La presencia de factores perturbadores está destruyendo la democracia como sistema formal para conducir los pueblos, en la región latinoamericana se identifican como el antagonismo político a ultranza dentro del modelo “amigo-enemigo”, el síndrome de la permanencia en el poder y el cáncer de la corrupción de los recursos del Estado. En este contexto el profesor de Harvard, Steven Levitzky, escribió un interesante libro, “Cómo Mueren las Democracias”, específicamente basado en la falta de la existencia de un principio fundamental del sistema, “la tolerancia recíproca, como inherente a la democracia, donde se reconoce que los rivales, como ciudadanos leales a la nación, aman por igual a su país”. Su teoría indica que si este principio no es dominante, se produce un efecto de cascada hacia la destrucción como sistema de gobierno y que los líderes, por razones personales y de grupo, son incapaces de aplicar facultades para eliminar esa amenaza.
El génesis del derrumbe de la intolerancia en la conducción del paradigma de la democracia formal, se traduce en el utilizar el modelo enemigo-amigo, tanto en el orden internacional como interno, para mantenerse en el poder, teniendo sus consecuencias en el ejercicio de la autoridad de arriba hacia abajo en cualquier sociedad. El mejor ejemplo lo tenemos con la dictadura castrista en Cuba, se mantuvo un gobierno por más de medio siglo bajo el auspicio extranjero, dándosele el nombre de “Estado Parásito”, y en el ámbito interno, creando una división antagónica mediante desigualdad social severa, persecución política, fusilamiento, encarcelamiento y exilio forzado. Este fenómeno del amigo-enemigo o de intolerancia reciproca, fue trasladado a varios países latinoamericanos, cada uno según características, generando crisis de inestabilidad política y cambio de modelos de gobierno, como en los casos de Argentina y Brasil, de economías cerradas a la de apertura liberal.
Los cambios políticos se suceden cuando los principios centrales de la democracia se rompen y los adversarios políticos empiezan a considerarse como enemigos políticos y ocurren acciones de aniquilamiento de los derechos ciudadanos y mediante el empleo de artificios legales coartan la actividad política. Cuando se llega a este límite, se fragmentan todos los caminos de conciliación y negociación política, creando un ambiente de tensión, incertidumbre y antagonismo en la sociedad de pertenencia, que en muchos casos lleva al colapso el sistema político vigente de un país. En la democracia formal, los líderes de los dos bandos se presentan libremente como candidatos a la presidencia y a todos los cargos de libre elección. Esta condición esencial del sistema político se debe respetar dentro del concepto de tolerancia recíproca e igualdad de oportunidades; de lo contrario, los resultados serían adversos a la convivencia política de la nación para lograr los objetivos nacionales.
Ante la situación de varios países de la región, debemos aclarar que no todos los sistemas políticos polarizados terminan en dictaduras; sin embargo, se aprecia que la tendencia es preocupante cuando se alejan los indicios de conciliación política. Son pocos los países donde los cambios políticos se suceden en un ambiente de camaradería política como Chile, país donde se evidencia un desarrollo sostenible y se cumple la concertación política convenida entre los factores de poder para después del derrumbe de la dictadura de Pinochet. Cuando existe la tolerancia recíproca de la democracia, las naciones progresan en el mundo global interdependiente, lo vemos en las naciones europeas, unidas mediante el desarrollo tecnológico, la economía avanzada y la sociedad del conocimiento moderno.
(Oscar Roviro Villamizar)
Gral. de Brig. [email protected] y @rovirov
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