Reportajes y Especiales
El caso Watergate destapó la inmundicia de la política
14 de agosto de 2023
Víctor Matos
Corrían los primeros días del mes de agosto de 1974, cuando un agobiado hombre público, hundido en su asiento de la oficina oval de la Casa Blanca, sede oficial de los jefes de Estado de los Estados Unidos, un personaje, presidente de la República, Richard Nixon, anunciaba gravemente el octavo día de aquel fatídico mes su renuncia irrevocable al cargo debido al escándalo que él mismo promovió en su afán de ser reelegido por su pueblo.
“Dios mío, explícales al resto cómo siempre yo tengo la razón y los demás están equivocados” dicen que era unas reflexiones más repetidas por el alto funcionario, mientras otros señalaban que Nixon se esforzaba en hacerles la vida imposible a quienes consideraba sus enemigos, es decir al resto de la humanidad. Él se convirtió en un amigo de nadie, pero eso sí, en el enemigo de todos.
Este avezado dirigente del partido Republicano aspiraba a su reelección presidencial; y como tal, tejió, promovió, conspiró y ordenó ejecutar un vergonzoso allanamiento a la sede del partido Demócrata en plena campaña electoral por el alto cargo, que se ejecutó en el edificio Watergate y que se destapó el 17 de junio de 1972 cuando un equipo de cubanos previamente adiestrados intentaron instalar mecanismos para escuchas ilegales, lo que fuera denunciado e investigado entonces.
Al principio negó toda participación en la conjura ejecutada por sus más cercanos colaboradores, pero ante la confesión de los detenidos de que habían sido enviados por los personajes más cercanos al Presidente y por órdenes de él mismo, sucumbió ante las evidencias que lo obligaron a convertirse en el primer presidente de los Estados Unidos de Norteamérica en dimitir de su cargo y salvarse de un juicio posterior por el perdón que le otorgó su seguidor, el vicepresidente, también republicano, Gerald Ford.
Al dejar el alto cargo, el hombre que se había lucido por ser el primer presidente estadounidense en viajar a la China y reunirse con el dictador Mao Tse Tung, de haber participado en la caída de Salvador Allende en Chile tras el golpe de estado que impuso a Augusto Pinochet, de exhibir una hoja de actividad política impresionante, tuvo que refugiarse en su domicilio tratando luego de ejercer su profesión del Derecho, objetivo no logrado, pues fue expulsado del Colegio de Abogados de los Estados Unidos y por lo tanto incapacitado para manejar la profesión jurídica.
Se dedicó a la escritura de varios libros, hasta que el 18 de abril de 1994 sufrió un Accidente Cerebro Vascular severo que lo llevó a la muerte cuatro días después en Nueva York. Tenía 81 años.
Richard Nixon no pudo silenciar las pruebas que publicaba en varios reportajes el diario Washington Post escritos por los periodistas Bob Woodwar y Carl Bernstein que recibían las confidencias de un alto funcionario del FBI, William Mark Tell, que solo fuera conocido bajo el apelativo de “Garganta profunda” y quien desveló la criminal actuación en el edificio Watergate que se hiciera desde esa fecha, hace ya 51 años, que abrió la caja de Pandora y puso en el tapete la inmundicia de la política cuando el hombre quiere servirse de esta y no practicarla para servir a su semejante.
El caso Watergate fue un episodio que pasó a la historia mundial y al que se le ha dado el significado de trampa, de dolo ante el abuso de poder.
William Mark Fell
fue “Garganta profunda”
Treinta años después de los acontecimientos surgidos por el caso Watergate, se conoció, en 2005, el nombre del extraño personaje que hizo posible revelar la podredumbre política incubada en la Casa Blanca y que permitió la dimisión del jefe de Estado de la nación más poderosa del mundo, Richard Nixon.
La fuente anónima que se comunicaba a través de teléfonos públicos, fue considerada después como la más famosa en la historia del periodismo norteamericano, y que era nada menos que la de William Mark Fell, un agente para entonces -1974- del FBI ya retirado como director asociado, quien reveló su contribución hecha a los reporteros de investigación del Washington Post que se hicieron famosos con esta truculenta primicia periodística que hizo famosa a la pareja reporteril quienes más adelante escribieron el best seller “Todos los hombres del presidente”.
Pero también las versiones del denunciante sin rostro fueron motivo no solo del libro, sino de la producción de una película que ganó el Oscar de la Academia y que fuera interpretada para la gran pantalla por los actores Robert Redford como el reportero Bob Woodwar y Dustin Hoffman como Carl Bernstein.
El secreto de la fuente fue cumplido estrictamente por estos dos profesionales de la comunicación hasta la confesión de su autor tres décadas después, quien falleció a los 95 años de edad, el 18 de diciembre de 2008 en el hospicio de Santa Rosalía en la localidad de California.
Si no hubiese sido por la revelación de Tell, el presidente Richard Nixon se habría salido con la suya en el sonado caso de Watergate, pero la decisión de “Garganta profunda” como la valentía de los reporteros señalados, hicieron posible la verdad porque si no, todo hubiera quedado encubierto en esta acción dolosa ante las ansias de permanecer en el poder.
Víctor Matos