Reportajes y Especiales

El costo de parir en Venezuela

17 de julio de 2023

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Por Indira Rojas y Mariengracia Chirinos                                            Trabajo realizado con el apoyo del Pulitzer Center


https://parirenvenezuela.prodavinci.com/

El sistema público de salud en Venezuela tiene la obligación de proveer servicios de atención materna de manera gratuita a todas las embarazadas hasta la etapa posnatal según la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. El discurso público ha hecho alarde por años de la gratuidad de los servicios obstétricos. La realidad es muy distinta a lo establecido en la Constitución y a la retórica. Prodavinci constató que las mujeres deben pagar por los análisis de sangre y los ecosonogramas requeridos durante la gestación. Las embarazadas compran los insumos —desde el gel para los ultrasonidos hasta el bisturí para quitar los puntos de sutura—. Algunas optan por controles mixtos entre hospitales y centros privados, lo que aumenta sus gastos directos. Deben decidir entre satisfacer otras necesidades básicas, como la alimentación, o usar el dinero en su salud obstétrica.

Siete madres venezolanas relatan las limitaciones económicas que les impidieron cubrir exámenes necesarios para diagnosticar riesgo de preeclampsia, infecciones en vías urinarias y proliferación de bacterias en el aparato genital. La detección temprana de estas afecciones disminuye el riesgo de complicaciones durante y después del parto y, con ello, la mortalidad materna. Según los datos más recientes, publicados por el Fondo de Población de las Naciones Unidas, en Venezuela fallecieron 259 mujeres en 2020 por cada 100.000 nacidos vivos, a causa de complicaciones relacionadas al embarazo y al parto. Esto es la tasa de mortalidad materna del país y supera por 171 puntos porcentuales a la tasa promedio de América Latina y el Caribe.

Las madres también dan cuenta de las condiciones en las cuales se encuentra la infraestructura y el personal de los hospitales a los que acudieron. Las experiencias varían según el periodo y la institución en la que recibieron atención obstétrica.

La Constitución venezolana establece que la salud es un derecho social y es obligación del Estado, por cuanto “promoverá y desarrollará políticas orientadas a elevar la calidad de vida, el bienestar colectivo y el acceso a los servicios” a través del sistema público. Se incluye la asistencia y protección integral de la maternidad “a partir del momento de la concepción, durante el embarazo, el parto y el puerperio”.

Este trabajo es parte del especial La fábula de la salud pública en Venezuela.


Historia Principal


 

Cuando Arie Briceño confirmó que estaba embarazada sintió alegría y miedo. En su cartera cargaba solo 20 dólares. Era 28 de mayo de 2022. Tenía cerca de seis semanas de gestación y ya sentía malestares de estómago y dolores de cabeza recurrentes. El dinero se desvaneció rápido entre cajas de acetaminofén y comida. Se preguntó cómo podría pagar su atención obstétrica durante 9 meses.

Arie tenía 30 años y sería madre soltera. Ganaba en promedio 60 dólares mensuales como maquilladora y esteticista, y sus ingresos dependían del número de clientes.

No quería controlar su embarazo en una institución pública. Visitó a un ginecobstetra privado hasta que sus finanzas no aguantaron el precio de la consulta al comienzo del tercer trimestre. Entonces acudió a la Maternidad Concepción Palacios, al oeste de Caracas. Es el hospital materno infantil más grande de la capital y está a dos cuadras de su casa, pero ir a la primera cita prenatal no fue una decisión fácil. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos otorgó en febrero de 2019 medidas cautelares dirigidas al hospital porque se reportaban muertes maternas por infecciones, complicaciones relacionadas a la hipertensión arterial y por hemorragias.

Arie gastó $583,48 durante el embarazo, el parto y el postparto.

Es el equivalente al 122% de los ingresos generados entre el embarazo y el postparto. Cubrió el excedente con sus ahorros y la ayuda de su familia y amigas.

 Arie gastó el equivalente al 58,3% de los ingresos generados entre el embarazo y el postparto solo en servicios e insumos que debía cubrir el sistema público.

 El embarazo

Arie usó el 10% de sus ahorros para pagar la primera consulta prenatal privada. Tenía siete meses de embarazo. Una amiga insistió en acompañarla y pagó el taxi hasta la clínica, al noreste de Caracas, en una parroquia que concentra servicios privados de salud. Cuando cumplió las 11 semanas de gestación, Arie se hizo un perfil prenatal. Incluyó análisis de hemoglobina, glucosa, urea, creatinina y ácido úrico, y pruebas para detectar el virus de la inmunodeficiencia humana y sífilis. Pagó 18 dólares por un examen que debió ser gratuito. Desde 2018 se ha reportado la falta de insumos y de reactivos en el laboratorio de la Maternidad Concepción Palacios. Debido a la falta de bioanalistas hay turnos en los que el servicio no está operativo.

