presentó el sábado pasado la multitudinaria comparsa «Simpatia é quase amor» (Simpatía es casi amor), calentando los motores del carnaval en la playa de Ipanema.
Y si los ‘blocos’ de calle prometen una buena dosis de crítica, el domingo y el lunes las 13 escolas del llamado Grupo Especial tendrán un altavoz aún mayor en el Sambódromo.
Entre vampiros y alcoholímetros
«Con dinero o sin dinero yo disfruto el Carnaval» es el tema con el que desfilará Mangueira, una de las escuelas más tradicionales, que pasará otro recado en el estribillo de su samba: «Pecado es no disfrutar del Carnaval».
«Para la doctrina evangélica, el carnaval es la fiesta del diablo. Un evangélico puede pensar esto, pero el alcalde de Rio no», dijo a la AFP el director artístico de Mangueira, Leandro Vieira.
Aunque Crivella se lleve buena parte de las críticas, el Carnaval en la Avenida Marqués de Sapucaí desempolvará su lado más reivindicativo y abordará también los tiempos difíciles que viven Rio y Brasil con un cóctel explosivo de corrupción, violencia, dificultades económicas y divisiones políticas.
Símbolo de ese cambio, Beija Flor se inspirará en la figura de Frankenstein para ilustrar el «monstruo» corrupto, abandonado e intolerante en el que, según su punto de vista, se ha convertido el gigante latinoamericano, exhibiendo políticos de traje y corbata entre rejas.
Paraíso de Tuiuti, de su lado, abordará la abolición de la esclavitud, el racismo y los derechos de los trabajadores, cerrando su desfile con un vampiro con banda presidencial alusivo a Michel Temer, que emprendió una serie de reformas promercado desde que tomó el poder en 2016 tras el impeachment a Dilma Rousseff.
Portela, que dividió el título del año pasado junto a Mocidade, reflexionará sobre la inmigración con la historia de los judíos expulsados de Brasil que ayudaron a fundar Nueva York, en tanto que Mocidade tendrá un desfile inspirado en la India.
Otro de los puntos centrales de los desfiles será la seguridad, después de la accidentada edición del año pasado. Uno de los gigantescos carros alegóricos atropelló a varias personas en la pista, causando la muerte de una periodista, y el techo de otro camión cayó mientras varias bailarinas emplumadas bailaban en él.
Teóricamente, este año se intensificaron los controles. Crivella prometió ir al Sambódromo «no a sambar» sino a verificar la infraestructura y anticipó que los conductores de los carros deberán pasar por alcoholímetros.
«No es no»
Una integrante del bloco «Loucura Suburbana» descansa luego de su desfile en el carnaval callejero celebrado en un vecindario de Rio de Janeiro el 8 de febrero de 2018.
Los brasileños han demostrado un año más su enorme creatividad a la hora de hacer sus disfraces: si quienes no quieren romperse la cabeza compran diademas de unicornio, los más creativos han optado por vestirse de Bitcoin, del mosquito que está propagando la fiebre amarilla o de maletines llenos de dinero robado.
El gobierno, entretanto, distribuirá más de 100 millones de preservativos, más de siete millones en Rio. AFP