Un rato dedicado a la felicidad, a ritmo de juventud. Porque la edad no es barrera para cumplir los sueños
Norma Pérez
—Señoras, a sus puestos para comenzar— pide María Jáuregui al grupo de mujeres que se preparan para iniciar el ensayo.
Al cruzar el umbral del salón, ellas hacen a un lado los oficios del hogar, los problemas cotidianos, el presupuesto que no alcanza, el cansancio de batallar diariamente, las dolencias del cuerpo y el alma. Allí, no hay cabida para las penas.
Sus rostros denotan juventud acumulada, desmentida por la agilidad de los pies al emular los pasos de baile que les enseña su instructora. Son las integrantes del grupo de danzas “Ritmo y Elegancia”, del municipio Junín. La mayoría ya alcanzó la tercera edad.
“Nos juntamos de manera independiente hace dos años. Así nació Ritmo y Elegancia, con el interés por mantener la salud, energía, una actitud alegre y el espíritu joven”, relata su fundadora y quien está al frente de esta particular agrupación.
Dos veces a la semana se reúnen en la sede de la Universidad Bolivariana, en Rubio, donde consiguieron un lugar para realizar sus ensayos, los cuales tienen dos horas de duración y a donde acuden religiosamente.
El número de integrantes varía: anteriormente hubo quince señoras; ahora hay nueve, pues algunas debieron retirarse por diversas razones. Junto a las adultas mayores se cuelan algunas jóvenes, que también quieren participar.
“Con la música y el baile, olvidamos los problemas, el cansancio y las penas. Es un rato dedicado a la felicidad. Siempre les digo a mis alumnas que las limitaciones nos la ponemos nosotras; sabemos lo que somos capaces de hacer, no hay imposibles”.
María Jáuregui se formó en la Fundación Cultural Santa Bárbara, con los profesores Johana y Gerson Camacho. Es técnico electromédico, egresada de la Universidad Nacional Experimental del Táchira y trabaja en el hospital Padre Justo de Rubio. Organizó tiempo y labores para dedicar dos tardes a los ensayos; tres, cuando tienen invitación a algún evento.
Su dedicación ha rendido frutos, pues ya forman parte de la Red de Danzas del municipio Junín, y cuentan con una larga trayectoria en cuanto a presentaciones en diversos escenarios.
“Con frecuencia nos presentamos dentro y fuera del municipio Junín; participamos en desfiles, festivales, y numerosas actividades culturales. Donde llegamos, llevamos la alegría, las personas nos aplauden y comentan que cuando sean mayores quieren tener esa energía y vitalidad que demuestran las integrantes. Es una experiencia muy bonita”.
Las edades de las bailarinas oscilan entre los 45 y 75 años de edad; hay un caso de madre e hija, también una persona con discapacidad auditiva; todas se han incorporado perfectamente a la agrupación y son parte de integral de ésta. En cuanto a las coreografías, están abiertas a todos los géneros musicales, nacionalista, folklórico, internacional, moderno y contemporáneo.
“Como la mayoría de las señoras son de la tercera edad, la intención es mantener la alegría en ellas, que no se encierren en la casa y tengan una actividad para realizar. Además, el entrenamiento contribuye a mejorar su salud física y mental”.
Protagonistas
Con nietos y bisnietos, oficios domésticos en sus hogares, y hasta pequeños emprendimientos para incrementar los ingresos familiares, no faltan a un ensayo. La razón, es que allí encuentran un sitio para relajarse, ejercitarse y compartir con sus compañeras. Para ellas, el tiempo de las clases de danza, es sagrado.
Así lo comentan mientras hacen una pausa para recuperar el aliento después de practicar un pasodoble.
“Me encanta bailar, lo hago desde hace veinte años. Me fascina, hago todo corriendo para venirme a ensayar, aprender los bailes y coreografías. Me gusta salir, conocer gente y que vean lo que hacemos, para que se animen y practiquen la danza. Sí podemos. Aun cuando somos tercera edad tenemos energía y salud”, manifiesta con entusiasmo Yolanda González.
Olga Sánchez interviene para expresar su agrado por la oportunidad de hacer lo que más le gusta: “Nos da ánimo, aprendemos muchos pasos, aquí reina la alegría. Nos sentimos rejuvenecidas, contentas, somos como esa flor que nació y queremos que se mantenga con un color fresco y lozano. Bailamos, movemos el esqueleto y vamos hacia adelante”.
Isabel es madre de siete hijos, doce nietos y dos bisnietas. En su casa se ocupa de todos los quehaceres, además de vender helados y otros productos. Ha pertenecido a varios grupos de danzas y ahora forma parte de Ritmo y Elegancia.
“Me siento contenta por mis compañeras y mi profesora. Nos damos mucho ánimo mutuamente. Vengo de un luto, pero me estoy reintegrando porque aquí me siento bien”.
Yaneth Hernández forma parte de la agrupación junto a su mamá, Eufemia. “Debido a acontecimientos que sucedieron en 2021 por el luto de mi padre, padecimos estados de depresión, y por consejo del psicólogo, nos incorporamos a bailar. Aun cuando hay señoras de tercera edad, está abierto a todas las edades. Para la danza no hay edad; esto nos permite mantener nuestro confort a nivel espiritual y evitar enfermedades”.
Magaly Durán confiesa que le gustan todos los ritmos: “Bailo todo lo que la profesora nos ponga. Amo la música, mi hijo es bailarín y eso también me incentiva a practicar la danza”.
Todas y cada una de estas mujeres se deshacen de los años. El movimiento, la sincronía y la armonía se llevan pasado y desencuentros para dar paso al bienestar.
“Para mí es una experiencia muy grata, en mi familia siempre nos inculcaron el respeto hacia las personas mayores. Aquí además de respetarlas tengo la oportunidad de enseñarles; ellas son disciplinadas y atentas a las indicaciones. No es un trabajo, es algo que hago con amor, porque me gusta y trato de que cada día sean mejores”. Un manifiesto de afecto hacia la labor que cumple María Jáuregui.
Finaliza el descanso. Vuelve a sonar la música. Los cuerpos se agitan, asoman las sonrisas. Saben, que, en la próxima presentación, nuevamente se ganarán la admiración y el aplauso del público. Porque la edad no es barrera para cumplir los sueños.