 Uno de los análisis más costosos durante el embarazo fue el cultivo de orina. Además, su médico lo pidió en dos ocasiones. Debía confirmar que Arie no tenía una infección en el tracto urinario que comprometiera su salud y la del bebé.

En los exámenes de sangre, los valores de hemoglobina alarmaron al especialista. Las mujeres deben tener entre 12 y 16 gramos por decilitro de esta proteína en la sangre para garantizar glóbulos rojos sanos que transporten oxígeno a los tejidos. El análisis de Arie mostraba 10,1. El médico duplicó la dosis del suplemento de hierro y le aconsejó mantener una dieta variada. Arie invirtió la mayor parte de sus ahorros en mercados semanales para sus tres comidas diarias.

Cuando cumplió las quince semanas de gestación, Arie revisó sus ahorros y de los 300 dólares que tenía en mayo de 2022 le quedaban 30. Solo podía pagar una consulta privada. Antes de llegar al término del embarazo debía asistir, al menos, a seis visitas más.

Arie acudió al sistema público. Fue por primera vez a la Maternidad Concepción Palacios a principios de agosto de 2022. En la recepción del Anexo Negra Hipólita, un trozo de cartón mostraba la lista de lo que toda futura mamá debía traer: una carpeta con gancho y hojas blancas para elaborar el expediente, el perfil prenatal del laboratorio clínico y un eco. Ya había gastado 78 dólares en atención obstétrica y aproximadamente 26 dólares en multivitamínicos, suplementos de calcio con hierro y varias cajas de ácido fólico.

A diferencia de las citas privadas, la consulta prenatal en la Maternidad no incluyó el eco de rutina. Debía pedir una cita aparte y no podían agendarla para la misma semana porque el número de embarazadas saturaba el servicio. Arie se sintió decepcionada. Era la primera vez que salía de una consulta sin ver ni escuchar a su bebé. Trece días después regresó a la clínica privada. El 16 de agosto de 2022 supo que tendría una niña: Ámbar.

Volvió a la Maternidad para hacerse el eco morfológico del segundo trimestre. En el hospital le hablaron sobre el esquema de vacunación para embarazadas, pero solo le colocaron el toxoide tetánico diftérico. No se vacunó contra la influenza. Tampoco tenían dosis para adultos contra la hepatitis B, ni ahí ni en los centros públicos pequeños de los alrededores. En una clínica privada le pidieron $80 para ponérsela.

Cuando el segundo trimestre del embarazo llegaba a su fin, Arie comenzó a pensar en el momento del parto. Preguntó a su médico el valor estimado de una cesárea o de un parto natural en la clínica privada.

―Solo mis honorarios serían unos 1.800 dólares.

―Yo no puedo pagar eso.

―También trabajo en la Maternidad Concepción Palacios. Podemos atender el parto allí.

Arie sintió que todo encajaba y decidió confiar en su médico.

 Arie trabajó hasta el final del embarazo, sentada por horas y con presión sobre el vientre, pero recibía una o dos clientas a la semana. No podía permitirse gastos adicionales a la comida. Agendó las consultas prenatales del tercer trimestre en la Maternidad Concepción Palacios. Uno de los médicos residentes del hospital le pidió hacerse el cultivo de secreción vaginal y escribió el nombre de la prueba en un pedazo de papel usado. Arie lo guardó en el cuaderno que siempre llevaba consigo, pero nunca se realizó el examen. Cuando preguntó por los precios, le dijeron que tomar la muestra y procesarla podría costarle entre 18 y 30 dólares.

Una tarde, Arie abrió el clóset de su cuarto y vio solo cinco paquetes de pañales y dos paquetes de toallitas húmedas. Era todo lo que había podido comprar para recibir a su bebé. Su familia y amigas colaboraron con ropa, cobijas, cuna, coche. Hasta una bañera.

Cumplió las 30 semanas de gestación y no le quedaban suplementos de ácido fólico ni calcio. Escuchó que en el hospital los entregaban de forma gratuita y por primera vez los pidió en una consulta. Necesitaba ver a su ginecobstetra privado para planificar el parto y una de sus amigas se ofreció a pagar la visita. En diciembre, Arie ya tenía una fecha: 18 de enero de 2023. Sería una cesárea. La bebé estaba en posición podálica: sentada.

 El alumbramiento

 39 semanas de embarazo. Miércoles 18 de enero de 2023, día de la cesárea. Arie guardó en un bolso ropa para ella y para Ámbar, una caja de antibióticos, otra de analgésicos, supositorios antiinflamatorios y una ampolla de efedrina. Su ginecobstetra recetó los medicamentos dos semanas antes y le advirtió que debía tenerlos a mano.

