El tercer obispo de la Diócesis de San Cristóbal dejó una prolífica obra
Humberto Contreras
Se cumplió este domingo 17 de septiembre el trigésimo sexto aniversario de la muerte de monseñor Alejandro Fernández Feo, tercer obispo de la Diócesis de San Cristóbal, fecha que se recordó durante la eucaristía efectuada en la Basílica de la Consolación de Táriba, por el párroco Boreli Arellano.
Fernández Feo, pastor diocesano desde el 24 de agosto de 1952 y hasta el 23 de febrero de 1985, cuando entregó a su sucesor monseñor Marco Tulio Ramírez Roa, luego de renunciar ante el Santo Pontífice. Fernández Feo nació en Caracas el 6 de abril de 1908 y desarrolló en el Táchira, de acuerdo a los entendidos, una fructífera obra.
Para recordar su historia biográfica, conseguimos un trabajo cuyo autor es monseñor Carlos Sánchez Espejo, publicado en la biblioteca de la Fundación Empresas Polar, el cual reproducimos para honrar la memoria del ilustre prelado.
“Hijo de Alejandro Fernández-Feo y Margarita Tinoco Bigott. Cursó sus primeros estudios en el Colegio Normal de Caracas, ingresando a los 13 años de edad al Seminario de Santa Rosa de Lima. Culminada su formación religiosa recibió la ordenación sacerdotal de manos del Nuncio Apostólico, Fernando Cento (1931).
Durante su permanencia en Caracas desempeñó los siguientes cargos eclesiásticos: Vicario cooperador de la parroquia La Pastora (1931-1932) y párroco de Antímano (1932-1937), Altagracia (1937) y San Juan Bautista (1937-1952). Su labor en Caracas se concretó en lo fundamental a la reconstrucción de las iglesias y casas parroquiales en que sirvió; a la fundación y edificación de escuelas para niños pobres, obreros y empleados de servicio social; y al fomento de la acción católica y de los círculos de estudios.
El 24 de agosto de 1952 fue consagrado obispo de San Cristóbal por Armando Lombardi, Nuncio Apostólico, tomando posesión del gobierno episcopal el 28 de septiembre siguiente. Su amplia labor episcopal, desarrollada a lo largo de 32 años, se centró en la difusión de la doctrina católica y en el estímulo de la vocación sacerdotal entre los jóvenes.
Su labor de progreso se puede resumir mencionando sus principales ejecutorias: modernización de la imprenta diocesana y de Diario Católico; creación de la emisora Radio Junín (1959), erección del Seminario Santo Tomás de Aquino, en Palmira (1963), luego elevado a Instituto Universitario (1981); apertura de la Universidad Católica Andrés Bello Extensión Táchira, (Ucabet, 1962), luego convertida en la Universidad Católica del Táchira, (UCAT, 1982).
Inicio de los cursillos de cristiandad (1961), celebración del Congreso Eucarístico Diocesano (1956); inauguración del templo de Cristo Rey (1987), remodelación y consagración de la Catedral (1964), elevación del templo de Táriba a la categoría de Basílica Menor (1960) y coronación canónica de la imagen de Nuestra Señora de la Consolación (1967), construcción del edificio de la residencia episcopal y de la curia diocesana (1969); intensificación de las misiones parroquiales y cuaresmales, etc.
Merece mencionarse su asistencia a las 4 sesiones del Concilio Vaticano II como padre conciliar (1959-1968). En fin, su obra se cifra en la creación de 34 parroquias, en la reconstrucción con la ayuda de los párrocos de 25 templos, en la ordenación de 52 sacerdotes, en la introducción de 15 congregaciones femeninas, por solo anotar lo importante.
Cumplidos los 75 años de edad y acogiéndose a lo dispuesto en el Concilio Vaticano II presentó su renuncia al Sumo Pontífice, entregando después, el 23 de febrero de 1985, el gobierno de la diócesis a su sucesor, monseñor Marco Tulio Ramírez Roa.
Sus últimos años los pasó en la residencia episcopal en San Cristóbal. Al morir, sus restos fueron depositados en el presbiterio de la catedral, al lado de los de monseñor Tomás Antonio San Miguel, primer obispo de la diócesis. Un municipio en el estado Táchira lleva su nombre”.
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