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22 de noviembre de 2024
Nelson Alejandro Rosales siguió los pasos de su padre Nelson Laureano Rosales, y luego de graduarse de médico en la Universidad de Los Andes tiene su vista enfocada en el postgrado de oftalmología
Juan José Contreras Cárdenas
Como cualquier otro día en el consultorio, el doctor Nelson Rosales atendía a sus pacientes. La oftalmología le permite ayudar a las personas a tratar y cuidar sus ojos, ventanas con las que el ser mira la vida; como él mismo observa a su pequeño hijo que acaba de entrar; vino de visita, y esa presencia ilumina su propia existencia. Él aún no sabe que ese niño que le sonríe se convertirá en médico también, siguiendo los pasos de su padre.
Nelson Laureano Rosales Medina es oriundo de Michelena, el Corazón del estado Táchira. Con tenacidad conquistó su título de médico general en 1986, luego en la época decembrina de 1993 se graduó de oftalmólogo, y unos días después, concretamente el 23 de diciembre, nació su primogénito.
“Nelson Alejandro es definitivamente un ser talentoso, con habilidad natural para el estudio, para la aplicación, él es así. Pienso que los hijos son algo fortuito, algo de Dios” comentó Nelson Laureano Rosales, apuntando a que la personalidad y actitudes de los hijos son particulares y totalmente inesperadas.
Aquel niño que a veces iba al consultorio de su padre ya es un hombre. “Mi decisión de estudiar medicina se vio claramente influenciada por la profesión de mi papa, sin embargo, fue el contacto con los animales —para curarlos de sus lesiones y enfermedades—, la curiosidad, y ciertas situaciones en las que deseé tener el poder de ayudar a familiares y amigos, en principio sin tener éxito, por lo que a medida que fui creciendo me interesé por las ciencias biológicas, la química la física” describió Nelson Alejandro Rosales Abreu.
El padre opinó con base la vocación de su hijo: “Sobre la decisión de estudiar medicina, la influencia sería lo que él vio, pero no porque uno le dijo que estudiara eso, él siempre estuvo a sus anchas para decidir. Con sus buenas notas y demostración de tantas actitudes, en matemática, por ejemplo, le pregunté si estaba seguro de estudiar medicina, él estaba decidido, y sí, ahí está, demostrando sus capacidades todos los días.”
El recorrido no fue sencillo. “Al culminar mi bachillerato, empecé a prepararme para presentar con la mayor ilusión, y después de una larga espera de dos años y medio, apliqué para la prueba de conocimientos, obteniendo el tan anhelado cupo. De esta forma inició un camino largo y lleno de obstáculos, pasando por el tiempo transcurrido para ser admitido en la facultad, un paro de profesores, las protestas de 2014 y 2017, y la pandemia. Finalmente, alcancé ese crucial momento, ir a la ciudad de Mérida para recibir el título de médico cirujano en la majestuosa aula magna de la Universidad de Los Andes” describió con entusiasmo Nelson Alejandro Rosales.
“Al margen de la inspiración que me genera mi papá, en el día a día, ayudándolo en su consulta, cirugías y otras actividades inherentes a su profesión, en la medida que fui avanzando en la carrera, el globo ocular me pareció fascinante y un universo aparte dentro del cuerpo humano, apreciándolo no sólo en el ámbito médico, sino también en lo artístico y cultural, permitiéndome tomar una decisión que representa el eje en la vida de todo médico, elegir un postgrado, y de esta forma, decidí formalmente enfocarme en el postgrado del Hospital Central de San Cristóbal, y presentarme para la residencia asistencial del servicio, requisito exigido para ingresar en los estudios de oftalmología de dicha institución.”
El papá, Nelson Laureano Rosales, finalizó comentando que “La experiencia que tenemos de ver a los hijos florecer y brillar en la vida, que es el propósito de todo padre, aporta una satisfacción infinita. Hoy en día mi hijo es una persona con una independencia total, con un criterio y una definición de vida clara, él se empeñó en quedarse y seguir los pasos, y estamos para apoyarlo en lo que sea.”
Terminó la jornada del día, se apagan las luces del consultorio hasta una nueva oportunidad. Han pasado los años, y hoy un maduro doctor Nelson Laureano Rosales sale del recinto junto a su ahora colega, el doctor Nelson Alejandro Rosales. A veces los días dan para las sonrisas de antaño, quizá otros no, pero en toda circunstancia la satisfacción del deber cumplido se impone, y una admiración mutua que da fortaleza a los lazos familiares. Padre e hijo con sus batas blancas y sus maletines van uno junto al otro por el camino, como lo fue desde el principio, iniciando aquel diciembre de 1993.
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