En la Maternidad se acercó a una joven que parecía trabajar allí y esta la condujo a un cubículo en el que se encontraban los residentes. “Muchachos, esta es la paciente que estábamos esperando”. Cuando llegó la hora de colocarse la bata quirúrgica, los médicos se dieron cuenta de que no tenían una para Arie. “Yo tengo una, toma la mía”, dijo una doctora. Le dio también un par de cubrebotas que, al mirarlos de cerca, parecían hechos de manera improvisada con mangas de la misma tela. Imaginó que los especialistas y los residentes debían resolver con lo que tenían a mano.

 En el pabellón la recibió el anestesiólogo. El especialista explicó paso a paso lo que sucedería con el cuerpo antes de adormecerse: sensación de calor en las piernas, hormigueos y ganas de vomitar. Al ingresar al organismo, la anestesia bajaría de manera brusca la tensión arterial y crearía una hipotensión severa. Para contrarrestar este efecto se utiliza la efedrina. Arie recordó que la ampolla estaba en su bolso. Su hermana, que lo cuidaba con celo, sentada frente a las puertas del hospital, recibió una llamada de un número desconocido. “¡Traiga la efedrina a la entrada de Emergencias, por favor. Le habla la enfermera!”.

Arie sintió jalones en el abdomen. No dolían, pero le resultaban incómodos y extraños. Cuando pararon, vio que el doctor sostenía a Ámbar. El médico se la mostró. Le dijo que era una bebé sana y la entregó a las enfermeras. Él cerraba la herida, ellas limpiaban a la niña. Arie sostuvo a su hija por primera vez en la sala de recuperación.

La hermana de Arie pasó las mañanas y las tardes en el hospital. Durante tres días ayudó a la primeriza a pararse y caminar, y recibió las comidas que la familia llevaba a la entrada del anexo. La Maternidad repartió comida solo una vez mientras estuvo hospitalizada. El viernes, antes de recibir el alta, una camarera le ofreció una arepa con una rodaja de mortadela.

Arie regresó a la Maternidad trece días después de la cesárea para remover los puntos de sutura. La rechazaron al llegar, diciendo que allí no podían hacer el procedimiento. Su hermana la ayudó a caminar hasta el Centro Diagnóstico Integral María del Mar Álvarez, detrás del hospital. Aceptaron quitarle los puntos, pero tuvo que comprar el bisturí y los guantes para el médico.

Comenzó a trabajar como administradora en una carpintería industrial cuando Ámbar cumplió dos meses. Cobraba 200 dólares mensuales e invertía el 75% en el alquiler de un apartamento. Arie sabía que el salario no era ideal, pero era mejor que no tener un ingreso fijo. Era la primera vez que se sentía atada. No pudo pagar la consulta privada de postparto hasta mayo de 2023: cuatro meses después de la cesárea.


 Seis mamás en el sistema público


 

 “Una vecina me quitó los puntos de la cesárea”

Yuliana Ruiz

36 años

Residencia: San Cristóbal, estado Táchira

Parto: Cesárea

Fecha: 10 de abril de 2023

 “Cuando tenía cuatro meses de embarazo, viajé 700 kilómetros durante 12 horas desde San Cristóbal, donde vivo y trabajo, hasta Calabozo, donde vive mi familia, para estar acompañada hasta que naciera mi bebé. Soy hipertensa y estuve medicada durante el embarazo, pero a las 35 semanas se me descontroló la tensión. Sabía que mis ahorros no alcanzarían para pagar una emergencia en una clínica privada y decidí ir al hospital público de Calabozo. Tenía la presión arterial alta entre 160 y 180. El obstetra que me recibió dijo que tenía preeclampsia y que debía hacerme unos exámenes de urgencia que no disponía el hospital. Además, el aparato disponible para los ecos era muy viejo. A la 1:30 de la tarde fui al consultorio privado del especialista que me controló el embarazo y confirmó el diagnóstico. Dijo que necesitaba una cesárea de emergencia.

La doctora que visité en San Cristóbal durante el primer trimestre del embarazo me advirtió que mi caso era de alto riesgo. Pidió estudios de Factor de Crecimiento Placentario (PLGF), la Tirosina Quinasa 1 (SFLT) y la Proteína Plasmática Asociada al Embarazo (PAPP-A). Los resultados se analizan juntos y podrían haber ayudado a medir el riesgo de una preeclampsia. Pero no podía pagarlos. Todos tenían un precio de 520 dólares porque tomaban la muestra en San Cristóbal y la enviaban a un laboratorio en la capital. Tampoco pude pagar el perfil de riesgo. Para ese momento costaba 120 dólares, casi el 70 por ciento de mis ingresos. Trabajo como periodista en el diario La Nación de Táchira y también tengo un emprendimiento de repostería.

