Deportes

El pueblo donde no había abrazo de Año Nuevo

31 de julio de 2023

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La razón para que no se celebrara esta tradicional festividad decembrina en muchos hogares rubienses, forma parte del Salón de la Fama del Atletismo Venezolano. Ahí, donde están los inmortales



 Norma Pérez M.



Era la década de los ochenta. A la medianoche del 31 de diciembre, en Sao Paulo, Brasil, se realizaba la carrera de San Silvestre, una de las más importantes del mundo.

Entre los miles de corredores que se congregaban en este evento, se encontraba un humilde rubiense, que aprendió a correr entre el monte y con alpargatas. Se trataba de Víctor Manuel Maldonado Coronado.

En el municipio Junín, eran muchas las familias que estaban pendientes de la carrera de San Silvestre para conocer el desempeño del representante tachirense en aquel deslumbrante escenario deportivo. Las anécdotas, son numerosas y todavía persisten en la memoria colectiva.

“Está el caso de un señor que compró un televisor grande, y ese 31 de diciembre todos los miembros de la familia, por no perderse la carrera, no se dieron el abrazo de Año Nuevo. Cuando apareció su rostro en la pantalla, se armó la algarabía. No hubo fiesta de fin de año, sino vítores y aplausos para Víctor Maldonado, que iba entre los primeros corredores”; narra Yozaida Izarra, quien lo escuchó de Pedro Jáuregui, yerno del protagonista de esta historia.

Esto se repetía en numerosos hogares, durante los años 83, 84, 85 y 86, cuando compitió el corredor nativo de la aldea Las Tapias. En el último año se ubicó entre los siete primeros, de un total de doce mil corredores.

Momento que recuerda con un sentimiento entrañable: “Llegué de séptimo entre doce mil participantes. San Silvestre es la mejor carrera del mundo, donde están los mejores”.

Otro instante memorable para él fue cuando, muy lejos de su tierra, mientras corría, en un recodo de la ruta, vio ondear el tricolor nacional.

“Viajaba a la competencia; en el avión conocí a un ciudadano portugués con el que entablé conversación. Esta persona residía cerca del lugar donde se iba a realizar la carrera. Mi sorpresa fue, que en una curva, cuando iba pasando, estaba él ondeando una bandera nacional y gritando Venezuela”. Interrumpe su relato. La emoción lo ahoga y el llanto corta su voz.

“Faltaba como un kilómetro y medio, eran miles de corredores detrás de nosotros. Al final, en un remate, me colé entre los siete primeros. Es indescriptible lo que se siente al subir a ese podio”.

Sin detenerse

La historia deportiva de Víctor Maldonado es vertiginosa e indetenible. El entrenador del Instituto Nacional del Deporte, Antonio Sifontes, vio sus cualidades y lo invitó a practicar en San Cristóbal. Vaticinó que iba a ser un gran atleta. Lo alojó en su casa y allí comenzó su carrera formal como maratonista. Tenía 16 años de edad.

Después de ganar algunas pruebas, fue seleccionado para competir en los juegos campesinos a realizarse en Maracaibo. Éste fue su debut, obtuvo la medalla de oro y según sus palabras se enrumbó en esta disciplina.

Víctor Maldonado, ejemplo para la juventud /Foto: Norma Pérrez
Víctor Maldonado, ejemplo para la juventud /Foto: Norma Pérez

En su haber, campeonatos nacionales e internacionales. Durante tres años consecutivos fue campeón nacional de cinco y diez mil metros planos. Impuso un nuevo récord nacional.

Participó en los Juegos Panamericanos, Sudamericanos, Centroamericanos, eliminatoria de la Copa Mundo para ir a Alemania, fue seleccionado para viajar a Suiza, pero por diversas circunstancias la delegación de Venezuela no pudo asistir. Se hizo acreedor de la medalla de oro en la Media Maratón de Coamo en Puerto Rico, en 1978.