Cuando mi bebé nació pesó 2,1 kilos. Se adaptó y respiró muy bien, pero a los tres días de nacido tuvo una hemorragia rectal. Duró 20 días hospitalizado. Yo pasé dos días en cama y cuando me pusieron a caminar sentía que me iba a desplomar. Tenía la presión arterial muy baja y la hemoglobina estaba en 5. Pasé 15 días internada en el hospital mientras mi familia reunía los donantes de sangre que necesitaba para las transfusiones. Al darme el alta me dijeron que debía ir con urgencia al cardiólogo, pero por las ocupaciones con el bebé y la falta de dinero no he pedido cita. Tampoco he podido ir a la consulta con el obstetra. Una vecina me quitó los puntos de la cesárea. Ella es odontóloga”.

 

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“Busqué personas dentro del sistema público de salud para decidir dónde parir»

Anny Rodríguez

35 años

Residencia: Caracas, Distrito Capital

Parto: Vía vaginal

Fecha: 14 de junio de 2023

 “Hice mi control prenatal con un ginecólogo obstetra en una clínica pequeña. En febrero de 2023, me cotizaron una cesárea y salía, más o menos, en 1800 dólares sin honorarios médicos. Iba por el segundo trimestre del embarazo y sabía que no podría reunir en menos de seis meses los tres mil dólares que necesitaba para cubrir todos los gastos. No tenía dinero ni seguro médico. Fue un proceso largo decidir dónde parir. Busqué puentes, médicos y personas empleadas en el sistema público de salud para que me asesoraran. Una pediatra que conozco me dijo que descartara la Maternidad Santa Ana y la Maternidad Concepción Palacios. Me propuso, en última instancia, ingresar al Hospital Pérez de León. Otra opción era ir al Materno de Coche y una amiga paramédica me mencionó el Hospital Materno Infantil Hugo Chávez.

Tenía mucho miedo de tomar una mala decisión, porque durante el embarazo escuché cuentos de mujeres que dejaron prácticamente solas durante o después del parto, de mamás que compartían habitación con otras treinta y de familias que compraron desde el hilo de sutura hasta la solución salina. Decidí ir al Materno de El Valle. Fui a mi primera consulta prenatal el 14 de abril de 2023, cerca de mis siete meses, sin dejar de lado a mi doctor privado. Quería tener en orden mi historia médica en el hospital para el momento del parto, especialmente porque yo sufro de hipertiroidismo. En la consulta de la primera semana de junio hicieron un ultrasonido con un ecógrafo bastante moderno en la sala de preparto. Hasta entonces no me habían hecho ningún eco en el Materno. Me dijeron que debía prepararme porque podría dar a luz la semana siguiente. El hospital no me pidió llevar nada, pero la amiga que me guió hasta allí me sugirió llevar solución de cloruro de sodio al 0,9 por ciento, un macrogotero, algodón, guantes, gasas y jeringas de 20 mililitros. Fui dos veces porque sentía las contracciones, pero me hacían el tacto y me enviaban a casa diciendo que no había dilatado lo suficiente. La noche del 14 de junio decidimos que teníamos que buscar una alternativa. Mi familia y yo llamamos a mi ginecobstetra. Nos dijo que tenía un contacto en el Hospital Domingo Luciani y nos fuimos para allá. Llevé mi bolso con todo lo que había comprado. Para la madrugada del jueves 15 ya tenía a mi bebé en brazos”.

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 «Los tres ecos importantes de cada trimestre los tuve que pagar»

Yorneillys Rodríguez

20 años

Residencia: Caracas, Distrito Capital

Parto: Vía vaginal

Fecha: 14 de noviembre de 2020

 “Di a luz en la Maternidad Santa Ana, que depende del Seguro Social. Tenía 40 semanas de embarazo y fue un parto natural. Empecé a sentir los dolores a las tres de la tarde, pero cuando llegué al hospital, a las once de la noche, me dijeron que no había dilatado y que debía esperar a las seis de la mañana. Me puse a caminar. Vomité. Las enfermeras me regañaban y no quería que me dijeran qué hacer porque me estresaba. Cuando vieron que tenía nueve centímetros de dilatación me subieron al segundo piso del hospital y me asignaron una camilla. Debía esperar a que la dilatación llegara a diez centímetros. En pleno parto, cuando ya no tenía fuerzas, una enfermera empujó la barriga desde arriba para que el bebé saliera. Fue incómodo, pero no sentí dolor. Tuve a mi hijo el 14 de noviembre de 2020, a las 7:14 de la mañana.

Aunque mi bebé nació en la Maternidad Santa Ana hice mi control prenatal en el Hospital Materno Infantil Hugo Chávez de El Valle [a 7 kilómetros de distancia]. Allí también hice algunos exámenes de laboratorio, así que no tuve que pagarlos. Me realizaron las pruebas de VIH, el VDRL, el PT y PTT y el tipaje sanguíneo. En las citas me medían, me pesaban y revisaban los estudios. Veían a mi bebé en una máquina, pero no me entregaban las fotografías del ecosonograma. Lo único que daban era un informe. Los tres ecos importantes de cada trimestre los tuve que pagar fuera del hospital, es decir, ir a otro lugar allí en El Valle. En aquel entonces, estaban a cuatro dólares cada uno. Cuando llegó la hora de parir me dijeron que no podía dar a luz allí porque no tenían sangre disponible para ayudarme si me daba una hemorragia muy fuerte. Como ya era de noche, unos policías me escoltaron hasta la Maternidad Santa Ana.

Me ocupo de mi hijo en casa. Estoy esperando que cumpla tres años para inscribirlo en un preescolar. Por ahora no tengo tiempo para un empleo fijo. Vivo con mi papá y él me apoya muchísimo. Mi mamá no vive conmigo, pero también me ayuda. Vendo refrescos, cigarros y dulces para ganar algo de dinero por mi cuenta y calculo que semanalmente hago unos 26 dólares. Cuando quedé embarazada trabajaba de vendedora en una tienda de ropa para caballeros, pero mi jefe dijo que no me aceptarían así. Sabía que no podían despedirme, pero me advirtió que como estábamos en pandemia no se lo iban a prohibir porque todo era más flexible. Decidí evitar más problemas y me fui de allí. El negocio volvió a abrir, pero no me contrataron de vuelta”.

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«Mi primer parto fue en el sector privado. Mi segunda gesta fue totalmente diferente»

Marlyn Aquino

39 años

Residencia: Caracas, Distrito Capital

Parto: Cesárea

Fecha:  13 de junio de 2023

“Soy terapeuta ocupacional y masoterapeuta. Antes de quedar embarazada atendía pacientes a domicilio. El ingreso económico dependía de cuánto trabajaba y no contaba con seguro médico, pero digamos que todo iba bien. Mi trabajo es exigente físicamente, porque debo trasladarme de un lado a otro y manipular a personas encamadas o en sillas de ruedas. Un día comencé a sentir que no tenía la misma energía. Tuve que ser selectiva y disminuir la cantidad de pacientes. Mi esposo me apoyaba muchísimo, pero evidentemente el ingreso económico no era el mismo para la familia si uno de los dos dejaba de percibir dinero.

Tenía leves sangrados y pensaba que estaba menstruando. Al siguiente mes pasó lo mismo y además sentía los senos doloridos, sensibles y grandes. Me dije que no era normal y mi esposo me sugirió que hiciera una prueba de embarazo. El examen de sangre salió positivo y luego confirmé la noticia con un eco. ¡Tenía doce semanas! Nos cayó de sorpresa. Mi esposo y yo dijimos: ‘Pa’ lante, es una bendición’.

Tengo un niño de 12 años. Fue mi primera gesta y lo di a luz en el sector privado. Mi experiencia con este segundo bebé fue totalmente diferente. Al quinto mes de gestación dejé de trabajar. Como nos vimos apretados económicamente, buscamos una alternativa en el sector público y me controlé en el Hospital Universitario de Caracas. También me realizaban los ecos de rutina, aunque no daban la imagen impresa y no explicaban mucho. Todo era rápido. Durante el embarazo me enfermé de litiasis vesicular. En mi caso, era arenilla en vesícula, todavía no eran cálculos. Quien me puso en alerta fue mi doctor en Plafam, donde hacía los exámenes de laboratorio y los ecos especiales. Cuando lo manifesté en el Universitario me hicieron la referencia para realizarme un eco abdominal en otro lugar, así que volví a Plafam. Tenía mucho vomito y dolor abdominal. Bajé de 68 kilos a 65. Fue horrible, pero pude controlarlo con dieta.

Tuve una cesárea de emergencia porque perdía líquido amniótico y se debía actuar de inmediato. Nadie me explicó por qué me estaba sucediendo aquello. No tuve que cubrir ningún insumo del hospital, pero sí pagué por los exámenes de laboratorio de mi bebé mientras estuvo en cuidados neonatales. Me quitaron los puntos catorce días después de la cesárea. Decidí acudir a Plafam porque allí tengo a mi médico de confianza”.

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 “Es muy difícil hacerte todos los exámenes de sangre en el sistema público”

Ketsy Carolina Medina Cifuentes

41 años

Residencia: Caracas, Distrito Capital

Parto: Vía vaginal

Fecha: 26 de abril de 2023

“Tengo dos años viviendo con mi esposo en la zona rural de Altagracia de la Montaña, en el estado Miranda, pero las condiciones son difíciles para llevar un control prenatal o dar a luz. Al saber del embarazo regresamos a Caracas. A partir de la semana nueve fui a las consultas de la Maternidad Concepción Palacios, por recomendación de una amiga. Era inviable ir a citas privadas.