En 1986 fue campeón de la Media Maratón Internacional de San Sebastián, cinco veces sub campeón en esta competencia; sub campeón en el Maratón de la isla de San Andrés, ganó la medalla de oro en Trinidad. En Cuba, durante el Festival Mundial de la Juventud ocupó el primer lugar en la prueba de los diez mil metros y en el Torneo Memorial Barrientos. Continúa la larga lista de éxitos, dentro y fuera de Venezuela, de trofeos y medallas; reconocimientos a su dedicación, disciplina y esfuerzo.

Menciona con gratitud a sus entrenadores: Arthur Lidyan, Zufrik Ukliuda, Víctor González y Luis Apolinar.

“Uno de mis más gratos recuerdos, fue cuando se bautizó con mi nombre el Polideportivo de Rubio por voluntad del pueblo. Para mí fue el mejor regalo, un orgullo para mi familia, pues eso demuestra la generosidad y el afecto de los rubienses”.

Recuerda que nunca tuvo apoyo gubernamental, pero sí de personas solidarias que lo ayudaban a cumplir sus metas, Entre ellos, el rubiense Juan Lozano, y Hugo Domingo Molina, quien, para esa época, era presidente de la Lotería del Táchira.

La sencillez de la gloria

Por su desempeño, Víctor Maldonado ingresó al Salón de la Fama del Atletismo Venezolano en el 2016. Allí, donde están los inmortales.

A pesar de la gloria acumulada, considera que lo más valioso es el afecto de quienes lo conocen y admiran.

“El cariño de la gente me entusiasmó siempre a seguir adelante. Nunca quise abandonar mi terruño, Me ofrecieron patrocinios en Estados Unidos, pero preferí quedarme cerca de mi querencia.

El Polideportivo de Rubio lleva su nombre /Foto: Norma Pérez

Tiene cinco hijos, dos varones y tres hembras. Ellos heredaron algo de su amor por el atletismo. Tatiana, fue campeona nacional de marcha olímpica, Carol, campeona en categoría estadal; Milié corría los cien metros planos. Mac Gregory fue campeón nacional en mil 500 metros; actualmente se encuentra en España como árbitro y profesor de Educación Física.

Su receta para triunfar: vocación, pundonor y disciplina. Hacer las cosas bien como lo indica el entrenador. Constancia y educación.

“A las nuevas generaciones de atletas, sobre todo a los niños, les recomiendo que estudien, se preparen y no olviden el deporte. Sigan este camino, el de la vida sana”.

Actualmente tiene 68 años de edad, se mantiene activo y ocasionalmente compite en categoría Máster. Durante 30 años fue entrenador de atletismo formando nuevas generaciones; ahora, se dedica a entrenar a un grupo de jovencitos de su familia, pues su interés es contribuir al rescate del atletismo en el estado y en el país.

Nacer con un destino

“Siempre andaba detrás de mis hermanos mayores, nos gustaba correr en el campo. Si nos mandaban a buscar leña o agua, bajábamos hasta el mercado de Rubio y así empezamos a correr”.

Es miembro del Salón de la Fama del Atletismo Venezolano /Foto: Norma Pérez

Lo que no dice es que tanto él como algunos de sus hermanos, diez en total, nacieron con una condición innata para correr, la que desarrollaron de manera espontánea durante su infancia y adolescencia.

El niño aquel que fortaleció sus piernas subiendo y bajando por los caminos de Las Tapias, no muy buen estudiante, que vendía hallacas para ayudar a la economía familiar, cumplió su destino.

Desde hace algunas décadas, la carrera de San Silvestre ya no se realiza a la medianoche, sino en horas de la tarde del último día del año. Pero, en Rubio, cuando suenan las doce campanadas, en la memoria y el corazón, queda el recuerdo de la emoción compartida al ver entre los mejores corredores del mundo, a Víctor Maldonado. El abrazo de Año Nuevo, podía esperar.

 

 

 

 

 

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