No pagué por los controles ni los ecos. Sin embargo, me pidieron comprar un gel de ultrasonido, que debía quedarse conmigo; una bata y una toalla. También decidí llevar a mis consultas sucesivas un par de guantes, porque a veces utilizaban los de látex en vez de guantes quirúrgicos. Además, llevé mi propio espéculo porque pasé un mes escuchando que el servicio no tenía uno. Por otra parte, es muy difícil hacerte todos los exámenes de sangre en el sistema público, o encontrar lugares que los ofrezcan gratis. Pagué por ellos fuera de la Maternidad por falta de reactivos. Este problema ocurre en muchos hospitales, recorrí varios. En la Clínica Popular El Paraíso solamente hacían la hematología. En el CDI de Quinta Crespo nos dijeron que, en ese momento, no podían hacer pruebas de sangre, solo de orina. Después fui al Banco de Sangre para preguntar por el análisis del grupo sanguíneo, pero dijeron que lo reservaban para los donantes. Mi pareja y yo solo logramos hacernos gratuitamente el de VDRL y el de VIH en la ONG Acción Solidaria. Creo que esta información es importante para otras mamás que estén buscando opciones.

En la Maternidad Concepción Palacios estaba rodeada de médicos residentes. Sentía que era un espacio de formación y me gustaba ser parte de ello. Eso me encantaba de ir a mis chequeos. Sin embargo, está naturalizado que si no preguntas los médicos no te dicen nada. Anotan sus observaciones en una historia médica a la que es muy raro que tengas acceso. No quise dar a luz en la Maternidad ni en ningún otro hospital o clínica. Preferí informarme y parir en casa porque creo que los hospitales patologizan el embarazo y no permiten la compañía de la pareja, la madre u otro familiar. No quería que me aplicaran Pitocin o que hicieran algún procedimiento médico para inducir el parto. Por otro lado, me provocaba terror parir en las condiciones actuales de los hospitales venezolanos. Dos doctoras me guiaron en la planificación del parto, pero no pudieron llegar a tiempo cuando pasó. Yara nació a las dos de la mañana. Mi esposo fue quien me guió, calmó y aupó en todo el proceso y recibió a nuestra hija al salir de mi vientre”.

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“La herida de la episiotomía se abrió dos veces. A la tercera fui a un centro privado”.

Saraí Ávila

32 años

Residencia: Caracas, Distrito Capital

Parto: Vía vaginal

Fecha:  9 de marzo de 2023

 “Salí embarazada cuando vivía en Bogotá. Trabajaba como asesora financiera y mi esposo en el área de cocina. Cuando tenía siete meses de embarazo regresamos a Caracas para estar con nuestras familias cuando mi bebé naciera. A las 30 semanas de gestación fui a la Maternidad Concepción Palacios para seguir mi control prenatal. No teníamos un seguro privado y para dar a luz en una clínica debíamos tener cerca de tres mil dólares. En la maternidad me dijeron que como mi embarazo era de bajo riesgo continuara mis últimas consultas en el sector privado y que, si quería dar a luz en ese hospital, volviera cuando tuviera los dolores y trajera todos los papeles de mi historia médica. Cuando empezaron los dolores me fui para allá. Me pidieron regresar a casa dos veces porque todavía no había dilatado lo suficiente. Busqué un contacto dentro del hospital y así me pudieron atender. Me subieron a la sala de parto, donde estaban otras mujeres a punto de dar a luz como yo. Conté cerca de 20 estudiantes atendiendo a las mujeres. Eso parecía una fábrica de bebés.

Me rompieron la membrana. Empecé a botar líquido. Me decían que pujara cada vez más. Me oriné y se me salieron las heces y nadie limpió mi cama. Así tuve que seguir en trabajo de parto. Como ya tenía muchas horas, un doctor me dijo que iban a hacer una episiotomía, un corte quirúrgico, porque mi bebé se podría quedar sin oxígeno. Cuando todo terminó me llevaron a una sala de recuperación compartida con otras seis mujeres, y allí se me fueron los puntos de la herida. En aquel lugar había zancudos y chiripas. Durante los tres días que estuvimos allí no tuvimos control médico y las enfermeras solo pasaban a preguntar si todo estaba bien y se iban. Como las mamás estábamos solas con nuestros bebés, trancábamos las puertas de la habitación y apoyábamos una silla, día y noche. Para darme el alta me pidieron los exámenes de sangre del tipo sanguíneo, VIH y VDRL. Mi familia tuvo que enviar las muestras a un laboratorio privado. Cuando estaba en casa se abrió la herida de la episiotomía de nuevo y fui a la Maternidad para buscar atención médica. Me cosieron y se me volvieron a ir los puntos. No quise regresar y preferí pagar un centro privado”.

Nota metodológica:

Los protocolos venezolanos de atención obstétrica y las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son la base del trabajo para comprender los lineamientos y requerimientos de la atención prenatal sistemática, la cual garantiza un embarazo saludable y la prevención y tratamiento de los riesgos, las enfermedades y la muerte materna y neonatal. Se utilizaron cinco documentos:

  1. Protocolos de Atención. Cuidados Prenatales y Atención Obstétrica de Emergencia (2013).
  1. Guía de orientación para una maternidad deseada, segura y feliz. (Parte del Plan Nacional de Parto Humanizado. Primera edición, 2016. Segunda edición, 2017).
  1. Recomendaciones de la OMS sobre atención prenatal para una experiencia positiva del embarazo (2018).
  1. Recomendaciones de la OMS sobre cuidados maternos y neonatales para una experiencia posnatal positiva (2023).

 

  1. Gastos directos de bolsillo en salud: la necesidad de un análisis de género. (Organización Panamericana de la Salud, 2021).

 

El equipo de Prodavinci diseñó entre febrero y marzo de 2023 un cuestionario para reunir información sobre los gastos de bolsillo relacionados a la salud materna, con base en dos criterios:

  • Los gastos directos de bolsillo se consideran los “realizados directamente por las personas a los prestadores de servicios de salud en el momento de la utilización del servicio”, según los análisis resumidos por la OPS. Se pueden incluir pagos directos de medicamentos, transporte, y los relacionados a la hospitalización, así como “cualquier gasto en el que incurran los acompañantes del paciente” y los costos indirectos, como los derivados de la pérdida de ingresos potenciales.
  • Según la OMS, la salud materna comprende el embarazo, el parto y el postparto.

Para la construcción del cuestionario se tomaron en cuenta los protocolos nacionales e internacionales de control prenatal y atención del parto, y se hizo una ronda de entrevistas a cuatro médicos ginecólogos obstetras de Caracas que atienden en el sistema público y privado.

Atendiendo esta definición de salud materna, separamos el cuestionario en tres secciones: etapa prenatal, alumbramiento y postparto. Se elaboraron 55 preguntas, abiertas y cerradas, que nos permitieron explorar los gastos de las madres en cinco categorías: consultas prenatales y ecosonogramas, estudios médicos y laboratorios, medicamentos y suplementos vitamínicos, insumos y materiales utilizados para la atención en los hospitales, y costos indirectos —como transporte, gasolina y costos asociados a las horas de trabajo perdidas—. El cuestionario incorporó una ficha con los datos básicos de cada entrevistada, incluyendo ocupación e ingreso mensual. En el caso de aquellas que no trabajan se tomó en cuenta el ingreso de la persona en el hogar económicamente activa. Se incluyeron preguntas para conocer detalles sobre la experiencia de las mujeres en el sistema público.

Durante tres meses, entre marzo y mayo de 2023, entrevistamos a quince mujeres venezolanas que asistían a control prenatal o que tuvieron un parto en los últimos tres años. Realizamos una primera ronda exploratoria y en los encuentros y llamadas siguientes profundizamos en los relatos. Reconstruimos siete casos, en los que obtuvimos un mayor acceso a las historias y en los que fue posible levantar los gastos médicos a través de los testimonios, récipes, y facturas. Algunas madres acudieron a especialistas en áreas diferentes a la ginecología y la obstetricia —como endocrinólogos y cardiólogos—, debido a condiciones de salud preexistentes al embarazo. Los gastos derivados de estas consultas fueron excluidos de los cálculos realizados por Prodavinci, debido a que el foco era la salud materna de manera directa.

Una vez que recogimos y ordenamos los datos de cada entrevistada, establecimos categorías para agrupar los gastos y calculamos el total nominal que invirtieron al momento de su embarazo y en el parto. Los gastos están expresados en dólares. Para conocer el equivalente en dólares de los Estados Unidos de los gastos en bolívares se empleó una recopilación del tipo de cambio que incluye información del Banco Central de Venezuela, DolarToday y Localbitcoins.

Categorías para los gastos en salud materna

Consultas y ecos: agrupa citas con ginecobstetras privados para controles prenatales y postnatales, ecosonogramas de rutina y ultrasonidos especiales (eco morfogenético del primer y segundo trimestre y eco Doppler).

Pruebas y laboratorios: agrupa exámenes de sangre y orina, incluyendo aquellos para descartar VIH y VDRL, cultivos de orina y el cultivo de secreción vaginal, los cuales se encuentran listados en el esquema de consultas prenatales del Ministerio para la Salud.

Insumos y materiales: agrupa los artículos que deberían suministrar las instituciones públicas, pero que en la práctica son solicitados a las mujeres por los hospitales y maternidades durante la atención prenatal, el parto y el postparto. Se incluyen en esta categoría las hojas blancas, carpetas, y bolígrafos utilizados en las historias médicas, el gel de ultrasonido, las toallas y/o el papel para retirar el gel, el bisturí, los guantes, entre otros. Estos constituyen pagos directos realizados para obtener servicios de salud.

Medicamentos y suplementos: agrupa las vitaminas que contempla el esquema del Ministerio para la Salud para las embarazadas (ácido fólico, hierro y calcio). Se incluyeron en esta categoría medicamentos recetados por los ginecólogos obstetras que las mujeres compraron durante la etapa prenatal, el parto y el postparto, como óvulos vaginales y antibióticos. La Guía de orientación para una maternidad deseada, segura y feliz contempla entre los pasos a seguir en el primer encuentro médico la “suplementación con hierro, ácido fólico, polivitaminas, y/o calcio a que haya lugar”. Por esta razón, estas vitaminas se suman a los gastos que debía cubrir el sistema público. En algunos casos, las gestantes sí recibieron hierro y ácido fólico en los hospitales y no se les indicó suplementos de calcio.

Gastos indirectos: agrupa gastos de transporte y aquellos relacionados con la hospitalización, como comida y gastos en los que incurran los acompañantes de las madres. La bibliografía más amplia sobre los gastos de bolsillo incluyen estos “costos ocultos”, que aunque no suelen registrarse a la hora de proporcionar servicios en el sistema de salud, “actúan como un obstáculo considerable para el acceso, incluso en los casos en que los servicios, como la atención a la maternidad, pueden ser gratuitos” (Organización Panamericana de la Salud).

Cálculos

Sumamos los gastos nominales y expresamos el total en dos columnas:

Gasto total nominal: que considera todos gastos en consultas y ecos, pruebas y laboratorios, medicamentos y suplementos, insumos y materiales y gastos indirectos.

Gasto que debía cubrir el sistema público: agrupa los gastos realizados por las mujeres y sus familias para cubrir las necesidades y requerimientos que el Estado, a través del sistema público de salud, está obligado a garantizar o asumir de manera directa: desde los insumos para escribir las historias médicas hasta los exámenes de laboratorio.

También calculamos la proporción de los gastos en relación a los ingresos percibidos desde el embarazo hasta el postparto, para establecer un equivalente entre los gastos de cada mujer y su capacidad para cubrirlos. Preguntamos a cada una si se desempeñaban en empleos formales o en actividades informales y cuál era su ingreso mensual aproximado, incluyendo bonos por maternidad. Los excedentes representan gastos que fueron asumidos por la pareja, familiares o amigos. Pedir dinero a personas cercanas u otras fuentes, así como saltarse citas médicas o incumplir tratamientos, suelen ser “estrategias de afrontamiento adoptadas por los hogares y las personas en respuesta al pago de los gastos directos de bolsillo”. (Organización Panamericana de la Salud).

Algunas mujeres entrevistadas declararon que no se dedicaban a actividades remuneradas o que dejaron de trabajar desde el inicio del embarazo. En estos casos, realizamos los cálculos basándonos en el ingreso de la persona que trabaja en el hogar y que corrió con los gastos de bolsillo en materia de salud materna, como esposos, hermanas o madres.

Acrónimos y siglas en las ventanas emergentes

OVGOVE: Observatorio de Violencia Ginecobstétrica de Venezuela.

CEDAW: Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.

OMS: Organización Mundial de la Salud.

CIDH: Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Créditos

Dirección general: Ángel Alayón y Oscar Marcano.

Jefatura de diseño: John Fuentes.

Texto: Indira Rojas y Mariengracia Chirinos.

Edición: Ángel Alayón, Oscar Marcano, Luisa Salomón, Ricardo Barbar y Salvador Benasayag.

Concepto gráfico, desarrollo y montaje: John Fuentes.

Infografías e Intervención de imágenes (collages): Franklin Durán.

Investigación y cálculos: Indira Rojas, Mariengracia Chirinos y Salvador Benasayag.

Fotografías: Ernesto Costante | RMTF.

Fotografías de collages: Imágenes cedidas y autorizadas por las entrevistadas para su uso y publicación. Las fotos de Ketsy Medina fueron tomadas por Nanu Rodríguez.

Redes Sociales: Indira Rojas y Mariengracia Chirinos.

 Agradecimientos:

Gracias a los ginecólogos y obstetras Carmen Luisa Rosales Pérez, Carlos Lugo-León, Carlos Villegas y Jairo Fuenmayor por guiarnos en la realización de este trabajo.

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